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GUÍA | Un fin de semana para disfrutar Dublín, Irlanda

02/06/2017 - 12:01 am

Todas las visitas en dos rutas para que puedas ver en un fin de semana, lo mejor de la capital irlandesa, ciudad que cada noche ofrece mares de cerveza negra y una oferta inigualable de música para todos los gustos.

Por Viajar Ahora

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo/ElDiario.es).– La canción que habla de la vida y muerte de Molly Malone es algo así como un himno oficioso de la ciudad de Dublín. Una estatua recuerda a la vendedora de mariscos que al grito de "vivos, vivitos" tiraba de su carreta por las calles del Dublín de principios del XVIII. Las malas lenguas dicen que, en realidad, Molly se dedicaba a la profesión más antigua del mundo y que lo de las almejas y los mariscos es una alusión irónica a los atributos de la chica. La efigie de Molly luce escote generoso y mirada melancólica. Su lugar habitual esta justo en frente de una de las entradas del Trinity College (Grafton Street esquina Suffolk) pero al cierre de esta edición había sido trasladada a las inmediaciones de la Oficina de Turismo de Irlanda de manera temporal (junto a los soportales de la Iglesia de Sant Andrews).

En cualquier ciudad, la exuberancia broncínea de Molly Malone sería una estatua más; pero aquí, personajes de la humildad de la pescadera más famosa de Irlanda son la base sobre la que se construyó la historia de la ciudad. Una capital sencilla que no puede presumir de la monumentalidad de sus vecinas; pero que les gana a todas (salvo a Madrid , quizás) en divertida. Una ciudad que cada noche ofrece mares de cerveza negra y una oferta inigualable de música en directo para todos los gustos, aunque con preferencias claras por el impresionante floclore irlandés. Viajar Ahora te da las claves para organizar una visita de dos días a la vibrante capital de Irlanda.

DÍA 1: EL CENTRO Y LA ORILLA SUR DEL LIFFEY

La estatua de Molly Malone. Foto: Wikimedia Commons

No es mala idea empezar la jornada junto a Molly Malone. A dos pasos de la estatua se encuentra el Trinity College, principal institución universitaria del país. Los patios de la universidad tienen ese indudable sabor inglés que invita al paseo y a la contemplación sin prisas. Seas amante del arte y/o los libros o no, imprescindible visitar su magnífica librería en la que se guardan algunos de los manuscritos medievales más importantes de Europa. Destaca el llamado Libro de Kells , un evangelio ilustrado de más de 800 años de antigüedad que supone un ejemplo paradigmático de fusión de la iconografía cristiana y la céltica.

Desde Trinity College se puede continuar la visita recorriendo Grafton Street, una de las arterias comerciales más exclusivas y tradicionales de la ciudad, hasta el parque de San Stephen’s Green. Los amantes de la historia no pueden perderse el Museo Arqueológico Nacional, dónde se guardan tesoros históricos de gran valor y pueden verse a las enigmáticas ‘momias de los pantanos’, restos humanos de la Edad del Hierro momificados que, según los expertos, fueron víctimas de sacrificios humanos y que se han conservado gracias a las aguas bajas en oxígeno de los pantanos. Estas momias son uno de los atractivos más curiosos de este museo que tiene otros tesoros vinculados al pasado céltico de la isla. El área en torno a Grafton Street, Stephen’s Garden y Fiztwilliam Square se concentra una buena parte de casas de estilo georgiano de Dublín; las puertas dublinesas son una de las señas de identidad de la ciudad y una buena excusa para deambular en busca de esas puertas.

El Dublín medieval

La transformación urbana que sufrió la ciudad en el siglo XVIII acabó con la ciudad medieval: expandió la ciudad hacia el norte con la creación de la Calle O’Donell y recuperó el cauce del Liffey como arteria de acceso y salida al mar. La torre circular del Castillo de Dublín es uno de los escasos detalles de la ciudad anterior a su modernización. Sede de la autoridad británica en la isla hasta 1922, lo que durante siglos fue el símbolo de la ocupación británica es hoy uno de los atractivos histórico-artísticos de la capital (es un puzzle arquitectónico que va desde el siglo XIII al XVIII), tanto por su valor patrimonial como por las exposiciones que alberga. A dos pasos se encuentra la Chester Beatty Library, una exuberante colección de arte islámico y oriental que ocupa una de las alas del castillo. Para los amantes del arte.

