Jaime García Chávez
Ahora que el Gobierno estatal de María Eugenia Campos Galván es francamente débil y prácticamente abúlico, los universitarios de la casa superior de estudios de la frontera tendrán la oportunidad de tomar una decisión libre y que atienda a los intereses de Ciudad Juárez.
Este foro podría proclamar un pronunciamiento inicial que marque pautas y lineamientos, hasta donde sea posible, respetando a todos sus adherentes y significándose por pretender un espacio de interlocución que centre sus objetivos en la ciudadanía, que siempre debe estar presente y actuante.
“Mario Delgado no es la persona indicada para ponerla al frente del ramo administrativo de la educación”.
Ahora que está libre (pienso que siempre lo ha sido), el destino de Assange seguramente estará marcado por su trabajo en los medios, probablemente en un tono más moderado.
Durante la etapa que fue Gobernador, convirtió la lucha anticorrupción en un desplante de contradicciones personalistas, condujo los aparatos de justicia de manera caciquil y aberrante, y la abulia y desinterés por sus responsabilidades fue notoria y así lo califica la opinión pública del Estado.
Si bien a sus sepultureros Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva se les puede tildar, sin exceso, de ser unos miserables, eso no exime de la tarea de explicar el porqué sus grandes dirigentes y fundadores también contribuyeron a la debacle.
Hasta ahora, si atendemos a la historia y la ciencia política, la tipología de su liderazgo es tal que resulta difícil creer en sus palabras. Es tal su simbiosis con el poder que resulta casi imposible concebirlo en abstinencia del mismo.
Siempre será motivo de alegría entregar una obra para su lectura. Uno ignora si será perdurable y trascendente o pasará al olvido que todo lo devora. Por lo que me toca, ya no seré testigo ni de una cosa ni de la otra.
No faltaban en los círculos norteamericanos del poder quienes perpetraban golpes de Estado, como los que se dieron en abundancia en Latinoamérica, algunos sofocando gobiernos democráticamente electos.
López Obrador ganó no para que se impusiera una especie de opio de la historia, sino para corregir los efectos de esa narrativa, y eso es lo que está por toda una etapa sujeta al escrutinio público, no tanto el registro del Presidente en los anales de la historia que tanto le preocupa.
“Por eso como en los viejos tiempos, aún es oportuno insistir que lo que no hagan los trabajadores por sí mismos no lo hará nadie, ni conviene que lo hagan”.
México requiere fortalecer y consolidar sus relaciones con el mundo, por ejemplo con los EU, China, la Comunidad Europea, y sobre todo con la región latinoamericana y del Caribe. Pero eso no se puede hacer a partir de los pulmones mañaneros de un Ejecutivo anclado en lo peor de la pasta demagógica.
López Obrador ha traicionado la rica herencia que en esta materia nos dejó el liberalismo mexicano del siglo XIX, en particular la experiencia de una década de la República restaurada; pero sobre todo ha abandonado su ofrecimiento de que respetaría a jueces, magistrados y ministros para marcar un contraste con otros tiempos en los que se actuó por consigna, o bien de manera inane frente al arrollador poder presidencial.
“Si recuerdo eso es porque me ata a la política pasión igual que la que amarra al pintor a su paleta y al lienzo, al músico a su pentagrama y las partituras y a los poetas a la palabra que vale oro y diamante y nunca a dinero”.
Uno de los aspectos de mayor significación es la relación de las Fuerzas Armadas mexicanas con el poderoso aparato militar de los Estados Unidos, donde se han formado no pocos de los mandos nacionales, desde la etapa de la Guerra Fría hasta el día de hoy.
Con la juventud de Katharina se explica que había desinterés por un régimen político, pero no resistencia, hartazgo como el que luego hemos visto entre nosotros con la política durante los últimos años. ¿Manipulación o entendimiento de lo que hay?, se pregunta puntualmente la autora.