Guadalupe Donají Zavaleta
El misterio de la máscara de serpiente es un enigma que se inscribe entre las piedras de las pirámides mayas, con personajes únicos que, ante todo, nos hacen parte de la aventura. Después de leerlo en la biblioteca de la escuela, mis padres me regalaron un ejemplar que perdí en no sé qué mudanza. Por una razón u otra, volvió a mis manos en medio de la posibilidad de un viaje, y lo releo tratando de revivir las emociones que sentía de niña,
El ensayo de Óscar de la Borbolla, así como las fotografías de Jorge Lépez Vela nos presentan dos maneras nuevas de repensar nuestra relación con el mar, ambas profundamente íntimas. Frente a la inconmensurabilidad parece que no podemos más que intentar comunicar la experiencia individual que al mar nos enfrenta.
El cuerpo es devenir constante. De ahí parten los diálogos y los cuestionamientos de los autores de este libro. “Vivirlo —dice Kraus— implica ir y regresar, demoler y construir, preguntar para nunca dejar de preguntar. Vivirlo es sinónimo de movimiento; habitarlo es recorrer las hojas de los años sin saber cuándo fue ayer y cuándo será mañana” (p. 9).
En las primeras páginas de la revista Circo. Arte y poesía de Artes de México, en la habitual descripción de la portada, se lee que “la carpa es la piel del circo y, como toda piel, es frontera. Es línea divisoria entre la realidad cotidiana y el territorio de ensueño y maravilla”.
Traspasos es un libro de pisadas, pasos en falso, escalones, vías de tren, arquitecturas del pie y del tránsito por el mundo. Es un libro de viajes poco convencional que se cifra en las huellas de un andar constante. Aquí, dialogan las fotografías de Antonio Zirión con la escritura de Verónica Gerber Bicecci.
Ibarra nos lleva de la mano por el laberinto creativo que propone el artista. Los caminos que lo constituyen son tan distintos que nos muestra obras representativas de su labor en la arquitectura emocional; la gestión cultural de exposiciones que acercaron a la comunidad mexicana con la escena internacional de arte; su postura rebelde como Hartista harto de la producción artística de su época; sus incursiones en la poesía concreta y el lenguaje particular que desarrolló, sobre todo, en placas de oro. No sólo eso, sino que, desde el recuento que hace de los proyectos de Goeritz, nos invita a recorrer nuestra propia ciudad laberíntica.
En estas páginas podemos mapear la ciudad a partir de una multiplicidad de perspectivas y líneas del tiempo. Hay, por ejemplo, reencuentros con “Oaxacas” visitadas desde la memoria, crónicas, descripciones, cuentos, ensayos sobre la producción artística; todo un esfuerzo por encontrar los detalles que harán aparecer la ciudad que cada uno imagina. Los autores reconstruyen su propia Oaxaca, y todas ellas, invisibles, conviven con la material.
Las fotografías de Andrade son parte de una (auto)exploración a partir de lo microscópico. Sus reflexiones en torno al Libro de las mutaciones desembocan en una fotografía por cada uno de los 64 hexagramas posibles. Son resultado de sus observaciones en el Jardín Botánico Regional Roger Orellana.
El lente hace énfasis en escorzos de cuerpos vegetales, torsos en serpentinata, pliegues de un abdomen, invaginaciones, vulvas, labios. El cuerpo se evidencia por partes, su desnudez es tangible. Las texturas que recrean las fotografías de este ensayo emulan los accidentes del cuerpo; se juega con la (semi) desnudez, con los juegos de ocultar y mostrar que son propios del erotismo.