Jorge Zepeda Patterson
El saber acumulado se transmitía de una generación a otra con una implacable jerarquía cronológica. Aprendices, estudiantes e hijos reemplazaban o superaban a sus padres y maestros sólo cuando habían asimilado la pericia y la habilidad de sus tutores.
Si el nuevo Gobierno consigue tener invitados del primer mundo, algo inédito, alimentará enormemente la percepción de que incluso en el exterior se asume que algo diferente e histórico está sucediendo con el cambio de régimen. Y desde luego, Trump es clave. Si él viene, otros habrán de sumarse.
El próximo presidente de México va a necesitar echar mano de toda la lucidez de la que sea capaz pero también de sus zonas oscuras. Tendrá que ser un conciliador para encontrar consensos y un impertinente tozudo si quiere sacar adelante algunas de sus promesas; perdonador de pecados en aras de la estabilidad y, al mismo tiempo, justiciero para impedir que su generosidad se traduzca en impunidad. Sabe que algunos de los empresarios con los que ahora intercambia abrazos son unos pillos, o que la mayor parte de los líderes sindicales que le apoyan han llegado allí gracias a la manipulación y la corrupción; pero también sabe que es imposible mover a este país en confrontación abierta con los poderes reales.
Justo la pregunta que acaba de hacer Andrés Manuel López Obrador.
¿Cómo romper con eso? Desde luego, ayudaría una mejor política de controles que combata la impunidad de la que gozan estos pequeños hurtos, pero sobre todo un cambio en la estructura de valores. Lo cual nos lleva de regreso al tema del avión presidencial.
Ahora ya entendemos de que se ríe Javier Duarte en las foros que circularon hace dieciséis meses cuando era conducido por policías guatemaltecos a su primera celda.
No es cosa menor preguntarse quién o quiénes influyen en el mandatario de un país. Particularmente en uno en el que aún persisten fuertes rezagos presidencialistas. ¿A quién escucha Andrés Manuel López Obrador?
Algunos en la izquierda recibieron la noticia del encuentro con reservas. No todos le perdonan a Meade la dureza de sus acusaciones en contra de la activista Nestora Salgado, a quien denunció como secuestradora y facinerosa. Ella misma publicó un tuit después del desayuno afirmando que eso no eximia al ex candidato priista de ofrecerle una disculpa pública.
Sí, pero no. Es cierto que muchos de los servidores públicos son trabajadores diligentes que laboran largas horas, son eficaces y no lucran con el erario. Quizá son la mayoría. Personal de confianza que desempeña con responsabilidad y con orgullo las muchas tareas que realiza el sector público. Una comunidad profesional que conduce el día a día de las actividades que desempeña el Estado y, mal que bien, logra mantener el tinglado funcionando pese a todo. En conjunto esta burocracia técnica alta y media alta concentra un acervo importante de conocimientos, un corpus desarrollado a lo largo de los años tras largas curvas de aprendizaje, un destilado invaluable resultado del ensayo y el error. Áreas jurídicas, internacionales, financieras, ingenieriles y un largo etcétera.
En la medida en que toda la obra pública y la contratación de servicios y licitaciones se ejerzan a través de un solo canal en cada entidad federativa, más fácil resultará establecer controles y vigilar el desempeño de los funcionarios claves.
No sé ustedes, pero tras el triunfo de Donald Trump pasé varias semanas con la sensación de que en cualquier momento despertaría y descubriría que todo no había sido sino una pesadilla. Me resultaba increíble que un bufón ignorante y buleador hubiese ganado las elecciones de Estados Unidos. Que Donald Trump llegara a la Casa Blanca parecía un mal chiste, una trama de película de presupuesto B.
El tema no es si el arroz ya se coció (la ventaja de López Obrador es abrumadora) sino qué pasará con los negritos del arroz cocido. O dicho de otra manera, cuál es el país que vendrá a partir del día cero cuando la mayor parte de los votantes mexicanos conviertan al tabasqueño en el próximo presidente.
Ya hemos matado al PRI otras veces, pero en esta ocasión puede ser que nos cumpla. En el 2000 cuando el triunfo de Vicente Fox lo sacó de Los Pinos, muchos pensaron que los días del partido estaban contados. Quisimos creer que la pérdida de la presidencia equivalía a algo así como el desplome del muro de Berlín que arrastró en su caída a los partidos comunistas de Europa del Este. Pero el PRI demostró ser más resistente que el Soviet. Doce años más tarde, como todos sabemos, ya había regresado a Los Pinos de la mano de Enrique Peña Nieto.
Cada tres sexenios las elecciones presidenciales coinciden con el Mundial de Futbol. Una coincidencia que los políticos no van a desperdiciar. Sobre todo porque la última vez fue en 2006, y en ambos perdió el favorito: en futbol Alemania fracasó no obstante ser el país anfitrión (ganó Italia en la polémica final en la que expulsaron a Zidane); y en México perdió Andrés Manuel López Obrador, a pesar de ser favorito en las encuestas (ganó Felipe Calderón, en un resultado aún más polémico que el de la Copa del Mundo).
No se si López Obrador, AMLOVE, vaya a ser efectivamente el presidente del amor, lo que está claro es que no está dispuesto a convertirse en el presidente del odio o el rencor. No es un dato menor. El candidato que se presenta a sí mismo como el reivindicador de los olvidados y los oprimidos perfectamente podría asumirse como el portador de la venganza. No obstante, López Obrador ha elegido concebirse como el candidato del perdón. Pueden cuestionarse las implicaciones morales de su postura, pero no su cálculo político: mirar hacia delante y no hacia atrás es la única manera de intentar que la rabia se transforme en esperanza.
Solamente los seres que amamos están en condiciones de provocarnos un verdadero pesar, dice un viejo aforismo. Una paradoja tan cierta como dolorosa. Pero también funciona al revés en esos extraños giros que tiene la vida: el odio que alguien nos profesa puede ocasionar beneficios tan inesperados como satisfactorios. Por ejemplo, los votos adicionales que algunos multimillonarios están ofreciendo a Andrés Manuel López Obrador.