Alberto Ruy-Sánchez
Los amantes usan la magia que llevan entre las manos. Se ponen nombres de tacto, se reinventan, se protegen. Son de pronto los tatuajes que substituyen sus sueños.
En la asombrosa Kayurajo, cada edificio es un cuerpo. La diosa es el templo y podemos caminar en sus entrañas. Sobre la puerta está la clave de todos los placeres universales.
En el Kama Sutra de piedra de los templos de Kayurajo, uno de los temas es el de la súbita ligereza de los amantes que, embriagados de voluptuosidad, dejan de pesar. Ganan sacralidad y pierden peso conforme su placer va creciendo.
En los templos de Kayurajo, la distancia tensada por el deseo, tiende a esfumarse cuando se invoca la llama que desde la boca amante convierte al amado en fuego.
Escuchar y escuchar de nuevo, que en el silencio está el trueno y en lo obscuro ya amanece. Las jacarandas hablan al oído.
Una con paciencia extrema otra se llama Impaciencia. Cada una a su manera nos contagia de su ritmo.
El misterio de la flor urbana crece cuando adquiere algo de ave o de insecto, se aleja del árbol y parece volverse vuelve autónoma. Las jacarandas nos muestran dimensiones inesperadas de ese fenómeno.
Como el mar, como el fuego, como tus ojos, ellas despiertan delirios y nos transforman. Las jacarandas hipnotizan.
Las cajas de resonancia de algunos instrumentos están hechas de madera porque desde el árbol llevan música y traen composiciones cada día. Saber escucharlas es nuestro problema.
Lo que inventan en su entorno, los árboles citadinos, transforma climas y humores. Y sus material creativo es, muchas veces, el viento.
En una cultura donde los primeros templos fueron tallados en cuevas de piedras monolíticas y los dioses copulan como el mejor método de encender y ejercer lo sagrado, no es extraño que los templos mismos sean una copulación activa. Arquitectura erótica total.
La necesaria lentitud de los amantes nos llega a través de los siglos como algo esencial que los más antiguos dioses de la India sin duda saben hacer y pueden seguir haciendo.
Hasta en los sueños florecen pero lo hacen de otra manera. Su delirio es inverso, pero su efecto es el mismo, hasta ahora.
Las jacarandas son sabías administrando sus fuerzas. Saben de plenitudes y de extrañas contingencias.
Con cada migración de estos seres lentos la vida se enriquece.