Jaime García Chávez
Juan XXIII invitó a Hans Küng a ese Concilio que buscó respuestas de la iglesia a la vida moderna en un mundo que, en un mismo siglo, padeció la barbarie de dos guerras mundiales, el azote de los totalitarismos, las guerras de descolonización, el desenfreno de un capitalismo imperial, las insurgencia de las mujeres y de las juventudes de todo el mundo y una Guerra Fría que amenazaba pertinazmente la conflagración nuclear.
No está demás decir que, como una reacción al oleaje neoliberal en el mundo, han surgido liderazgos con esas notas hasta en los más altos niveles del Estado y, a mi juicio, presentes en la persona del Ejecutivo federal.
Se dice heredero de Juárez (..) pero la realidad lo acerca a un presidencialismo porfírico, con Congreso obsequioso y jueces, magistrados y ministros obligados a congraciarse con el gran poder de Palacio Nacional.
López Obrador acaba de sacar de la bolsa de su pantalón su pañuelo blanco para izarlo en señal de que la corrupción se ha terminado, dando como prueba que él, personalmente él, no es corrupto, y que eso basta.
Ese desconocimiento no es de ninguna manera ignorancia absoluta, pero sirve para colocarse a la hora de las conclusiones del lado de los intereses mayoritarios de la gente, de los cuales están están distantes los partidos dominantes, y sin duda sus candidatos.
Aunque aparentemente se trata de un gasto menor, cabe la pregunta: ¿Nos debe preocupar este trabajo, su contenido, su finalidad, entregado a un adherente, casi fanático, del Gobierno actual?
El viernes pasado se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma a la Constitución General de la República, en especial su Artículo 108, que pasada la última fase de la aprobación de las legislaturas locales, permitirá proceder penalmente contra el Presidente de la República por delitos por los que podría ser enjuiciado cualquier ciudadana o ciudadano.
Es detestable simular humildad cuando se confiesa haber estado al cuidado de todo un equipo médico de alto nivel, impensable para cualquier mexicano de a pie.
La moral política que se sustenta en el descarnado éxito conduce a la incomprensión de procesos políticos y sociales que han de llegar como necesarios e imprescindibles. A final de cuentas se trata de un criterio, o medida, propia del más desacreditado de los utilitarismos.
Cuando a la caída del Muro de Berlín se proclamó el “fin de la historia”, empezó una época en la que sin tapujos de ninguna índole el “empresario” se convirtió en el paradigma de todo.
La candidatura independiente que busco, apoyado en un equipo humano abnegado y altruista, es realmente el ejercicio más democrático imaginable en la búsqueda de un apoyo de 85 mil ciudadanos.
Es difícil, por decir lo menos, hacer política desde la izquierda democrática en un país altamente polarizado.
Wikileaks es, si se puede decir, una entidad ciudadana autónoma, sostenida por donantes de todo el mundo y apoyado en otros proyectos que comparten su espíritu libertario en el mundo digital.
La moraleja ya se puede aventurar, por decirlo de manera leve: lo peor vino en el posprianismo.
En política interior un tercio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya marcó tendencia, lo que permite balances que ya empiezan a brotar y provocarán –así lo creo– una deliberación de fondo sobre el destino de la república. Ese balance hoy se hace desde afuera de los partidos, ocupados como están en salir del hoyo en el que se encuentran, luego de la elección de 2018, por un par de razones: los que perdieron, porque perdieron; los que ganaron, porque ganaron.
Hay una vacuna para el hambre, la pobreza, la desigualdad y posiblemente –si se toma en serio– para el cambio climático, así como para muchos de los otros males que enfrenta la humanidad. El nombre de esa vacuna es “derechos humanos”.