Fabrizio Mejía Madrid
La llamada “transición a la democracia” fue un cuento que encubrió lo que realmente sucedió: la alianza entre las élites del PRI y Acción Nacional, financiadas por organismos empresariales, para darle un disfraz electoral al saqueo del neoliberalismo.
Por otra parte, han existido organizaciones ambientalistas que, sin constituirse en partido político, han servido de fachadas de “expertos” en los litigios, amparos, y juicios interminables de los opositores a las obras de infraestructura del obradorismo.
El dirigente del PRI nacional, Alito Moreno, se atrevió a pronunciar el lema de Acción Nacional como propio. Dijo: “Luchamos por una patria para todos, ordenada y generosa”.
Lo que el neoliberalismo significó para la democracia es lo que estamos viendo: el rechazo cobarde a los ciudadanos y la bienvenida cálida a las empresas extranjeras en el salón mismo donde se votan las leyes mexicanas.
Un día después de la marcha para que AMLO se vaya cuando termine, el autonombrado líder de la oposición, Claudio X. González subió un alicaído video con sus diez razones para no asistir a depositar su voto en la Revocación del Mandato.
Uno de los puntos que los voceros del régimen contra los normalistas privilegiaron fue el del incendio en el basurero de Cocula. Como lo habían hecho antes con el zapatismo, mandaron a hacer un libro que argumentara que físicamente era factible incinerar a 43 personas en un basurero sin importar que esa noche llovía.
De acuerdo con esta fracción de los mexicanos, el nuevo aeropuerto simboliza una guerra de razas y clases sociales en la que el ejército lépero “se infiltra” en un espacio que no les corresponde, que no usará, ni entiende, porque no viaja en avión ni conoce otros aeropuertos, es decir, no sabe más que de “basura”
El aeropuerto Felipe Ángeles ha sufrido la calumnia, la insidia y el ninguneo de los medios de comunicación, cuyos dueños eran accionistas del barril sin fondo del peñanietismo.
Los golpes blandos nunca son contra un Gobierno de derecha. Se organiza contra los gobiernos de izquierdas y se emplea a los otros poderes, distintos del Ejecutivo, para debilitar, denostar, y hasta destituir al Presidente.
La guerra que estamos viendo no es la que está ocurriendo, sino una fantasía emocional.
Así de kafkiana ha sido la involución en estos años del periodismo de Mexicanos contra la Corrupción.
Quienes hoy no reconocen al sentido común, le niegan a los demás esa facultad que, según ellos, sería de unos cuantos que tienen derecho de opinar porque poseen el saber especializado, sagrado, indebatible.
Se reduce a la denuncia del Estado como patriarcal cada vez que hay un feminicidio y celebra a los personajes embozados y armadas con martillos que desacreditan las marchas de las mujeres.
La industria de las noticias falsas consiste en empatar a los datos con los prejuicios preexistentes.
No sólo deberíamos de combatir el linchamiento contra el doctor Hugo López Gatell, sino reconocerle a él, a todos los médicos y enfermeras que enfrentan todos los días a la enfermedad.
Si el Presidente Salinas se había sentado en la silla presidencial por un fraude electoral con costales de boletas quemadas en las carreteras de Michoacán y Guerrero, por lo menos había estabilidad, aunque no democracia.