Antonio Calera
. Podríamos dejar lo que estamos haciendo justo en este momento. No comprar más cosas para que digan que somos muy guapos y muy modernos. Ocupemos de una vez las servilletas que limpian nuestro aliento por dentro.
Felicidades, querido amigo, que se reparta suerte.
Cuando llegue ese momento, así como si nada, en paz de verdad en nuestro adentro, nos sonreiremos, sobre la tierra pero de cara al cielo.
Nos encontramos, en cambio, haciendo equilibrismo y malabares sobre caballos cojos y elefantes famélicos.
Nos dimos a la tarea de levantar la “Operación Comida”. Hacer y llevar comida a los más necesitados que nos topáramos en la calle de manera rápida, eficaz y sobre todo, segura.
"Ahora: come pescado, come ese cerdo divino y abraza, abraza a los tuyos como si fueran a morir, como si no hubiera mañana".
"Los patrimonios culturales son complejos, claro. Provienen del misterio y nos hacen pensar, sentir, vivir como vivimos".
"Y es que nuestra forma de vivir que es nuestra forma de morir (y ambas se reflejan porque sabemos de antemano que nos iremos, nos vamos borrando)".
Cajeta, diosa cajeta, gracias en verdad por tu gracia, regresarnos a la vida y sus bellezas.
Para que nuestro ser sea cada vez más anfibio. Esto es, a fin de cuentas, lo que he querido yo escribirte con esto de hacernos de un horno. Un horno de piedra con corazón de leña.
Te hice de comer. Nunca mejor dicho. Porque cuando uno cocina a los suyos, consanguíneos o no, bellísimos amantes, compañeros de vida, tal manufactura se ha visto untada, se ha visto físicamente herida, afectada, por la imagen de esos otros.
Decía Eduardo Milán en un poema: “no comer pone los ojos locos”.
Los “tuétanos” son pensamientos sobre el comer, reflexiones cortas y no tanto, sobre lo que pensamos del arte real del comer como uno de los grandes placeres que hay sobre la tierra.
Antes que nada pediré amablemente al lector que, si observa en el ajo a un mero causante de su mal aliento, el abominable culpable de una regurgitación ardorosa e incómoda, haga el favor de pasar la página o salga de esta sala si me está escuchando. Basta ya de maldecir sobre la efigie de estos […]
El cerdo es, entonces, nuestra pura y real pasión. ¿Acaso ha defraudado a algún seguidor?
Un jardín, por supuesto, con una casa para cuidarlo. Y desde esa casa, desde su balcón, escucharlo y, si es que se puede decir semejante palabra en este caso, comprenderlo.