Francisco Ortiz Pinchetti
Y es que desde que comenzó la pandemia, los servicios de salud de rutina fueron reorganizados o interrumpidos y muchos dejaron de brindar atención a las personas en tratamiento contra enfermedades como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, males renales y diabetes.
Los cirqueros, en efecto, son gente decente. Se ganan la vida de manera honorable.
Ser reportero en la pandemia implica, además de los atributos normales que requiere esa actividad, como un insaciable afán de investigar y descubrir la verdad, cierta temeridad para enfrentar los inminentes riesgos del contagio y sus consecuencias, en un país donde cada día hay un promedio de 6 mil nuevos casos confirmados oficialmente.
Los productos anti COVID-19 invaden también, publicitariamente hablando, periódicos, revistas, sitios digitales. Colman el Internet y se cuelan por Twitter o Facebook e Instagram. Se les encuentra en portales de venta en línea, como Mercado Libre o Amazon.
Es el único caso hasta ahora por el que el expresidente de la República –acusado de mil corruptelas en medios y redes–, pudiera realmente ser encarcelado. Así de clave.
Todo esto de las mentiras viene a cuento a partir de la genial intervención del auto llamado periodista Carlos Pozos, mejor conocido como Lord Molécula, que hace unos días irrumpió por enésima vez en la conferencia de prensa matutina del Presidente para pedir micrófono en mano que la Secretaría de Gobernación exhorte (sic) a otros periodistas (sic) a abstenerse de decir “mentiras falsas” (recontra sic) sobre el titular del Ejecutivo federal.
Ante esa realidad, no veo otra opción que tratar de acostumbrarse a la cuarentena, cuyo fin ni siquiera se vislumbra"
Una propuesta en tal sentido es la Renta Básica Universal (RBU). El tema ha vuelto a surgir incluso a nivel internacional a raíz de la pandemia, como una posible respuesta de fondo a la situación vulnerable de los pueblos en desarrollo, literalmente azotados por la crisis económica derivada de la contingencia sanitaria que vivimos.
No sé si la paciente impaciencia dure lo suficiente para no caer en la desesperación, mientras la maldita curva empieza a caer.
Claro que el fenómeno de las ratas hambrientas no es privativo de nuestra ciudad. Ocurre en todas y en todos los países.
“Íbamos muy bien”, lamentó ahora en un mensaje grabado desde Palacio Nacional. Textual: “Ahora sí que, como se dicen en mi pueblo: tan bien que íbamos y se nos presenta la pandemia”.
La suya es en efecto una mirada de la catástrofe sanitaria “vista desde la prensa”, como ellas mismas anotan. Y resulta muy interesante la información que recaban en el contexto del no fácil, doloroso y complicado surgimiento de una prensa informativa en nuestro país, justo en los años pos revolucionarios, que dejaba atrás el periodismo militante de finales del siglo XIX que tanto añora don Andrés en sus homilías matinales.
Lo que menos me imaginaba, sin embargo, es que iba a encontrar en mis caminatas a una cantidad no de personas, sino de perros, que a esas horas sacan a pasear a sus dueños. Cosas de la pandemia, ahora las cosas son al revés.
A pesar de su evidente ignorancia sobre el quehacer periodístico, lo digo con todo respeto por supuesto, (AMLO) nuevamente confunde los géneros a su favor y se erige como profesor para enseñarnos a trabajar, desde el púlpito de Palacio Nacional. Lo bueno que no hay censura.
Igualmente me parece, sin embargo, que recurrir al humor cuando se está enclaustrado y solo, no es cosa fácil.
La función de las terrazas en estos días, digo yo, se vuelve fundamental si somos capaces de darle la verdadera utilidad que tienen, porque en alguna manera nos permiten convivir sin estorbar, disfrutar sin mal gastar, divertirnos sin explicar, reír sin sonrojarnos, sobrevivir sin marcar el 911. Lástima de veras que yo no tenga una terraza. Válgame.