Jaime García Chávez
En contraste con el encuentro que tuvo con Sheinbaum, la Convención propuesta por Cárdenas, si aún se recogiera la iniciativa y el documento aludido, por sí solos, al convertirse en un esfuerzo colectivo, integrador, abierto, sería sin duda una iniciativa con máxima pertinencia y oportunidad en este momento.
En todo esto no está de más reivindicar el principio histórico de la separación de las iglesias y el Estado, obra de Juárez y los liberales del siglo XIX, pero que no llegó sola sino de la mano de separarlo también del poder castrense, que ahora recorre como fantasma todo el país.
Sirva lo anterior como un mero contexto para referirme al discurso de Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de Morena, que se afana en decir que preservará el “legado” de López Obrador, retórica con la que se rinde ese culto a un político que debe ir de salida, aunque sus desplantes nos hablen de otra cosa, y que se preocupa mucho, narcisistamente, por el lugar que va a ocupar en la historia.
Las encuestas y las tómbolas son un remedo y un sofisma, porque no sustituyen la voluntad ciudadana militante y la verdad dista mucho de estar presente a la hora de tratar de encuadrar personalidades con historias, candidatos con su propio pasado.
Siempre he pensado que en sus orígenes el Ejército mexicano tiene una raíz popular inocultable. Ojalá nunca se abandone, pero esto está en riesgo como nunca antes.
Para mí está claro y por eso lo comparto: la iniciativa de reforma judicial, más allá del destino que corra en el Legislativo, distrae para buscar culpables y construir la imagen de un Presidente impoluto que lo intentó todo y bien, pero los encargados de la justicia lo boicotearon.
Por circunstancias como esta, y porque el ciudadano de a pie, a veces espectador pasivo, es el que siempre resulta perdedor, es que sigo pensando que el poder es el problema.
Para López Obrador lo importante es el mensaje de que se seguirá gobernando como él lo concibe, instrumento muy importante en potencia para tornarse el hombre fuerte de México, o un factor inequívoco de poder en la Nación, así esté recluido en su finca tabasqueña.
Hoy, ni la obra filosófica de Lenin se sostiene, y mucho menos sus propuestas contrarias a la democracia en favor de la “dictadora del proletariado”, de la que habló Marx de manera más que escasa. A nombre de esta visión se dijeron millones de cosas sin fundamento concreto alguno que le diera validez ética.
El libro, además, no se propone alternativa ante esos poderes y esos dioses. La obra se resume en una divisa: hay que meditar y todos podemos hacerlo.
“No es de ninguna manera que frente a la publicación del convenio PRI-PAN, que está en el fondo del litigio, haya quedado estupefacto, boquiabierto y mucho menos sorprendido”.
Está de sobra decir que en nuestro país hay juristas de garra y empaque que pudieron ser postulados por el Presidente y aceptados por unanimidad en el Senado. Pero no son de Morena.
Las herencias y los legados no siempre son honrados, y mucho menos afortunados, por quienes suceden a sus fundadores. Ahora esa revista es dirigida por Beatriz Pagés, a quien pudiéramos catalogar como una pésima albacea.
El de la jornada laboral es un tema complejo, pero ahora me quiero referir a él utilizando el refrán de que el buen juez por su casa empieza. En el sector público y también en la burocracia, los trabajadores de confianza son sometidos a jornadas excesivas…
En etapa muy temprana escribió un libro que en su momento tuvo una importancia relevante, tanto por la hondura de su investigación como por la relevancia que cobraron sus conocimientos e información a la hora de convertirse en un hombre poderosísimo al lado de Nixon, que como se sabe, cayó por el escándalo Watergate.
Sostengo que López Obrador no quiere una Corte como la juarista, sino que su modelo es el del porfiriato.