Alejandro Páez Varela
@paezvarelaLos simpatizantes de AMLO y los opositores reconocen que el hartazgo por la impunidad y la corrupción en los últimos años llevó a Morena a donde está. Entonces exculpar a la Secretaria a priori resulta, en el mejor de los casos, decepcionante. Lanza señales contrarias a las razones por las que se votó. Y sí, se votó por un cambio. Y el cambio incluía poder juzgar a los corruptos (lo que Enrique Peña Nieto no hizo) y acabar con la impunidad.
Pasaron los meses. Me vi con otra fuente del PRI. Me contó que Aurelio Nuño y José Antonio Meade habían cerrado acuerdos con varios gobernadores de PAN y PRD para que, en un cierto momento de la campaña, renunciaran su apoyo a Ricardo Anaya y se unieran al candidato del PRI (que no era del PRI y que, al final, no fue de nadie).
La cancelación pondrá en pie de guerra a 15 grupos empresariales muy poderosos. Y hay algunos, en ese selecto club, que son amigos de la casa; como Ricardo Salinas Pliego, que sale en las listas de beneficiarios realizadas por Fundar.
“Me dijeron literalmente esto: ‘chíngate a Marcelo’”, me confesó recientemente un ex funcionario que conoce bien el entorno del Senador Mancera. De acuerdo con su versión, se le presionó en los primeros años de la administración para que “se chingara” a Marcelo.
Pero no fueron los muertos, los desaparecidos, Tlatlaya, Nochixtlán, Odebrecht. No fueron la pobreza o la corrupción; la desigualdad o el desplome de la industria energética. No fueron los constantes aumentos a los precios de la gasolina, el histórico nivel de deuda pública o el crecimiento mediocre. No fueron el fiasco de la PGR o la cantidad de gobernadores de su partido que fueron detenidos (y no por él) por el saqueo. No fue su ineptitud (o complicidad) con los 43 estudiantes de Ayotzinapa o que no cumplió con siquiera la mitad de las promesas que hizo en campaña, como muestra un reportaje publicado hoy por la Unidad de Datos de SinEmbargo.
Sé, porque trabajo para viajar y viajo porque me alimenta el alma, que los trenes transforman el suelo que pisan, los pueblos y ciudades. A diferencia del avión, que pasa por encima, generan derrama en las localidades por donde van. Sus estaciones muchas veces se vuelven el corazón de las ciudades (Kyoto, Tokio, Madrid, etcétera). He hecho un esfuerzo por recorrer países en tren y me gustan, los amo, y lamento que México no tenga trenes, lo lloro, más ahora que abandoné el uso del auto pero no tomo camiones foráneos por la inseguridad. Se, porque lo he visto, que Europa se mueve en trenes y una parte de Asia también, y funcionan. Se me ha cayó la baba el año pasado cuando vi que la Unión Europea premiaría con boletos de tren a miles estudiantes con promedios altos para mostrarles sus propias tierras, para enamorarlos de sus paisajes y para generar gasto –y ocupación– en temporadas bajas. He visto cómo el Shinkansen, el tren rápido en Japón, es motivo de orgullo nacional. Insisto: amo los trenes. Y con esto digo que espero que el Tren Maya sea una buena idea y, sobre todo, que esté muy razonada porque no habrá consulta y todavía no conozco los estudios sobre su viabilidad económica.
En el PAN se vive un momento pocas veces visto. Los líderes son pocos y pobres, como si los mejores años hubieran pasado y la marca estuviera derrotada. No hay un Carlos Castillo Peraza; no hay un Manuel Clouthier; no hay un Luis H. Álvarez e incluso se extraña aquel Gustavo Madero, antes de que Ricardo Anaya le quitara el poder. Ahora hay un Rafael Moreno Valle, un Marko Cortés. El primero es un depredador oscuro, con olor a suciedad; el segundo, nadie.
¿Alcanzará la “reconciliación” de AMLO a Mancera y a Peña? No lo sé. Dudo. Creo que sí habrá un trato diferenciado con ambos. Los ve distinto. Creo que a los dos los considera corruptos, pero al Jefe de Gobierno con licencia lo tiene por traidor.
El historiador John Womack le dijo a la periodista Dolia Estévez que, sobre una izquierda histórica en México, con AMLO se ha colado la “izquierda que viene del PRI”. Womack se ha quedado corto con Bartlett. Al primer gobierno de izquierda, creo, se le ha colado lo peor del jurásico.
Me metí a ver más cuentas. No es “Jorge Cohen”: son cientos y entre ellos, líderes de opinión. No ubiqué bots, los tan socorridos bots. Encontré dudas legítimas y ataques con mala leche, como el tal “Jorge Cohen”. Dudas y mala leche basadas en la desinformación.
Recuerdo que los panistas pedían “tiempo”. Y, obvio, lo recuerdo porque ahora viene el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que ha generado grandes expectativas y así lo dice la cantidad inédita de votos (30 millones) que se depositó en él, sobre todo en él, pero finalmente en Morena.
Lo digo porque más pronto de lo que creen –ha pasado una semana del triunfo–, cuando estén por destapar la segunda cerveza de celebración, deberán rendirle cuentas a los ciudadanos. A todos: a los que son seguidores de Morena y a los que no lo son. Los primeros tendrán más tolerancia pero los segundos, no. No aceptarán demoras. No permitirán arrogancia o descuidos.
Esa mayoría quiere seguridad, paz, empleo, buenos salarios (aunque algunos votaran en contra de AMLO). Sabe lo urgente que es abatir la discriminación (económica, de género, racial) y la pobreza. Está muy consciente de que los políticos corruptos son una lacra y –me atrevería a decir– de que no basta erradicarlos: deben ser llevarlos ante la justicia.
No existe un político mexicano en el que se haya invertido tanto dinero como en López Obrador. Una fortuna incalculable y los mejores mercadólogos de América Latina han luchado contra él durante 18 años. Pero, de acuerdo con las encuestas, el viejo testarudo y terco se impuso. O, peor para todos sus opositores, no fue dinero mal gastado: parece que le han hecho un favor todos estos años.
¿Qué creo yo? Que muchas de las encuestas que cita Meade son patito y buscan provocar una corrida de los apostadores de Anaya para captarlos él. También así lo cree la campaña de Anaya y así se comentó en su chat interno: “Quiere generar la percepción de que va en segundo”.
El gran reto para los dueños de los corporativos de medios mexicanos, en este momento, es acercarse a Andrés Manuel López Obrador; mostrarse amables con él y fumar la pipa de la paz. Sobre todo los que llevan 18 años haciéndole la vida imposible.