En torno al Castillo se arremolinan otros edificios históricos importantes como la mítica Catedral de San Patricio, una joya gótica del siglo XIII que, según la tradición, se construyó sobre la fuente utilizada por el santo nacional irlandés para bautizar a los ‘paganos’. Para mitómanos hay que señalar que el escritor Jonathan Swift, autor de Los Viajes de Gulliver, está enterrado aquí. A poca distancia se encuentra la Catedral de Christ Church , otro de los edificios medievales que aún persisten en la ciudad contemporánea (impresionantes los suelos). Justo enfrente nos topamos con Dublinia, un curioso museo que recrea la historia vikinga y medieval de la ciudad a través de reproducciones, dioramas a tamaño real y figuras de cera. Muy bueno para distraer a los niños durante un par de horas a la par que riguroso.

Desde el Liffey hasta Temple Bar

El legendario Temple Bar. Foto: Wikimedia Commons

La ribera del Liffey es un paseo panorámico genial. Una caminata siguiendo el cauce del río permite pasar junto a hitos importantes de la ciudad y, a la vez, recorrer grandes distancias en poco tiempo. Es, quizás, la mejor forma de tomar conciencia de las verdaderas dimensiones de la capital irlandesa; concentrada, pequeña y accesible a pie. Cómo ya debe estar cayendo la tarde, nada mejor que dedicar las últimas luces del día a pasear por Temple Bar y dejarse caer por alguno de los múltiples pubs de la zona; incluido el propio The Temple Bar , uno de los locales más famosos del mundo y que lleva ahí dándole de beber a propios y extraños desde hace más de 160 años. Buena cerveza y música en directo son los ingredientes básicos de los mejores pubs de la ciudad; locales dónde hay que pedir el Irish Stew, el tradicional estofado de cordero.

DIA 2: LA CÁRCEL, UNA FÁBRICA DE CERVEZA MÍTICA Y LA ORILLA NORTE DEL LIFFEY

Una vista de la calle O'Conell. Foto: Wikimedia Commons

La historia política de Irlanda es complicada. Cuando visitábamos ciudades como Derry o Belfast podíamos ver las heridas de un conflicto que recién empieza a ser cosa del pasado. En Dublin, las huellas son más antiguas aunque todavía existen. La Cárcel de Kilmainham es una de esas cicatrices. El presidio se abrió a finales del siglo XVIII y fue clausurada por el gobierno independiente irlandés poco después de la Independencia de Irlanda . En esta cárcel convivieron presos comunes con gran cantidad de presos políticos que fueron internados tras los numerosos levantamientos de patriotas irlandeses durante el siglo XIX y principios del XX. Muchos de ellos fueron ejecutados en este siniestro edificio. La visita es ilustradora y sirve para poner en contexto el conflicto entre el Reino Unido e Irlanda a través de los siglos. Conviene llegar temprano para evitar los agobios. Más amable es la visita a la Fábrica de Cerveza Guinnes, que se ha convertido en la atracción turística número uno de todo el país. Nosotros hemos repetido tres veces. Las vistas desde el Gravity Bar son impresionantes.

Dublín creció por el norte. La orilla septentrional del Liffey se convirtió en la nueva zona de expansión y asiento de los nuevos edificios públicos como el Four Courts, que se erige a la vera del río como puerta de entrada monumental de Broadstone, corazón comercial y administrativo de la zona norte de la capital. Para los andarines queda la posibilidad de subir hasta Henrrieta Street, dónde se concentra una de las muestras más señoriales del georgiano dublinés y para los amantes de las compras quedan Mary y Henry Street, dónde se han instalado las grandes marcas textiles y de complementos. Justo en Mary Street se encuentra The Church, una antigua iglesia reconvertida en pub dónde se come bien y a buen precio.

La calle O'Connell es la arteria principal del Broadstone y, también, de toda la ciudad. Daniel O´Connell es considerado como el responsable del renacimiento del nacionalismo irlandés y su estatua preside el arranque de una calle en la que destacan la enorme bandera irlandesa y la fachada del imponente Edificio de Correos. Aquí también se localizan numerosos comercios, los más importantes hoteles y restaurantes de la ciudad. Si aún tienes tiempo, no es mala idea terminar la visita a Dublín en el Hannover Quay, antigua zona portuaria que se ha convertido en la nueva zona de expansión de la nueva Dublín; un barrio de alta arquitectura dónde abundan el diseño y los negocios tecnológicos.

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