Rosa, de 34 años de edad, procreó seis hijos con Alberto, quien es un año mayor que ella. Ambos tienen una hija de 18 años, una de 16, un adolescente de 14 y las menores de nueve, seis y tres años de edad. En entrevista con Central, Rosa relató que durante años aguantó violencia física y sexual, pero tomó la decisión de separarse de Alberto cuando notó que un día podría matar a su pequeña Alexa.
Por Magarely Hernández
Рuebla, 27 de agosto (PeriódicoCentral).– Hace tres años, Rosa Corona Hernández decidió separarse de su esposo, Alberto L. M. por el temor de que un día asesinara a Alexa, su hija menor de tres años de edad. El sujeto la llamaba bastarda porque decía que él no era el padre y cuando apenas tenía ocho meses de nacida, la azotó en la cama en dos ocasiones. Hace unos meses, se comunicó con Rosa para amenazarla por no querer regresar con él: “vas a llorar lágrimas de sangre”, le dijo y parece que lo cumplió. Alexa fue envenenada con un yogur y hoy se debate entre la vida y la muerte.
Rosa, de 34 años de edad, procreó seis hijos con Alberto, quien es un año mayor que ella. Ambos tienen una hija de 18 años, una de 16, un adolescente de 14 y las menores de nueve, seis y tres años de edad. En entrevista con Central, Rosa relató que durante años aguantó violencia física y sexual, pero tomó la decisión de separarse de Alberto cuando notó que un día podría matar a su pequeña Alexa.
Rosa cuenta que cuando su hija tenía ocho meses de edad, ellos discutieron y, en venganza, el hombre tomó a la bebé de su ropa, la alzó y luego la dejó caer a la cama en dos ocasiones: “yo pensé que un día me la iba a matar”.
Rosa es originaria de Benito Juárez en el municipio de Tetela de Ocampo, trabaja en un invernadero y cuando decidió separarse de Alberto tuvo que buscar un cuartito donde vivir. Pero las condiciones del lugar eran tan malas que cada que llovía se inundaba, así que tuvo que salirse y rentar otro, aunque le costara un poquito más caro. Rosa llegó con sus cuatro hijos a un lugar que está a unos metros de la casa de la mamá de Alberto. Sus hijas de 18 y 16 años de edad ya viven aparte porque se casaron. Incluso, están embarazadas.
Alberto se dedica a la albañilería y radica en Tulancingo. Cuando llega a Tetela se queda en la casa de su mamá y en ocasiones se encuentra con Rosa y sus hijas pues pasan por el mismo camino.
Cuando Rosa lo dejó metió una demanda. Supuestamente el hombre debía darle 600 pesos cada semana para mantener a sus cuatro hijos, pero nunca lo hizo. Por el contrario, hace unos meses, se comunicó con Rosa para amenazarla por no querer regresar con él: “vas a llorar lágrimas de sangre”, le dijo.
EL ENVENENAMIENTO
La mañana del domingo 25 de agosto, Rosa estaba acostada con sus cuatro hijos: “era domingo, nos despertamos tarde”, narró a este medio de comunicación. Aproximadamente a las 10:00 horas, se escuchó el silbido del señor de las tortillas, así que Aymar, la niña de 9 años, bajó a comprar.
Cuando la menor regresó, le contó a su mamá que afuera se encontró a su papá, quien le dijo que le había comprado un yogur para beber. Antes de que se fuera le dio otro: “para Alexa”, indicó.
Aymar le preguntó a su mamá que si se lo podían tomar y ella, sin imaginar lo que ocurriría después, les dijo que sí. Alexa fue la primera que lo tomó y de inmediato se comenzó a sentirse mal: le faltó la respiración, su piel cambió de color, se desvaneció y comenzó a sacar espuma por la boca.
Rosa se levantó, pidió auxilio a sus vecinos y se llevó a Alexa al Hospital Comunitario de Tetela. Atrás de ella llegó su vecino con su hija de seis años y después entró la de nueve. Las dos tomaron yogur y también se comenzaron a sentir mal.
Los médicos informaron que presentaba un cuadro de envenenamiento o intoxicación y por su estado de salud fueron trasladadas al Hospital General de Zacatlán. Al llegar, Alexa cayó en paro respiratorio tres veces; después de algunos estudios, le dijeron que su riñón estaba destrozado.
