Elena Burns
La Colonia Culturas de México en Chalco, recientemente desecado gracias a los heroicos esfuerzos de los equipos Tláloc de la Secretaría del Agua, es un buen lugar desde donde reflexionar sobre los retos del cambio climático. ¿Qué tenemos que hacer para pasar de una política de obras parche y cuadrillas de emergencia a una política hídrica proactiva?
Las mesas directivas de las A.C. han controlado la distribución del agua y sus padrones de usuarios, incluyendo el registro de la compra-venta de derechos al agua.
En este sexenio, el Presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró la política de inversiones federales en grandes obras hidráulicas pagadas al contado, cuadruplicando el presupuesto para obras federales y duplicando el presupuesto de la Conagua de su nivel histórico de 33 mil millones de pesos históricos a 69 y 3 mil millones de pesos en 2023 y 2024 respectivamente.
Si la Conagua dejara de hostigar a los pequeños usuarios y más bien priorizara la recaudación de derechos a los grandes concesionarios, vinculando el área de Recaudación a la de Administración del Agua, responsable por concesiones, inspecciones y sanciones, se podría recaudar unos 80 mil millones de pesos anuales.
Elena Burns plantea en este ensayo cómo para caminar hacia un buen gobierno del agua se requiere reemplazar la dependencia de nuestras ciudades en pozos ultraprofundos y agua bombeada de otras cuencas, con proyectos que tratan y regeneran aguas pluviales y residuales, en lagos, ríos y humedales en coordinación con las comunidades locales. “Con la gestión de ciclos de reuso, el agua se vuelve infinita”, plantea.
¿Por qué seguimos permitiendo que la Conagua sirva a los grandes intereses a costa de los pueblos y el medio ambiente? Para que este organismo se convierta en defensor de las aguas nacionales tendría que cambiar su razón de ser y con esto su estructura y su cultura institucional.