Sandra Lorenzano
¿Por qué a las mujeres el acoso nos hace sentir vergüenza? ¿En qué momento nos han convencido de que somos culpables? Recordé esta historia sabiendo que es casi anodina comparada con los horrores que otras mujeres han vivido y viven de manera cotidiana.
¿Quién me queda si te fuiste?, le pregunta Marta Dillon a esa madre amorosa y cómplice. O, aún más terrible, ¿quién me queda si me han arrebatado tu cuerpo vivo y también tu muerte? ¿Cómo se hace un hogar –no es acaso un hogar lo que hacemos en el cuerpo materno- con tres huesos, o cinco, con lo poco que han podido recuperar? ¿Cómo nos enraizamos en ellos? ¿Cómo se los llena de carne, de piel, de memoria, de risas, de pelo rubio sobre la cara? ¿Quién nos queda?
Cuarenta años, dicen. Lo pienso y me da vértigo. 1976-2016. Tenemos el alma cubierta de cicatrices: los 30 mil desaparecidos, la gente querida tan extrañada, un viejo río color león...
La palabra piel me provoca siempre un estremecimiento.
La palabra piel me provoca un casi imperceptible espasmo que es a la vez placer y horror.
La mirada es a la vez profunda y triste. Enormemente triste. Quizás así sea siempre la mirada de los refugiados.
En México hoy estamos parados sobre muertos; las fosas clandestinas aparecen todo el tiempo, todos los días, a lo largo y ancho del territorio. Tal como lo imaginó Juan Rulfo, nuestro país todo es Comala y las voces que escuchamos son las voces de los difuntos. ¿Difuntos, dije? No despoliticemos a los muertos: son víctimas de la violencia, son asesinados, torturados, desaparecidos.
El cine fue siempre su gran pasión, pero a pesar de ello no estuvo presente en la ceremonia de entrega de los Óscares aquel 24 de marzo de 1985.
¿Qué necesidad tenía de contar una historia como ésa que pusiera en entredicho –entre otras cosas- su reputación? Y sobre todo ¿qué necesidad tenía de contarla después del éxito impresionante que había obtenido, apenas tres años antes, con Extraños en un tren, novela de la que se vendieron millones de ejemplares, en especial a partir de la película que hizo Hitchcock con guión de Raymond Chandler?
Y al hablar de naufragios pienso hoy en los refugiados africanos llegando a las costas de Italia, en los sirios a las puertas de Turquía, en el mar, las balsas, la violencia, pero pienso también en nuestras fronteras, en los migrantes centroamericanos subidos en la Bestia
Es un lujo tener en nuestra ciudad una exposición como “Tierra de esperanza” en la cual la curaduría, la museografía, los textos de sala, incluso las explicaciones de los jóvenes que pueden acompañar la visita si uno lo desea, son estupendas. Aprovecho para felicitar a Linda Atach, a Ignacio Vázquez Paravano, a Gunnar B. Kvaran y a todo el equipo de Memoria y Tolerancia.
“…de dónde son los cantantes…” Para lxs queridxs amigxs de Casa de las Américas Ella tiene un vestido verde ajustadísimo que brilla bajo los reflectores. Canta un poco, dice algunos chistes, sonríe, coquetea con el público. Ellos suben al escenario, le ponen algún billete en el escote, y le dan un casto y respetuoso beso […]
La primera mirada, al abrir la puerta, siempre se dirigía hacia el suelo, esperando encontrar la tarjeta rosa con el simbolito de “Correos de México”.
“Y ustedes, ¿por qué viajan montadas en una cama?”, pregunta el hombre. “Para soñar que no estamos huyendo”, contestan ellas. Soñar que no estamos huyendo, repito yo. ¿Nos es acaso lo que soñamos todos nosotros? El escenario es negro, está vacío y prácticamente a oscuras. De pronto se escuchan los gritos de la vendedora: “¡Reliquiaaaaas!¡Reliquias […]
¿Para qué sirve un peine? No, no se trata de una pregunta retórica, ni de una perogrullada.
Por la ventana se alcanza a ver el paisaje; el campo, las montañas, el mar, un río serpenteante, un camino de tierra, una ruta apenas transitada, un sendero cubierto por la maleza…
Pienso que esas “coisas pequenas” son las únicas que valen la pena en estos días de palabras grandilocuentes y plagadas de soberbia.