Alejandro Páez Varela
@paezvarelaDurante muchas décadas, navegar en la hipocresía ha permitido a la derecha extrema y al centro (que siempre será de derechas) convivir sin morderse. Y aquellos que se han atrevido a expresar lo que realmente creen, piensan y los mueve sufren un castigo, y son purgados. En esa enorme alberca, llenada con el caldo del pragmatismo, han podido navegar, simulándose de centro, sin necesidad de mostrarse como son.
Cuando muchos nos preguntamos en qué momento iniciará el resurgimiento de la oposición podemos coincidir en que será, si es que se da, después de 2024, cuando las actuales fuerzas opositoras toquen fondo (y no veo cómo Xóchitl Gálvez pueda ser tabla de salvación para élites mediática, intelectual, partidaria y empresarial). ¿De dónde puede venir esa nueva fuerza?
Si este texto fuera sobre la traición, el engaño, la mentira, el odio y todo lo que representa Vicente Fox, sería eterno. Tampoco soy su biógrafo –y suerte para quien quiera entrarle a ese cántaro de suciedad–, pero su vida y su carrera han estado siempre chapoteando en la vileza; en una olla profunda de miseria humana.
La decadencia de intelectuales y medios sólo es superada por la decadencia de los partidos de oposición. Estamos frente a una generación de políticos muy pobres, en un país que ha disfrutado por décadas de opositores notables y dignos como Heberto Castillo, Manuel Clouthier o el doctor Salvador Nava y hasta Cuauhtémoc Cárdenas y el mismo López Obrador.
Yo soy mi madre cuando veo el Poder Judicial y me da asco; yo soy mi madre cuando pienso en la política como un oficio de vividores y corruptos; yo soy mi madre cuando me duelo por la desigualdad y la injusticia, y soy mi madre cuando agradezco a mi Dios la oportunidad de servir.
Ahora salen con que a muchos “nos molesta y nos duele” que Xóchitl Gálvez triunfó en la vida. No se equivoquen. Eso se llama envidia y la envidia es para quienes ven el dinero como el gran y único propósito en esta vida. Lo que molesta que use electoralmente su origen indígena cuando nunca dio una batalla por ellos. O, díganme, ¿qué hay de ella, aunque sea de alguna conferencia fugaz, sobre las matanzas de indígenas conducidas por sus partidos, PRI y PAN?
¿Qué hará el “mini INE” con el dilema Lilly Téllez? Por otro lado, no creo que ignoren que ese bloque que ayudaron a formar es el que aglutina a la gente como ella o como Gabriel Quadri o como aquella pobre mujer, llena de odio, que le gritaba a López Obrador “indio patas rajadas”. Es su hechura. Pero ahora deben resolver, meterle método, establecer reglas.
Hay un tema que me preocupa: mientras caen capas y capas de simulación no hay estructuras, nuevas o viejas, que sustituyan las que fueron simuladas. La Fiscalía General de la República es un fiasco; la Función Pública y la Auditoría Superior de la Federación prácticamente se fueron al anonimato. Un Manuel Velasco puede llegar hasta la cima del partido del Presidente, Morena, sin que existan los mecanismos para frenarlo. Un Carlos Romero Deschamps, un Roberto Madrazo, una Elba Esther Gordillo o una Rosario Robles pueden pelear su regreso a la vida pública porque no les demuestran absolutamente nada.
López Obrador rechaza al centro tanto como a la derecha. Centro y derecha son distintos grados del conservadurismo, a como él ve las cosas. Lo ha repetido muchas veces. Alguien que es bien visto por la derecha no es bien visto por López Obrador. Punto. Sin rodeos. Y si pensamos en lo que él plantea para el futuro del movimiento, que es “continuidad con cambio”, entonces la continuidad es moverse hacia la izquierda, y el cambio… ¿cómo se define el cambio?
Los mexiquenses mostraron sus deseos de un cambio de rumbo mientras que los coahuilenses decidieron mantenerse en los brazos de los Moreira. Somos consecuencia de nuestros actos: esperemos que los votantes de ambos estados no se hayan equivocado.
La causa, para ellos, no es la pobreza, la desigualdad, la urgente necesidad de repartir los beneficios de la Nación entre las mayorías. La causa, para ellos, no ha sido vencer la violencia y preguntarse qué la provoca; no ha sido ponerle freno a la avaricia sin sentido de depredadores como Germán Larrea. Su causa es el odio y por eso no hay un proyecto de Nación. El odio no genera proyectos de Nación. El odio reúne a los derrotados por la Historia pero el odio no los junta por deseos de mejor educación, hospitales dignos y un país con justicia social.
Nadie cometa el mismo error que cometieron las élites con AMLO: creían que podían derrumbarlo a punta de golpes y no sucedió. Para tirar a López Obrador, por lo que hemos visto, se necesita algo más que estar jodiéndolo todos los días pero lo mismo al revés: para desactivar a las élites se requiere algo más que atizarlas a diario desde la «mañanera». Estas élites son demasiado poderosas como para darles la espalda. El momento es inédito pero nadie asegure, jamás, que no volverán.
La izquierda está ahora mismo navegando en aguas turbulentas por las reglas internas y la guerra sucia entre los equipos de los precandidatos. Es juego de niños, en realidad. La derecha tiene el agua en el cuello y lo que se discute, básicamente, es quién se ahoga primero.
En otras palabras: si México no se hunde, si las cosas no suceden como ellos predicen, habrán hecho inútilmente gárgaras de aguas negras.
Monreal generaba tensión para ver qué le ofrecían de un lado y de otro. Eran “días tristes” para él. Era un “perseguido”. Recuperaba su historia del “opositor que siempre ha estado en la adversidad”. Era una víctima y luego ya no lo fue.
Ahora es Adán Augusto quien puede aprender en la vida del otro. Aunque, y también se vale, perfectamente puede desechar lecciones no vividas y vivir las propias y a ver hasta dónde llega.