Ernesto Hernández Norzagaray
Andrés Manuel López Obrador no es el primer Presidente del país que busca no sólo poner su sello personal a su Gobierno, sino trascender los límites de su mandato, sino de nuestro presidencialismo.
Con esto queda claro que el discurso y la narrativa del Presidente AMLO resulta útil para la conversación pública del día a día, pero, es inútil, ya lo veremos, cuando se tocan los intereses geopolíticos y es cuando, se ve el verdadero tamaño de los países y sus líderes.
“Vivimos en una vorágine de sucesos emocionales que no parece importarnos mucho lo que ocurre más allá de nuestro ombligo y la mosca que ronronea alrededor de nuestros tabiques nasales”.
Ahora, imaginemos, por un momento, el impacto psicológico de un atentado como el que recibió Ciro Gómez Leyva.
En definitiva, la aplanadora guinda hizo su trabajo, pero se excedió al utilizar las leyes secundarias para cumplir sus propósitos hegemónicos y consecución del proyecto cuatroteísta.
“O sea, no sólo se va a despedir a un buen número de profesionales sino a los que se queden les mermaran derechos laborales”.
La marcha del pasado domingo grosso modo movilizó a funcionarios, empleados, beneficiarios y sobre todo a los fieles a AMLO. El resto se podría haber quedado en casa esperando el partido de México contra Argentina o, simplemente, no está en el círculo del aura del mito.
Es muy probable que sí le dolió perder la calle que por décadas fue suya y sus seguidores. Pero las dos marchas son distintas.
Cuando se esperaba que el Presidente López Obrador daría un paso atrás para leer diez veces el mensaje al derecho y al revés y dar una visión de Estado, lo único que se le ocurrió al equipo o mejor al propio Presidente, fue movilizar a sus bases en una movilización de contraste.
El próximo domingo está llamado a ser un termómetro, uno más, de lo que piensa un sector muy activo de la sociedad con o sin partido, consciente o inconscientemente, de los alcances de la Reforma Electoral en ciernes.
“Es la vieja historia de sometimiento de las comunidades indígenas antes por los españoles hoy por políticos yoris. Esas que todos, por encima de colores partidarios, alegan defender la causa indígena”.
Rubén, hasta hace unos días estaba excedido, se creía un Gobernador todopoderoso y estaba con la espada desenvainada dispuesto a metamorfosearse en la Ley para impartir una justicia a su imagen y semejanza, y de esa forma, impulsar su proyecto de control absoluto. Pero, muy temprano, fue sacado de su limbo y aspiración omnipotente.
“Y es que ha sido tenaz la información sobre el presente que nos olvidamos del futuro o peor, del pasado de nuestra andadura democrática. No como el desenlace de una tragedia anunciada sino como ausencia de perspectiva”.
Y es que en ocasiones en el periodismo -pero, también, los académicos que opinamos sobre lo público- se olvida de ese básico por la vorágine del día a día.
“Estamos, pues en un callejón sin salida, donde lo que estamos viendo en el mejor de los casos es racionalizar la servidumbre parlamentaria ante el poder presidencial lo que no habrá de traer buen desenlace”.
En el caso del político la popularidad si la vemos como legitimidad, ya lo decía el sociólogo Max Weber, podría provenir de tres fuentes: la tradición, el carisma y la racionalidad.