Dulce Ramírez
Durante estas fechas en las que el número de animales matados para consumo se incrementa tremendamente y, en consecuencia, también el desperdicio de alimentos, es necesario atender lo que las tendencias actuales del mercado están claramente indicando: las alternativas vegetales van ganando terreno gracias a la demanda de consumidores preocupados por los animales, su salud y atentos a su responsabilidad con el planeta.
El Festival Gadhimai, es conocido como “el mayor sacrificio animal del mundo”. Se celebra cada cinco años en Bariyarpur, al sur de Nepal, y durante dos sanguinarios días más de 200 mil cabras, búfalos, ratas, cerdos y palomas son matados despiadadamente.
La vida en los mares está desapareciendo a una velocidad descomunalmente superior a la de la tierra. La gran importancia de este asunto, considerando que su difusión desencadenaría una avalancha de reclamos sobre cambios profundos, es la razón por la cual este tema no se discute en público en la forma que corresponde.
Las últimas semanas hemos vivido la vorágine de controversia que ha rodeado la Cumbre Sobre la Acción Climática que se celebró en la ciudad de Nueva York el pasado 23 de septiembre. Los jóvenes han levantado la voz y se han unido para exigir acciones reales por parte de los gobiernos ante el calentamiento global.
Ya hace varios años que el filósofo Peter Singer lo advirtió: "estamos, literalmente, jugando con el futuro de nuestro planeta por el bien de las hamburguesas”. Desde entonces, un problema tan relevante y que requiere de soluciones inmediatas se ha diluido entre las prioridades de los mandatarios del planeta.
Los últimos estudios, incluidos aquellos hechos específicamente para la industria de la carne y los lácteos, han mostrado que el consumidor está confrontando el placer y las viejas nociones nutricionales con el impacto que su consumo tiene en el planeta y los animales así como los nuevos descubrimientos en el área de la salud. Este cuestionamiento ha dado paso a que más personas les den una oportunidad a los productos de origen vegetal.
La Organización Mundial de la Salud señaló en 2015 a la carne roja y procesada como alimentos probablemente cancerígenos para los seres humanos. Un mes después de la publicación de este informe el consumo de carne lejos de haberse reducido había aumentado. Este hecho llevó a la periodista científica Marta Zaraska a investigar cuales son las razones que nos mantienen enganchados a la carne. ¿Por qué pese a saber que puede ser un peligro para nuestra salud, para el medioambiente y que causa enorme sufrimiento a miles de millones de animales, no podemos dejarla por completo? ¿Qué nos hace anhelar las proteínas animales?
La industria cárnica y lechera viene reaccionando desde hace varios años contra el desarrollo de un mercado que propone una verdadera revolución en la forma en que producimos lo que comemos y a la altura de los grandes retos que afronta actualmente la humanidad: cambio climático, muertes provocadas por enfermedades relacionadas con hábitos alimenticios y el inmenso costo que genera al estado su tratamiento.
Cada hora, la industria de la carne mata a 1 millón de animales. Animales que durante toda su vida solo conocen el dolor y la privaciones de vivir en las terribles condiciones que les imponen. Siendo considerados simples recursos, su expectativa de vida no tiene importancia alguna para la industria, de hecho, las manipulaciones genéticas a las cuales han sido sometidos hacen que sus cuerpos crezcan a un ritmo antinatural tan acelerado que permite que puedan ser matados a una muy temprana edad.
Esta reforma dejó claro que en los mataderos de Jalisco se deben cumplir las normas federales obligatorias para evitar sufrimiento a los animales y a través de su campaña #JaliscoSinCrueldad mostró el papel que la sociedad mexicana quiere tener en la protección animal: activo y directo.
En Igualdad Animal entramos con investigadores encubiertos a rastros de todo México y notamos el evidente incumplimiento de las normativas redactadas y aprobadas para reducir el sufrimiento y estrés de los animales durante el transporte, la movilización, el manejo y matanza de los animales. Vimos ahí una posibilidad inmediata de ayudarlos, usando los recursos de carácter obligatorio que ya existen, castigando cuando no sean cumplidos.
"Hoy no tienen opción, ya no pueden ignorar la preocupación creciente que tenemos por saber cómo se produce lo que consumimos, ni las implicaciones que tiene. Tampoco que existen organizaciones en todo el mundo que están trabajando de forma eficiente y profesional, con las más innovadoras estrategias y tácticas para lograr sus objetivos",escribe Dulce Ramírez de Igualdad Animal.
En 2006, la ONU, a través de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó un histórico informe “La larga sombra del ganado” que responsabiliza, entre otros, a la industria de la carne por la contaminación de la tierra, el cambio climático y la polución del aire, la escasez global de agua y la contaminación de acuíferos, y con ello de la pérdida irreparable de biodiversidad.
"Nos complace mucho poder decir que 2018 es otro año al que podemos mirar en retrospectiva y sentirnos satisfechos por los logros obtenidos pero, sobre todo, muy animados a seguir dedicando todos nuestros esfuerzos y recursos por la construcción de ese mundo que soñamos para los animales", escribe Dulce Ramírez de Igualdad Animal.
A mediados de este año Tobias Leenart presentó la edición en español de su libro Hacia un futuro vegano, una obra en la que sorprende al tomar caminos alternativos para abordar las herramientas comunicativas y los objetivos del movimiento vegano con un enfoque alejado de los convencionalismos. “Si se requiere demasiado esfuerzo para llegar a las alternativas (a la carne y derivados) no lo conseguiremos. Tenemos que dar muchas alternativas, que sean baratas, que estén ricas y que sean de fácil acceso para hacer sencillo el cambio”, declaró el autor.
La actividad de la industria ganadera produce el 15 por ciento de los gases de efecto invernadero que se producen a nivel mundial y, además, implica un enorme derroche de recursos: para producir un kilo de carne de vaca (8 hamburguesas) necesitamos 16 mil litros de agua, es decir que tendríamos que beber un litro de agua por día durante 44 años para consumir esa misma cantidad de agua.