Jorge Alberto Gudiño Hernández
Sigo, pues, teniendo conflicto con las autoridades absolutas. Parten de una premisa falsa: su simple existencia valida su poder sobre el otro.
También, y he aquí un nuevo problema, un crecimiento exponencial de aparatitos para fumar. Mismos que, además, se usan en todos lados.
Uno se entera pronto de que es debido a que el autor la escribió a los 80 años: poco más de 10 antes de morir. La entregó a sus editores y les pidió que la guardaran para publicarla de forma póstuma.
Pensar en contener dentro de la jaula de cierta corrección a un autor con imaginación desbordada suena mucho más ruin que todo el daño imaginario que, para sus detractores, podría hacer la lectura de un texto en donde se le dice gordo a un niño que, en efecto, es gordo.
Así que me conformo con un listado diferente: el de todos los libros que he leído. No tengo idea cuáles son ni cuántos. Sé que en esa sucesión de títulos y autores hay huecos, borrones, lecturas incompletas, repeticiones y muchas horas placenteras.
Escriben y asumen que su texto está bien aunque no lo hayan planeado ni leído y sea el producto de un ejercicio del momento. Supongo que es muy probable que asuman algo similar en otras materias o actividades: ellos hacen bien las cosas a la primera. Y, cuando se topan con la realidad de que no fue así, encontrarán algún pretexto para justificar el fallo.
Todo lo que sucede en las academias de futbol, durante los entrenamientos, las historias personales que llevan a algunos a apostar su futuro por la posibilidad de una carrera para sus hijos, los sacrificios que se hacen y lo que se vive en los torneos, da para mucha literatura.
“Es curioso cómo se puede dividir el consumo de libros a partir de tres etiquetas en las que podría caber el mundo”.
“(…) preferiré votar por el político que reconoce que el problema era grande, que hizo todo por solucionarlo, que cometió errores pero que también intenta resolverlos, que por aquél que hace todo lo posible por limpiar su imagen pública, que elude la responsabilidad, que señala a otros y pone pretextos o encuentra soluciones que, claramente, no resuelven el problema”.
La pausa reflexiva, empero, es positiva. Y da igual si depende de un giro de la Tierra alrededor del Sol o de una necesidad básica por pensar en torno a nosotros mismos.
Un alumno que niega, frente a la evidencia contundente, que plagió un trabajo, difícilmente podrá ser considerado para alguna suerte de excepción. Si, más aún, esgrime argumentos inverosímiles que incluyen viajes en el tiempo o absurdos mayúsculos, provocará una molestia mayor en quien evalúa. Si, exagerando, utiliza sus influencias, creará una situación casi insostenible que, al volverse pública, terminará condenándolo.
Al margen de la exculpación, el sistema bancario no suele tratarnos bien. A los que menos lo entienden que, además, son sus clientes más antiguos, los deja bastante indefensos.
“Uno asume que los legisladores, encargados de aprobar o rechazar esas leyes, las entienden a cabalidad. Para entenderlas, tendrían que haberlas leído, discutido, confrontado, dialogado y demás”.
“Así que no, las derrotas de México en los mundiales no son un reflejo directo de lo que sucede en nuestro país, no se puede politizar de esa forma ni llegar a esa conclusión de forma directa”.
Conozco y he esgrimido (también lo lamento) los argumentos en contra del fanatismo, de dar importancia a algo que nos es ajeno.
Para lo cotidiano, para lo que importa, pertenecemos a grupos más pequeños.