Jorge Javier Romero Vadillo
En esta campaña, como suele ocurrir en México, ha habido mucho ruido y pocas nueces en lo que se refiere a propuestas creíbles y viables respecto a los grandes problemas nacionales. Pero me ha sorprendido la manera en la que todos los candidatos presidenciales han eludido el tema que ha dominado la vida del país durante más de una década: la brutal violencia que aflige a amplios grupos de la sociedad mexicana, en magnitudes similares a las de una guerra civil. Tampoco los pretendientes parecen hacerse cargo del desastre de la procuración y la impartición de justicia que ha caracterizado a México a lo largo de su historia y que es hoy uno de los principales obstáculos para enfrentar la desigualdad y para impulsar la inversión y el crecimiento.
Mujeres, buena parte de ellas niñas o adolescentes, que migran del campo para huir de la miseria de sus lugares de origen y se trasladan a las ciudades para dedicarse a las labores domésticas por sueldos bajísimos en condiciones que no pueden causar otra cosa que repulsión. Alojadas en cuartuchos oscuros, segregadas de la vida de la familia que las emplea, con horarios de sol a sol o más, sin prestación alguna, pues carecen de acceso a la salud, al sistema de pensiones o a cualquier otro beneficio de la seguridad social, como guarderías o ahorro para la vivienda, sin acceso a los servicios financieros, muchas veces alimentadas de las sobras de lo que comen sus patrones, estas legiones de mujeres trabajadoras conviven como sombras en las casas de las familias "acomodadas" y son tratadas con desprecio y racismo.
La participación religiosa en la política de toda Latinoamérica ha sido constante y ha evitado el avance de los derechos de las mujeres y de las comunidades de la diversidad sexual, al tiempo que ha ayudado a sostener políticas públicas tan evidentemente fallidas como la prohibición de las drogas y ha impactado negativamente en la educación. En El Salvador, por ejemplo, ha impedido que incluso los gobiernos de izquierda puedan atemperar la prohibición absoluta del aborto, que ha llevado a muchas mujeres a la cárcel.
El empeño de López Obrador fue uno de los temas de su encuentro con un grupo de periodistas organizado por Milenio. Jesús Silva–Herzog Márquez lo cuestionó duramente sobre el asunto y le preguntó si pretendía acabar con la autonomía de las universidades públicas al imponerles desde el gobierno un mecanismo de aceptación de estudiantes. Esto provocó un intercambio posterior de tuits entre el profesor de la escuela de gobierno del Tec de Monterrey y Andrés Lajous, candidato a doctor en sociología por la Universidad de Princeton y que ha manifestado claras simpatías por el proyecto de Andrés Manuel.
Un mejor resultado sería un triunfo apretado, sin mayorías en el congreso, que forzara a las negociaciones y los pactos.
El tópico se repite: los partidos son unos abusivos que medran con los recursos públicos; es injusto que con el dinero de todos se financien las actividades de grupos de interés particular y cada partido debería fondearse con lo recaudado entre sus integrantes y simpatizantes. Sobran los opinadores que claman por dejar de darles dinero a unas organizaciones parasitarias y sus clamores hacen mella en la sociedad, que mayoritariamente ve mal que a los partidos se les asignen partidas presupuestales para su funcionamiento cotidiano y para hacer campaña.
El Partido Encuentro Social, con el que ha hecho alianza Andrés Manuel López Obrador rumbo a las elecciones presidenciales de julio, obtuvo su registro apenas hace cuatro años. Había cumplido los intrincados requisitos de ley, que incluyen la movilización de una cantidad ingente de personas en asambleas constitutivas distritales o estatales, con relativa facilidad, gracias […]
El mecanismo funcionaba porque las instancias encargadas de procurar justicia, lo mismo que la judicatura, estaban subordinadas al poder. Los procuradores no eran otra cosa que ejecutores de la voluntad de los gobernadores o del presidente de la República, mientras que los jueces eran clientes de los tribunales superiores o de la Suprema Corte, cuyos integrantes también le debían el puesto y estaban subordinados al ejecutivo.
El lunes en Reforma Roberto Zamarripa lo decía bien: el PRI sobrevivirá a su debacle renaciendo en el resto de los partidos. La abrumadora mayoría del material memético de la política mexicana proviene del big bang priísta. Incluso el núcleo duro del PAN histórico desarrolló sus prácticas en el marco institucional del antiguo régimen y solo un puñado de históricos de la izquierda proviene de grupos excluidos del arreglo autoritario.
La fuerza política del SNTE, siempre fiel al PRI, se autonomizó cuando su dirigente rompió con el antiguo partido oficial, entonces en desgracia
Uno de los grandes problemas de la educación en México es que la catástrofe afecta incluso a las elites. No es necesario revisar los resultados de la prueba PISA –donde el diez por ciento más rico de la población mexicana obtiene resultados por debajo del promedio de la OCDE– para constatarlo.
Entonces el policía bajó a la fuerza el cristal de la ventana del auto, abrió la puerta, me esposó y me arrastró a la patrulla donde comenzó a pegarme con el tolete debajo de la oreja izquierda con violencia iracunda. Antes de perder el sentido llegué a preguntarle que por que me pegaba. Cuando recuperé el conocimiento estaba en un calabozo de la delegación Benito Juárez sin zapatos y ensangrentado. Pedí que me dejaran hacer una llamada y el personaje que recorría las celdas me dijo que eso sería cuando a él le diera la gana. Finalmente, a las diez de la mañana pude hacer la llamada a la que supuestamente tenía derecho.
El caso que ha presentado públicamente el gobernador de Chihuahua, en el que destapa una compleja trama para trasladar recursos del erario federal a las campañas electorales del PRI con la complicidad de su antecesor en el cargo, pero también de otros gobernadores, resulta a simple vista verosímil.
Meade se muestra aturullado: no sabe qué decir o cómo decirlo; es evidente su falta de oficio político, formado como está en los entretelones de la burocracia, donde lo que domina, en todo caso, es la politiquería. No ha sido capaz de esbozar un proyecto propio y no ha hecho otra cosa que lastrar su campaña con el apoyo de los sectores más retrógradas del partido que lo ha hecho suyo, como él mismo le pidió en el momento inicial de su postulación.
La única vez que López Obrador ha ocupado un cargo de gobierno, actuó con pragmatismo y usó los mecanismos del régimen patrimonial y el sistema de botín de la administración como cualquier otro político mexicano de los de siempre, aunque dicen que él personalmente no se enriqueció. Pero bien que usó el cargo para allegarle recursos a su primer intento de asalto a la presidencia. Lo más probable es que si en este tercer asalto logra ganar, su presidencia no sea nada excepcional, más allá de su retórica indigesta de predicador de pueblo.
La relación con la prensa se consolidó con base en incentivos institucionales e intercambios mutuamente provechosos, aunque no escritos.