Ernesto Hernández Norzagaray
Emilio Zabadúa, fue la primera pieza de la trama corrupta, quien decidió hablar cuándo decidió agarrarse con las uñas del criterio de oportunidad previsto en la ley penal para obtener beneficios penales aportando información valiosa de la llamada Estafa Maestra, que ahora vamos sabiendo, está vinculada al financiamiento ilegal de campañas electorales del PRI.
Para que haya sucedido esto debe haber una relación costo beneficio mayor que haber continuado en la dirección inicial, y eso es terreno de especulación, han dicho algunos que la detención de Cienfuegos tuvo una motivación electoral que ya no la tendría, pues el proceso está en vía de habilitar a Joe Biden como Presidente del vecino país.
Pero, más allá de los humores públicos internacionales, está el mal manejo de la economía estadounidense y, peor el de la lucha contra la pandemia, que ha creado la fórmula perfecta para que se combinen la pobreza con la salud pública.
Hasta ahora, lo único que sale del guion de la democracia representativa estadounidense, son los 100 millones de votos que se calcula llegaron en forma anticipada a los colegios electorales dada la excepcionalidad que existe por la pandemia, y que seguirán llegando al menos en Pensilvania, hasta el viernes 6 de noviembre, en conformidad con la ley local y, por lo tanto, deberán contabilizarse para determinar a qué candidato le corresponden los 20 votos electorales del estado.
Entonces, la decisión de centralizar el dinero escaso está reforzando este movimiento federalista que no nuevo incluso ha estado en los programas electorales del PRI y el PAN, pero se queda en eso, en papel y discursos, porque llegado el momento del ejercicio del poder presidencial y al tener la mayoría absoluta en Poder Legislativo, no significa un rediseño constitucional y reglamentario que eleve los ingresos de los estados que más aportan a la federación.
Por eso el “culiacanazo”, si bien inaugura un nuevo momento en las relaciones de poder dominantes en el estado, siguen en el mismo lugar
México, al menos, hasta donde se sabe por lo dicho por el propio López-Gatell no se ha dejado sin prueba a quienes ingresan de urgencias en estas instituciones.
En definitiva, el nombre de Felipe Calderón será inevitable en el juicio contra García Luna, era quien lo había puesto en el cargo.
En definitiva los ataques cibernéticos están dirigidos contra la prensa crítica y buscan recordar cosas sobre el poder en un estado como el sinaloense.
Hoy, con las declaraciones ministeriales de Emilio Lozoya Austin, el exdirector de Pemex y operador del dinero entregado subrepticiamente por los ejecutivos de la empresa constructora brasileña Odebrecht a la campaña de Enrique Peña Nieto, ha quedado al descubierto esa trama corrupta.
Y esa imagen favoreció la de Vicente Fox quien fue visto como el Presidente de la “alternancia democrática”, aunque también al final ha sido visto por millones de mexicanos cómo el traidor a la esperanza de cambio. Por su arreglo con el partido tricolor y la corrupción en su sexenio que alcanzó a su familia.
Para el Gobierno de Fox y los gobernadores panistas estaba claro que esa convocatoria tenía como objetivo el blindaje político y eventualmente construir puentes para la negociación y reacción con el nuevo Gobierno.
Entonces, si el argumento clientelar difícilmente explica el comportamiento de los ciudadanos entrevistados, debe haber otro tipo de argumentos que están en el fondo de las respuestas que han dado al ser interrogados sobre el desempeño del Presidente.
Aquellos, esperaban seguramente, que ese video donde se entregan sobres presuntamente con dinero ablandaría al Presidente y daría un paso atrás en su lucha contra la corrupción.
La experiencia reciente en Perú es ejemplar, aquellos presidentes, que estuvieron involucrados en el affaire Odebrecht están en la cárcel y uno, Alán García, decidió tomar su vida.
Entonces, a Calderón hay que leerlo en clave de semiótica porque cuando dice una cosa en realidad está diciendo otra, cuándo se dirige a AMLO el destinatario podría igual ser otro, se ha convertido en una suerte de prestidigitador tardío que mediante malabares circulares busca salvarse ante la justicia norteamericana.