“El Presidente no es nuestro jefe. Como periodistas, somos responsables ante nuestros lectores, espectadores y oyentes, y sobre todo, ante la verdad. Al final, es una simple cuestión de credibilidad. Y la credibilidad no se logra estando cerca del poder, o elogiándolo. [AMLO] Debe desarrollar una piel más gruesa”, dice Ramos, un periodista nacido en México y considerado, en distintos momentos de su carrera, uno de los individuos más influyentes del mundo.
Ciudad de México, 18 de abril (SinEmbargo).– El Presidente Andrés Manuel López Obrador puede ser muy poderoso, y además muy popular, pero no es intocable, dice el periodista Jorge Ramos en un texto publicado en The New York Times.
Ramos confrontó recientemente al Jefe del Estado mexicano durante “La Mañanera”, la conferencia de prensa que encabeza de lunes a viernes. Le dijo que los números muestran que la violencia sigue incontenible en México. El Presidente le refutó que no es así, que él tiene sus propias cifras. Este intercambio desató una ola de críticas tanto a uno como al otro. Ramos se puso de pie y caminó al estrado para revisar con AMLO las cifras proyectadas en la pared que, al menos hasta ahora, nadie se había atrevido a cuestionar.
“Ciertamente –escribe el periodista de Univisión–, la jungla salvaje de las redes sociales puede ser brutal ante las críticas de López Obrador. Es un Presidente muy poderoso, controla el Congreso y ganó la Presidencia gracias en parte a un amplio apoyo social popular. Más de 30 millones de personas votaron por él en una Nación sumida en la violencia y la corrupción. Después de la desastrosa Presidencia de Enrique Peña Nieto, es comprensible que López Obrador haya logrado cosechar las esperanzas de cambio de la gente. Particularmente entre los mexicanos más vulnerables”.
“Pero eso no significa que AMLO sea intocable”, agrega Ramos. “Sería grave para México resucitar algunas de las prácticas del período comprendido entre 1929 y 2000, cuando los presidentes dictaron lo que podía y no podía publicarse. Y la única manera de evitar eso es ser irreverente y desobediente hacia la autoridad. No es una falta de respeto; es la forma en que se hace un periodismo vigoroso e independiente”.
“El Presidente no es nuestro jefe. Como periodistas, somos responsables ante nuestros lectores, espectadores y oyentes, y sobre todo, ante la verdad. Al final, es una simple cuestión de credibilidad. Y la credibilidad no se logra estando cerca del poder, o elogiándolo. [AMLO] Debe desarrollar una piel más gruesa”, dice Ramos, un periodista nacido en México y considerado, en distintos momentos de su carrera, uno de los individuos más influyentes del mundo.
Jorge Ramos, autor de Extranjero: el desafío de un inmigrante latino en la era Trump, dice que uno de los pocos puntos en común entre AMLO y Donald Trump “es su evidente molestia e impaciencia con la prensa que los cuestiona. Ambos tienen una piel muy delgada, reaccionan de forma exagerada ante sus adversarios y demuestran una gran habilidad en el manejo de Twitter, Facebook e Instagram”.
“Estos son tiempos diferentes, dice López Obrador a menudo. ‘Las benditas redes sociales’, las ha llamado. Pero hay una diferencia significativa entre los dos: López Obrador soportó y respondió todas mis preguntas durante la conferencia de prensa en la Ciudad de México, mientras que Trump, en 2015, me expulsó con un guardaespaldas de una conferencia de prensa en Dubuque, Iowa”, agrega el periodista.
“Los gobiernos de los Estados Unidos y México cooperaron recientemente para sacarme de Venezuela, junto con un equipo de Univision, por lo cual estoy agradecido, luego de que el Presidente Nicolás Maduro nos detuviera y confiscara nuestras cámaras y tarjetas de video de nuestra entrevista con él. Y todavía no nos han devuelto nada”, cuenta.
Inmediatamente después, dice:
“Está claro que México no es ni será Venezuela, y el señor López Obrador no tiene nada que ver con el señor Maduro. Ni tampoco con las afrentas racistas y xenófobas de Trump. Pero el Presidente de México no debe descalificar a los periodistas que cuestionan su trabajo. Ese es precisamente nuestro trabajo. Los ataques personales son innecesarios y, desafortunadamente, proliferan y se intensifican peligrosamente en las redes sociales. Sobre todo si vienen del Presidente”.
“Así como la mayoría de los periodistas no cuestionamos su bien ganada legitimidad —siempre le llamé “señor Presidente” en la conferencia de prensa— él tampoco tiene por qué recurrir a descalificaciones innecesarias. Ni a pedirles a medios como Reforma que violen la ética periodística. López Obrador dice que quiere transparencia. Pero si él hubiera dado a conocer la carta que le envió al rey de España, Reforma no habría tenido que recurrir a sus fuentes para publicar el texto”, señala el periodista.
La relación poder-prensa “siempre estará cargada de tensión”, señala Jorge Ramos. “Pero en una democracia en construcción como la mexicana es fundamental discutir, diferir y dialogar; no descalificar. El reto está en seguir viviendo juntos, aunque a veces no estemos de acuerdo. Sí, estos son otros tiempos en México. Los periodistas y el presidente estamos aprendiendo a coexistir. Pero habitamos espacios distintos. El nuestro, siempre, debe ser del otro lado del poder. Sea quien sea quien lo ejerza”, concluye.