Alejandro Páez Varela
@paezvarelaLe vendrá una campaña durísima. Muchos gritarán que se equivocó terriblemente. No me extrañará, digamos, porque ese es el discurso que hay usado siempre contra él: que es un peligro para México.
Con un pico, sin curva plana, miles o millones se quedarán abandonados a su suerte en casa, con una moneda dando vuelta sobre su cabeza: te mueres, o te recuperas. Así. Y si te recuperas, tus pulmones de todas maneras quedarán dañados, según los datos disponibles hasta el día de hoy.
Vi de reojo mi casco para la bicicleta. Tanta comida chatarra nos pasa la factura a diario, por supuesto. Pero ahora el coronavirus ha expuesto esa debilidad. Más bicicleta y menos Cheetos, me dije; más bicicleta y menos comida frita, antojitos, garnachas y Gansitos. Debemos aprender nuestra lección ya.
¿Ni toallitas desinfectantes?, le pregunté. No, me dijo, nada. ¿Gel desinfectante, desinfectantes de los que vienen en sprays? No, NADA, me dijo abriendo la boca.
De lo que quería hablar es del juicio que se sigue a Genaro García Luna en Nueva York.
¿La derecha más radical de México usa la causa de las mujeres a su favor? No diría eso. Es casi imposible que esa tendencia política pueda usarlas. Los gobiernos panistas han demostrado con creces (y todavía) que no les interesa la causa feminista y se han opuesto, incluso con leyes (antiabortistas, por ejemplo) contra ella. Hay un intento de la derecha, eso sí, de utilizar cualquier tendencia contra López Obrador; y el último esfuerzo en ese sentido son los feminicidios.
López Obrador debe entender que tiene esta oportunidad de oro para mostrar que puede, y no echarla a perder; no puede desperdiciar un movimiento que él encabeza pero que no solo él construyó. Hay demasiadas tormentas provocadas por su propio discurso. Debe entender que tiene una crisis de comunicación muy severa que empieza con su “diálogo circular”, donde cabe sólo su agenda y deja de ser circular cuando lo incomodan con los temas que no quiere tratar, no le interesan o simplemente le molestan.
El problema del péndulo radica en su propio motor: la gravedad. Del “nunca más” al “siempre, mucho” hay apenas un esfuerzo mínimo. Lo vimos en el pasado.
Cualquiera que pensó que López Obrador hizo un pacto de impunidad con Peña podría celebrar, hoy, que estaba en lo cierto. Esas son las señales que se mandan. “No somos iguales”, dice el Presidente. Mmmh. Ese cualquiera puede decir que tiene otros datos.
Pudo guardarlo en el hangar que hizo el compadre de Enrique Peña Nieto –sin licitación, por supuesto–, Armando Hinojosa Cantú, y que nos costó más de mil millones de pesos. Pudo exhibir el paquete completo
Palabra por palabra. Sigo pensando exactamente lo mismo, faltaba más.
Un niño llegó a su escuela, hoy, en Torreón, y mató a su maestra, y disparó contra sus amigos y compañeros, y luego se mató. El mismo Gobernador de Coahuila, un tal Miguel Riquelme, se encargó de difundir su nombre y los de las otras Victimas. Y se apuró en dar su veredicto: fue un videojuego. Se dejó influenciar, dijo, por un videojuego. Pues qué estupidez. Por esa ceguera, justo por esa ceguera es que estamos como estamos. Nos lo dice el heredero del reino de Coahuila, donde dos hermanos, sus amigos, gobernaron mientras los Zetas convertían la prisión de Piedras Negras en hornos crematorios donde ardieron hasta las cenizas familias enteras.
Hemos dado ya con el principal factor de la incertidumbre: la inseguridad. No hay una preocupación mayor que la violencia. Allí radica, dicho por la encuesta de Banxico, el principal factor que podría obstaculizar el crecimiento de la actividad económica en México: nada menos que 21 por ciento del total.
Enrique Peña Nieto tuvo en febrero de 2013 su mejor aprobación: 60 por ciento; para diciembre de ese año, 45 por ciento lo apoyaba y 47 por ciento lo rechazaba. Felipe Calderón tuvo en junio de 2007 su mejor dato: 68 por ciento a favor, 23 por ciento en contra; para diciembre de ese año tenía 65 por ciento a favor y 27 por ciento en contra. A Vicente Fox le duró poco el gusto: en enero de 2001 sumó su mejor aprobación con 72 por ciento a favor y 15 por ciento en contra; para diciembre de ese mismo año tenía 57 por ciento aprobatorio, con 33 por ciento que lo rechazaban.
Escribí, y también comenté, que dar la Secretaría de la Función Pública a una activista de la 4T era riesgoso. Lo más obvio: porque no garantizaba autonomía del poder. Lo más sutil: que operaría en lógica de grupo. Lo más peligroso: que el Gobierno federal minaría innecesariamente su credibilidad a la hora de toparse con un caso comprometedor. En su momento puse sobre la mesa la idea de que la funcionaria podría ser comparada con Virgilio Andrade. Uf, me cayeron a palos.
Lo importante de que Estados Unidos haya capturado a García Luna no es García Luna, siquiera, sino los baldes de lumbre