Francisco Ortiz Pinchetti
No les bastó el desastre electoral sufrido por su partido en las pasadas elecciones. Tampoco el surgimiento de una fuerza descomunal encabezada por Andrés Manuel López Obrador que tiene ya copados todos los espacios de poder en este país. Ni la acumulación de escándalos en los que han sido protagonistas sus dirigentes y militantes. Los panistas siguen como si nada, en pos de su tajada política, así sea miserable.
“La confusión cunde, en la plaza [De las Tres Culturas] y en la terraza [del Edificio Chihuahua]. Hay gritos, carreras, ruido. Miro a la plaza y veo una dramática desbandada; pero no puedo seguirla presenciando: a nuestras espaldas –ascendiendo por la escalera que yo había utilizado media hora antes– tenemos a numerosos individuos armados con metralletas y pistolas. Visten ropa de civil. Gritan nerviosamente. La confusión es terrible”, dice Francisco Ortiz Pinchetti, en esta crónica del 2 de octubre de 1968.
Basta con que uno comente a familiares, amigos o compañeros de trabajo el ser víctima de un simple resfriado, como es mi caso actual, para recibir a cambio una andanada de remedios infalibles para curar ese mal.
Buena señal envía Claudia Sheinbaum Pardo al colocar como prioridad de su administración el tema del suministro de agua potable para la capital.
Cada año, entre finales de agosto y principios de septiembre, mis padres apartaban una mañana para ir al mercado de La Merced a comprar las nueces para la nogada.
No es precisamente positivo el balance del comportamiento asumido por los legisladores de Morena en su primera semana de ejercicio. Sus opositores piensan que demasiado pronto enseñaron el cobre. Y es que en unos cuantos días presenciamos un espectáculo decepcionante en la que no faltaron los escándalos y enfrentamientos entre ellos mismos, el agandalle de posiciones y un vergonzoso cambalache para hacerse de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y quedarse no sólo con la Mesa Directiva, sino también con la Junta de Coordinación Política y asegurarse el control total de ese órgano durante los tres años de esta legislatura.
Ocurrió nuevamente. Alberto Flores Morales, de 53 años de edad, y Ricardo Flores Rodríguez, de 22, que presuntamente se habían robado a dos niños en Acatlán de Osorio, un municipio de la sierra mixteca de Puebla, fueron quemados vivos. Los dos hombres habían llegado a la comunidad de San Vicente Boquerón a bordo de una camioneta y la gente los señaló como robachicos. Aunque la Policía Municipal los resguardó en la Presidencia, la gente se enardeció y se los arrebató. Luego de golpearlos y amarrarlos, les rociaron gasolina y les prendieron fuego estando todavía vivos. Los dos hombres murieron y las autoridades municipales no intervinieron.
Quienes claman por el encarcelamiento de Enrique Peña Nieto debieran tener presente que para enjuiciar a cualquier persona se requiere que haya una demanda penal en su contra y tener pruebas de su presunta culpabilidad. No basta con el señalamiento público ni las denuncias de activistas o políticos en los medios. Un caso típico es el de Carlos Salinas de Gortari, que fue acusado de mil infamias. Se hizo célebre su imagen pública en la caricatura de un pelón que huía con un costal de dinero sobre el hombro. Y 30 años después de dejar el cargo el ex presidente vive en libertad y tan campante: nunca se probó nada en su contra.
Era de esperarse que el pelotero de Macuspana tuviera entre sus planes de gobierno el rescate de su deporte favorito.
Por supuesto existen claras similitudes entre los casos del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y la dirigente magisterial Elba Esther Gordillo Morales, “La Maestra”. Ambos alcanzaron inmenso poder en sus respectivos emporios sindicales y los dos fueron finalmente víctimas –independientemente de sus fechorías evidentes– de una venganza política que los privó de su libertad, al primero durante ocho años y a la segunda durante cinco años y medio.
El mito de la “caída del sistema” ha desvirtuado totalmente lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 1988 y ha permitido a Manuel Bartlett Díaz escabullirse cínicamente para evadir su evidente responsabilidad.
Hoy, 28 años después, Ortega Saavedra se ha convertido en un dictador corrupto y represor que ante las protestas ciudadanas iniciadas el pasado 11 de abril a raíz de una controvertida reforma constitucional, ha respondido con la fuerza bruta. El resultado hasta ahora de más de 300 civiles muertos.
El inesperado aval dado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) al mexicanísimo pozole como un alimento sano y nutritivo, recomendable, tuvo repercusiones espectaculares. Prácticamente todos los medios de comunicación lo destacaron y el tema llegó a ser viral en redes sociales. Este hecho confirma que se trata de un platillo sumamente popular en nuestro país, pero como en el caso de otros era víctima de una suposición infundada. E injusta.
Hace justo tres años, en el marco de la contienda por la presidencia nacional del PAN de 2015, escribí en este espacio que ese partido había perdido su esencia luego de 12 años de ejercer la Presidencia de la República. Javier Corral Jurado, contrincante de Ricardo Anaya Cortés por la dirigencia en ese entonces, basó su campaña en un llamado a la militancia panista para rescatar al partido fundado por Manuel Gómez Morín en 1939. Opiné entonces que, aunque era encomiable su empeño, la verdad era que el chihuahuense llamaba a restaurar a un PAN inexistente.
Hay que reconocer que Andrés Manuel López Obrador fue lo suficientemente ambiguo durante sus años de campaña como para atraer a su causa tanto a activistas radicales como a sobrevivientes del nacionalismo revolucionario, ex militantes extremistas, intelectuales progresistas, oportunistas irredentos, luchadores sociales, demócratas sinceros, socialistas frustrados y, por millones y millones, ciudadanos indignados. Supo darles a todos ellos una esperanza diferente, a la vez que dispar, sobre todo en la parte final de su campaña, los temores fundados sobre su autoritarismo y su radicalismo históricos. Su dilema hoy es cómo responder a tan disímbolas expectativas.
Nos dicen muy en serio las autoridades del INE que la llamada veda electoral, los tres días previos a la votación en los que se prohíbe la propaganda electoral y la difusión de encuestas, es un período que los ciudadanos debemos dedicar a la reflexión sobre el sentido de nuestro voto.