Alberto Ruy-Sánchez
Inmortales pero fugaces, la obstinación de la jacaranda tiene algo de elogio a la persistencia y a la posibilidad de amar infinitamente lo efímero.
Varias esculturas del Kama Sutra en piedra de Kayurajo muestran a las diosas de lo inesperado en el amor sorprendiendo a los amantes con detalles, ritmos y olores, palpitaciones diminutas que se vuelven estruendos.
En todo el valle ritual de Kayurajo reina el principio de que cada uno de los 26 templos es un cuerpo y a la vez parte de un cuerpo. Y cada cuerpo enamorado un ámbito ritual que nos conduce más allá de lo que conocemos.
El Kama Sutra de piedra de Kayurajo pone especial atención en las manos. Dormidas o despiertas son protagonistas del ritual de los amantes.
Los enamorados despiertan arrastrados al borde de un abismo implacable que los llama.
Dice el Kama Sutra de piedra que los amantes descubren de pronto que los dioses les pasan por dentro y se acarician sintiendo que ellos son los que han pasado.
Los templos del Kama Sutra de piedra de Kayurajo tienen orientación hacia los puntos cardinales, hacia el sol y la luna, que los amantes deben imitar con sus cuerpos.
En los templos del Kama Sutra de piedra de Kayurajo la entrada y el arte en ella es aprendizaje elemental del detenimiento amoroso.
El Kama Sutra de Kayurajo se detiene en la espalda y detalla las múltiples maneras de escalarla.
Los amantes se hablan con todo lo que encuentran. Hoy un caracol perdido en la cocina mostró su esfuerzo, su intento de alcanzar lo inaccesible es palabra entre nosotros.
Los amantes se presienten y eso siempre los altera: se escuchan, se huelen, se tocan, se penetran y ni siquiera están cerca.
Los amantes en el tiempo reviven, sonríen con detenimiento, anhelan lo que no son.
En el ritual de los nuevos comienzos de la vida, el Kama Sutra de piedra aconseja dar al instante entre los amantes el valor de destino, de sentido de la vida.
También la naturaleza nos ofrece regalos inesperados. Entre ellos la existencia maravillosa de lo posible.
Cada animal tiene poderes distintos que rebasan a los humanos y en ocasiones especiales nos recuerdan tanto nuestras limitaciones como las posibilidades de lo que no vemos siquiera.
El deseo rompe lejanías, comparte cielos y hace de los amantes aves de presa más que aves de paso.