Alejandro Páez Varela
@paezvarelaSin una respuesta convincente, sin un malabar político realmente extraordinario, sin un reparto justo de las derrotas (la riqueza que siga repartiéndose como hasta hoy), no importan ya sus palabras afables y su tono engolado (ah, qué bien: engolado), y no importa su impecable peinado, tampoco: Manlio estará en problemas.
Destruye Telmex, destruye los bancos, destruye Pemex, destruye el IMSS, destruye el ISSSTE, destruye la CFE y destruye, ahora, la educación, que los amigos necesitan hacerse no ricos, porque eso ya lo son: estúpidamente multimillonarios; necesitan no un yate: les urgen diez yates en distintos puertos del mundo; no necesitan una mansión: es necesarísimo que tengan diez mansiones, una en cada paraíso de los más ridículos y de mal gusto que haya.
Los laberintos de las palabras, discusiones y congeladoras con una sola intención: seguir viviendo del erario público. Laberintos de palabras para seguir administrando este país como un negocio personal. Laberintos de palabras para seguir repartiendo lo que nos queda en unas cuantas manos, las manos de siempre, las manos de los que tienen tanto que ni siquiera les dará la vida para podérselo gastar.
Así, en la espiral, los Duarte pueden ensangrentar y saquear Veracruz y Chihuahua y no hay quién les diga algo; Tomás Zerón puede manipular evidencia, aplicar tortura, acomodar los hechos y no hay quién le ponga un freno. En la espiral los cárteles siembran el terror y los gobiernos locales, como el de Tamaulipas, le hacen el trabajo sucio: esconden los hechos.
El fracaso de las reformas y la economía en picada juegan un papel importante en la derrota prematura del Gobierno federal. Pero no es ya sólo eso. La visión de Osorio Chong también le hace daño al Presidente. Y un daño muy severo.
Le aplaudo al Gobierno de México cuando renuncie a mantener un discurso falso con periodistas caradura y “defensores de derechos humanos” de pésima reputación (léase aquí, entre otros, a Isabel Miranda de Wallace) y acepte la crisis de derechos humanos que se vive.
Digo que los perredistas andan inquietos con “el natural”, con Mancera. Digo que camino del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México hacia 2018 se ha complicado, que su futuro ya no se ve tan claro ni aunque se pare en el techo de su oficina, en el corazón de la ciudad. Y no sólo es la contaminación lo que lo nubla.
Y luego, con la flaca y manipulable memoria de los mexicanos como aliado –y mucho barabím barabám–, “el mito de los 43” será uno entre muchos. Como el mito del “chupacabras”, por ejemplo; o como el de la leyenda de “La Llorona”.
Chihuahua y Veracruz necesitan un cambio AHORA. Creo que un cambio en esas entidades podría alimentar –ojo, no dije provocar– la ola ciudadana de cambio en todo el país, si tomamos como válido que “El Bronco” es parte de lo mismo (del cambio) (aunque yo he expresado mis dudas).
OHL, Humberto Moreira, la élite del PRI y del Gobierno se volvieron una misma masa impune. Como una fiesta de cumpleaños de Diego Fernández de Ceballos, donde periodistas, ex presidentes, gobernantes, políticos, empresarios y líderes religiosos celebran la vida.
Los mexicanos deberíamos suspender la “búsqueda de los culpables” de nuestras desgracias. Somos el perro persiguiendo nuestra propia cola: los culpables de la larga noche del PRI en México están frente a nosotros: en el espejo.
Una lástima para el proceso democrático mexicano lo que está pasando en la Ciudad de México. Una verdadera lástima, además, que gente como Alejandro Encinas y Cuauhtémoc Cárdenas se dejen arrastrar por Mancera sólo porque les paga los helados y los toma de la mano mientras los pasea por la fiesta. Perdieron su vocación de opositores y se hicieron viejos, acríticos, comodinos.
Ellos no me impresionan, sino nosotros: este 2016, ya verán, el PRI ganará casi todo. Y en 2018, a pesar del desastre de la economía y la cantidad de abusos y corruptelas, me temo que volverán a ganar.
Tom Wainwright, editor de The Economist y ex corresponsal en México por la misma revista británica, tiene una idea: dejar de gastar miles de millones de dólares y combatir a los cárteles como lo que son: grandes corporativos. El mundo, dice, ha fracasado en la guerra contra las drogas. Y lo mejor que podría hacer es aceptarlo y emprender una nueva estrategia. La legalización, por ejemplo. Advierte: “Cualquier país que se encuentre entre las terrazas de coca de los Andes y las narices insaciables de los consumidores estadounidenses, siempre va a tener un problema muy grande con el crimen organizado”. De eso se trata su libro: Narconomics.
Hemos ignorado a Trump; pues qué mal. Y hemos ignorado que este gobierno es cada vez más cercano al de Salinas. Pues nadie se diga sorprendido...
“Le hice notar al principito que los baobabs no son arbustos sino árboles grandes como iglesias y que aunque se llevara toda una manada de elefantes, la manada no acabaría ni con un solo baobab”, dice El Principito en el Capítulo IV. En el libro Paracaídas que no abre (Almadía), Alejandro Páez Varela vuelve a hablar del baobab, en clave romántica, poética y apasionada