Ernesto Hernández Norzagaray
14/12/2024 - 12:01 am
Las muertes de un político sinaloense
"La cuarta muerte fue la mediática después de que Cuén Ojeda siendo una figura pública de primer orden en Sinaloa y punto de referencia entre las elites políticas y medios de comunicación nacionales, vendría no solo la paulatina desaparición de su nombre de la escena pública sino también la exigencia del esclarecimiento del crimen".
Héctor Melesio Cuén Ojeda, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y líder del Partido Sinaloense (PAS), fue asesinado el pasado 25 de julio, en los Huertos del Pedregal de Culiacán cuando él e Ismael El Mayo Zambada fueron citados para presuntamente reunirse con el gobernador Rubén Rocha Moya y negociar una salida al problema que existía entre el gobierno del estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Consumada la muerte física vino la legal, que sucedió cuando la fiscalía estatal buscó relativizarla presentándolo como un crimen más de los que ocurren diariamente en cualquier momento y lugar del país.
Se montó un simulacro de asalto en una gasolinera y cuando la FGR atrajo el caso evidenció la chapuza del montaje y la inmediata eliminación del cuerpo la convirtió en un asunto de Estado donde hasta ahora no hay culpables y menos encauzados penalmente por el fraude.
Y así, cómo sucede, frecuentemente con algunos crímenes que tocan los linderos del poder político, terminan frenándose o enrareciéndose. Y lo único que sobrevive, son las conjeturas y especulaciones sobre el político fallecido con lo que se consuma la muerte política de quien fuera el personaje opositor más relevante, y en su momento, el aliado electoral más importante para que el gobernador Rocha llegara a la titularidad del estado. Esto significó que el derecho a saber de los ciudadanos sinaloenses no se ha cumplido por los intereses en juego y las dinámicas sucias del ejercicio del poder.
La cuarta muerte fue la mediática después de que Cuén Ojeda siendo una figura pública de primer orden en Sinaloa y punto de referencia entre las elites políticas y medios de comunicación nacionales, vendría no solo la paulatina desaparición de su nombre de la escena pública sino también la exigencia del esclarecimiento del crimen para alcanzar a los autores intelectuales y materiales.
Pasó, así, Cuén Ojeda, a ser parte de la estadística de los crímenes contra políticos que documenta puntualmente la organización académica “Votar entre balas” y sólo quedan los homenajes y reconocimientos como el que le ofreció el pleno del Consejo Universitario de la UAS, los altares del día de los muertos, los aplausos de los miembros de su partido, un libro y hasta una película en ciernes sobre su vida y obra como una defensa cultura ante la ignominia.
La quinta muerte fue la simbólica que ocurrió cuando los políticos se sentaron para “hacer política” y negociar la salida a la crisis en la relación entre el gobierno del Estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa y la voluntad de la presidenta Claudia Sheinbaum para quitarle una tensión a una sociedad que vive los días más amargos de su historia producto de una traición y una obsesión autocrática.
El gobernador Rocha Moya, antes, a través de la fiscalía había tenido el gesto de permitir que el hijo de Cuén Ojeda con una orden de aprehensión pudiera asistir al velorio y despedir a su padre.
Incluso, aquel asiste a la ceremonia del tercer informe de gobierno de Rocha Moya y desde la tribuna legislativa el gobernador, al fin político, “agradeció” la presencia de los miembros de la familia Cuén Díaz.
Esta rendición de cuentas sin precedente se celebró teniendo como testigos de honor a las fuerzas vivas del estado y del Poder legislativo federal, con la ausencia notoria del coordinador de Morena en el Senado Adán Augusto López Hernández.
Recordemos que Cuén Ojeda sostuvo una relación política estrecha con López Hernández, cuando siendo secretario de Gobernación, aspiraba a ser candidato presidencial y lo apoyó decididamente bajo el lema propagandista: “Que siga López, estamos a gusto”, lo que generó una tensión con Rocha Moya que terminó cuando el dirigente del PAS fue relevado de esa campaña interna por un diputado morenista local.
No estaría completo el cuadro si no mencionáramos que el nuevo arreglo político sobre la UAS incluyó el regreso del doctor Jesús Madueña Molina a la rectoría de la máxima casa de estudios de los sinaloenses después de haber sido separado del cargo y se le hayan impuesto medidas cautelares por diversas causas penales por no haberse sometido al capricho autocrático con aquella expresión “no seré yo, quien entregue la autonomía universitaria”.
Atrás quedaron las medidas cautelares que se le habían impuesto en una acción concertada entre la fiscalía estatal y un juez control por la supuesta obstrucción a una investigación de la Auditoria Superior del Estado y presuntas compras irregulares que se habrían hecho durante su gestión.
Madueña Molina, regresa a la rectoría de la UAS, todavía con las demandas penales y el encargo político de democratizar a la institución teniendo como sustento legal la reforma constitucional y la ley orgánica de la Universidad.
Y es que, hasta el día de hoy, los procesos de elección de Rector y directores de escuelas y facultades se hacen a través de un mecanismo indirecto, imperfecto sí se quiere, privilegiando formalmente las trayectorias académicas y administrativas que dejó atrás la elección universal, secreta y directa utilizada en los tiempos de la llamada “Universidad democrática, crítica y popular”, cuando la izquierda comunista, tenía el control sobre la institución.
Es el mecanismo que probablemente regresará a la Universidad en sintonía con la elección popular de jueces, magistrados y ministros del morenismo y sus aliados políticos incondicionales, lo que, para muchos universitarios, representará una regresión de cuarenta años.
El miércoles pasado el Consejo Universitario el rector Madueña recibió el apoyo para continuar con la normalización de las relaciones con el gobierno del estado y si eso termina con el mecanismo de elección sería la muerte institucional del proyecto cuenista.
En definitiva, la desaparición física, legal, política, mediática, simbólica e institucional de Héctor Melesio Cuén Ojeda, quien durante dos décadas fue el factótum de la UAS, con lo que se ganó la animadversión de unos, pero, también, el reconocimiento de otros, porque ejerció el poder y permitió durante su gestión estabilidad y desarrollo institucional.
Y cuando abandonó el cargo formó el PAS y compitió con distintos partidos para alcanzar cargos de representación política algunos exitosos, otros no, pero, siempre, buscando que la UAS tuviera recursos económicos suficientes para cumplir con sus funciones y blindándola de otros intereses políticos, que es hoy, la gran interrogante de una UAS, sin Cuén.
Al tiempo.
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