Jorge Zepeda Patterson
22/09/2019 - 12:05 am
El otro charco de las ranas
Esta claro que los delincuentes no tienen en alta estima a sus madrecitas. Asumimos que el exhorto de Andrés Manuel López Obrador a los criminales hace unas semanas para que no hagan sufrir a sus progenitoras no forma parte de la estrategia de la 4T contra la inseguridad, porque está claro que no hizo ninguna […]
Esta claro que los delincuentes no tienen en alta estima a sus madrecitas. Asumimos que el exhorto de Andrés Manuel López Obrador a los criminales hace unas semanas para que no hagan sufrir a sus progenitoras no forma parte de la estrategia de la 4T contra la inseguridad, porque está claro que no hizo ninguna mella.
No los voy a aburrir con el recuento semanal de ejecuciones, ajusticiados, fosas encontradas. Las cifras de sangre hace mucho que no son un argumento para llamar la atención sobre el problema. Pero ya han dejado de ser una estadística para convertirse en otra cosa. Dicen en el cono sur que todo aquél que sostiene que las cosas no pueden empeorar por lo mal que están, tendrían que ir a Argentina (dicho por los argentinos, que de tangos saben bastante). Lo mismo podríamos argumentar los mexicanos; aquellos que consideran que ya no podríamos caer más bajo en materia de inseguridad tendrían que darse una vuelta a Tamaulipas, Michoacán o Acapulco.
Los números de muertos y desaparecidos siguen siendo similares e incluso mayores que los de hace años, pero en términos cualitativos hay cosas que están cambiando. Y no precisamente para bien.
Hace algunos lustros se pusieron de moda los videos que provocaban el ridículo sorprendiendo a personas cazadas en infraganti. Por desgracia han sido reemplazados por videos mucho menos divertidos, si es que aquellos lo eran; los que ahora circulan por las redes muestran cómo saquean una tienda en solo dos minutos, asesinan a un dependiente de manera absurda, una mujer es jaloneada y sacada de su auto o tres tipos enfundados en gorras desvalijan a los comensales en un restaurante. La oferta de imágenes es interminable aunque rara vez el guión tiene alguna variante. A la ansiedad que provoca la inseguridad se suma ahora la angustia que despierta la impotencia por la impunidad y el cinismo que se nos restriega en los ojos por la pantalla de un teléfono o una computadora.
Se dice que sometidas a un progresivo calentamiento en una olla de agua, las ranas terminan por sucumbir sin intentar escapar pues se van acostumbrando gradualmente al agua hirviendo hasta que es demasiado tarde. Me pregunto si estamos cayendo en una debacle irreversible sin que lo estemos advirtiendo.
En Nuevo Laredo trascendió que bandas locales habían quemado alguna gasolinera por haber desobedecido la orden de no vender combustible al ejército o a la Guardia Nacional. Otra docena de establecimientos decidieron cerrar para no quedar mal “ni con dios ni con el diablo”. Estos empresarios saben que el señor podrá estar en Palacio Nacional, pero eso no los protege en un lugar tan cerca de los infiernos. La extorsión en restaurantes y antros de los centro turísticos ya es prácticamente generalizada, con la novedad ahora de que está llegando a la colonia Roma o la Condesa de la Ciudad de México, a tiro de piedra del asiento de los poderes nacionales
¿Cuánto tiempo pasará antes de que se aparezca un fulano a la puerta de nuestra casa a exigirnos una cuota mensual por encontrarnos en su territorio? ¿Creemos que nunca va a suceder? Díganselo a alguien en Uruapan o en Playa del Carmen. ¿En qué punto de la ebullición del agua nos encontramos?
El cambio de Gobierno no ha modificado ni para bien ni para mal la tendencia expansiva que ha seguido la violencia y la inseguridad en México. Es un fenómeno demasiado arraigado y a partir de causas variadas y profundas que tomarán tiempo y acciones a muchos niveles para tener un efecto. Los protagonistas de la escena pública intentarán convertirlo en botín político echándose la culpa unos a otros, pero lo cierto es que se trata de un asunto endémico en el que estamos metidos todos.
No se si la Guardia Nacional y las reformas judiciales que intenta la nueva administración son las mejores medidas para atender el problema; lo que está claro es que lo realizado en los últimos dos sexenios fracasó rotundamente. Es necesario exigir y cuestionar porque es mucho lo que está en juego, pero tendríamos que asegurarnos de no boicotear las propuestas por razones mezquinas, partidarias o mera miopía. Una aproximación crítica que al mismo tiempo de el beneficio de la duda es mucho mejor alternativa que mantenerse en el agua tibia que ya ha comenzado a hervir.
@jorgezepedap
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