Ghada E. Martínez
Para algunos lectores el tema puede resultar desconcertante o incluso perturbador, aunque la cosmovisión mexicana es famosa por sus representaciones festivas y satíricas de la muerte. En otros países las imágenes que nos son cotidianas pueden resultar violentas. Ruy Sánchez incluso enfatiza cómo a Ray Bradbury le pareció muy inquietante ver a un niño mexicano morder con despreocupación una calaverita de azúcar con su nombre grabado en la frente.
Las connotaciones de las flores en Mesoamérica son muy variadas y complejas. Hay brotes que son alusiones en ofrendas, rituales, calendarios, danzas, atavíos. En las lenguas indígenas, la flor se asocia a la poesía, al arte, la belleza, la danza y a los cantos, como se refleja en los versos de Nezahualcóyotl. También simboliza la comunidad, el poder de la palabra, la búsqueda del alma, la guerra y el sacrificio. De igual manera, las plantas eran fuente invaluable de conocimiento y sanidad. Sin embargo, los pueblos sabían que aunque existen flores exóticas, con perfumes embriagadores y placenteros, al final todas se marchitan para renacer una y otra vez. La sabiduría indígena reconocía la tragedia de lo efímero, pero reconocía en las flores y los cantos razones poderosas para disfrutar la vida.
¿Qué sería de las ciudades mexicanas sin los rótulos que adornan tienditas, tlapalerías, tortillerías y carnicerías? Mensajes ingeniosos y coloridos, caricaturas burlonas, a veces grotescas o albureras; murales populares que nos obligan a mirar el negocio que promocionan y que demuestran el ingenio y agudeza característicos del mexicano.
La historia que cuenta el libro está irremediablemente ligada a los recuerdos de infancia de Ilán, que pasaba horas de diversión recorriendo el museo cuando era niño. Me lo imagino corriendo por los pasillos en penumbras del museo; un niño pequeño en un mundo enorme. Me lo imagino acercándose con cuidado a las vitrinas, a los dioramas; fascinado, queriendo tocar. Imagino su temor ante los rostros petrificados de animales que sólo había visto antes en fotos, libros o televisión. Paisajes en miniatura, colmillos amarillentos, pieles opacas, ojos vidriosos: calcas extrañas de una realidad lejana.