Jaime García Chávez
López Obrador ha traicionado la rica herencia que en esta materia nos dejó el liberalismo mexicano del siglo XIX, en particular la experiencia de una década de la República restaurada; pero sobre todo ha abandonado su ofrecimiento de que respetaría a jueces, magistrados y ministros para marcar un contraste con otros tiempos en los que se actuó por consigna, o bien de manera inane frente al arrollador poder presidencial.
"Si recuerdo eso es porque me ata a la política pasión igual que la que amarra al pintor a su paleta y al lienzo, al músico a su pentagrama y las partituras y a los poetas a la palabra que vale oro y diamante y nunca a dinero".
Uno de los aspectos de mayor significación es la relación de las Fuerzas Armadas mexicanas con el poderoso aparato militar de los Estados Unidos, donde se han formado no pocos de los mandos nacionales, desde la etapa de la Guerra Fría hasta el día de hoy.
Con la juventud de Katharina se explica que había desinterés por un régimen político, pero no resistencia, hartazgo como el que luego hemos visto entre nosotros con la política durante los últimos años. ¿Manipulación o entendimiento de lo que hay?, se pregunta puntualmente la autora.
En contraste con el encuentro que tuvo con Sheinbaum, la Convención propuesta por Cárdenas, si aún se recogiera la iniciativa y el documento aludido, por sí solos, al convertirse en un esfuerzo colectivo, integrador, abierto, sería sin duda una iniciativa con máxima pertinencia y oportunidad en este momento.
En todo esto no está de más reivindicar el principio histórico de la separación de las iglesias y el Estado, obra de Juárez y los liberales del siglo XIX, pero que no llegó sola sino de la mano de separarlo también del poder castrense, que ahora recorre como fantasma todo el país.
Sirva lo anterior como un mero contexto para referirme al discurso de Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de Morena, que se afana en decir que preservará el “legado” de López Obrador, retórica con la que se rinde ese culto a un político que debe ir de salida, aunque sus desplantes nos hablen de otra cosa, y que se preocupa mucho, narcisistamente, por el lugar que va a ocupar en la historia.
Las encuestas y las tómbolas son un remedo y un sofisma, porque no sustituyen la voluntad ciudadana militante y la verdad dista mucho de estar presente a la hora de tratar de encuadrar personalidades con historias, candidatos con su propio pasado.
Siempre he pensado que en sus orígenes el Ejército mexicano tiene una raíz popular inocultable. Ojalá nunca se abandone, pero esto está en riesgo como nunca antes.
Para mí está claro y por eso lo comparto: la iniciativa de reforma judicial, más allá del destino que corra en el Legislativo, distrae para buscar culpables y construir la imagen de un Presidente impoluto que lo intentó todo y bien, pero los encargados de la justicia lo boicotearon.
Por circunstancias como esta, y porque el ciudadano de a pie, a veces espectador pasivo, es el que siempre resulta perdedor, es que sigo pensando que el poder es el problema.
Para López Obrador lo importante es el mensaje de que se seguirá gobernando como él lo concibe, instrumento muy importante en potencia para tornarse el hombre fuerte de México, o un factor inequívoco de poder en la Nación, así esté recluido en su finca tabasqueña.
Hoy, ni la obra filosófica de Lenin se sostiene, y mucho menos sus propuestas contrarias a la democracia en favor de la “dictadora del proletariado”, de la que habló Marx de manera más que escasa. A nombre de esta visión se dijeron millones de cosas sin fundamento concreto alguno que le diera validez ética.
El libro, además, no se propone alternativa ante esos poderes y esos dioses. La obra se resume en una divisa: hay que meditar y todos podemos hacerlo.
"No es de ninguna manera que frente a la publicación del convenio PRI-PAN, que está en el fondo del litigio, haya quedado estupefacto, boquiabierto y mucho menos sorprendido".
Está de sobra decir que en nuestro país hay juristas de garra y empaque que pudieron ser postulados por el Presidente y aceptados por unanimidad en el Senado. Pero no son de Morena.