Sus hijas mayores fueron a su casa y le informaron a su mamá que sus dos perritas habían muerto. Al parecer, lamieron los recipientes de yogur que quedaron tirados en la casa cuando todos salieron corriendo.
Al Hospital de Zacatlán llegaron agentes del Ministerio Público, quienes se entrevistaron con Rosa. Le levantaron una predenuncia y le dijeron que en cuanto sus hijas se recuperaran, regresara a Tetela a denunciar a su esposo ante la sospecha de que él envenenó a sus hijas.
Hasta ese momento, no se sabía que sustancia les había provocado esa reacción, pues Rosa debía pagar unos laboratorios pero no contaba con el dinero. También le sugirieron que se esperara porque iban a trasladar a Alexa al Hospital del Niño Poblano, ya que su diagnóstico no era muy alentador.
El yerno de Rosa —un joven de apenas 18 años de edad— se quedó al cuidado de Aymar y Wendy. La mañana de este lunes, se comunicó con Rosa para informarle que Wendy, la niña de seis años de edad, ya había reaccionado y Aymar estaba mucho mejor. Posiblemente pronto las den de alta.
El patrón de Rosa también ha estado al pendiente de las niñas en Zacatlán y será él quien las lleve a la casa de su tía, para que las cuide, mientras su mamá está con Alexa.
Ya en el Hospital del Niño Poblano, Alexa ingresó al área de Terapia Intensiva. Esta inconsciente y eso le duele mucho a su mamá: “ella siempre me abrazaba y me decía que me quería mucho. Le gusta mucho cantar y también es bien platicadora”, contó entre lágrimas Rosa.
Los médicos le dicen que aún no saben a ciencia cierta qué están atacando. No sabe qué sustancia tomó su hija. Le dijeron que posiblemente no fue envenenada con el yogur, sino con los químicos que se utilizan en el invernadero pero Rosa explicó que ella siempre se cambia de ropa al llegar a su casa. Cuando le piden comprar químicos, siempre lo hace cuando va al trabajo para no llevar nada a su casa; no fumiga y, además, hace dos semanas que solo realiza labores en el campo.
También le dijeron que tal vez la comida le había caído mal, pero las niñas apenas habían desayunado unas tostadas con atún y ella y su hijo de 14 años también las comieron y no presentaron ninguna molestia.
Aunque la señora está en Puebla, sabe que la Fiscalía General del Estado (FGE) ya fue a su casa para realizar las diligencias correspondientes: se llevaron a los perros que se murieron y tomaron muestras de la comida y del agua.
"El agua no puede ser, todos los vecinos tomamos esa agua desde hace mucho tiempo y nunca nos ha pasado nada. Los perros también luego se comen la comida que dejamos y justo después del yogur se mueren", dijo Rosa.
Aunque la madre de las tres niñas está recibiendo apoyo de su patrón y de su hermana, quien le cuidará a sus otras dos niñas y al joven de 14 años, en Puebla está completamente sola. Es de escasos recursos y no tiene dinero para pagar los medicamentos que necesita su hija. Tampoco tiene ropa y apenas se cubre el frío con un suéter que le regaló una enfermera en Zacatlán.
Según le explicaron en el hospital, no le pueden proporcionar los medicamentos porque Alexa no está registrada. Rosa no tiene su acta de nacimiento porque Alberto nunca quiso registrarla y ella, por falta de dinero, tampoco pudo hacerlo.
En medio de todo el calvario, los médicos ya le dijeron que el pronóstico de Alexa no es nada alentador: si despierta, puede perder el habla, la vista o quedar en estado vegetativo.
Si desea ayudar a Rosa, le informamos que la señora estará mañana 27 de agosto en la puerta principal del Hospital del Niño Poblano desde las 7 de la mañana hasta el mediodía, porque a esa hora entra a ver a su hija. Viste mallón negro, blusa negra con flores suéter azul marino y chanclas color azul. Su nombre completo es Rosa Corona Hernández y como referencia está en la caseta de vigilancia.
Además de ropa, necesita medicamentos como atropina, gluconato de calcio, omeprazol, levetiracetam, fenitoína y cloruro de sodio.