FALTAN MÁS LÍDERES SOCIALES

21/11/2011 - 12:00 am

Rosa tiene una tienda modesta al sur del estado de Puebla. “No tenía dinero para surtirla”, confiesa. Pero en las elecciones de 2010 llegó su vecina y le susurró algo en el oído. Parecía un golpe de suerte. Segundos después, cuenta, llamó a sus dos hijas y las apuró: “Corran, en casa de Lilí regalan despensas. Apúrense porque se acaban y ya no tenemos mercancía”. Su vecina era funcionaria en la Presidencia Municipal y “compraba los votos para su candidato”.

Rosa confiesa este episodio, y reconoce: “Lo he hecho cuando se puede. Sé que es feo, pero es el dinero del pueblo. De que lo roben ellos, a que lo utilicemos nosotros… mejor nosotros”. Cuenta que en su comunidad se reparten despensas, incluso dinero por barrer y adornar los salones y plazas durante los mítines de campaña, comprometen su voto a cambio de un beneficio personal. La historia de Rosa es una de miles, quizá de millones en el país.

Para el analista Sergio Aguayo tiene que ver con “la debilidad de los partidos políticos y el descontento social. La gente se siente desilusionada porque en México los partidos políticos y los funcionarios públicos no representan sus intereses. Hay un vacío”. Sin embargo, Rosa vota según sus necesidades personales: “Mi hija necesita una plaza en el magisterio y hay amigos que están en campaña, si voto por ellos me pueden ayudar. De todos modos, los políticos son iguales”, dice. Esto, al sur de Puebla. Aunque en Oaxaca se venden plazas en más de 120 mil pesos.

El Sistema de Aguas de la Ciudad de México precisó que se retiran más de 40 toneladas diarias de basura en la capital del país, allí donde recibe el agua de los principales colectores y canales. La Comisión Federal de Electricidad advierte que millones de hogares y comerciantes “se cuelgan” del alumbrado público, por lo que México pierde más de 20 mil millones de pesos al año debido al robo de electricidad. La Policía Federal informó que más de un millón 600 mil infracciones de 2006 a 2010 se contabilizaron en las carreteras federales de la nación. Y de éstas, sólo un 50% se pagan.

La lista de negligencias ciudadanas es larga. Millones de acciones negativas que le acarrean más problemas al país. Aunque la queja siempre señala a la clase política del país, ¿cuál es el papel de los ciudadanos? ¿La sociedad mexicana tiene el gobierno que se merece? ¿Será cierto lo que reza el dicho popular: “el que no tranza, no avanza”?

 

El poeta del silencio

Hay un antes y un después en la vida de Javier Sicilia. Antes, su nombre no era tan conocido como ahora. Tenía sus lectores, tanto en ensayos como en poesía. Vivía en Cuernavaca con su familia, y desde ahí redactaba artículos que criticaban a la clase política, el catolicismo dogmático y proponía rutas para una mejor democracia. De ahí se desprende su nuevo libro Estamos hasta la madre. En 2009 recibió el Premio Aguascalientes, por su trabajo poético.

Antes del 28 de marzo de 2011, su principal arma era la palabra escrita. Pero tras la muerte de Juan Francisco, su hijo, Sicilia salió a las calles del país para manifestar su rabia e indignación. Ya no tenía metáforas para expresar el dolor que le quemaba dentro. “Te tienen que matar un hijo para darte cuenta de cómo está el país. Sería lamentable que muchos mexicanos hiciéramos valer nuestra ciudadanía cuando te asesinen a tu hijo. Yo, desde entonces, no paro”, y se le dibuja una sonrisa triste.

El dirigente de Movimiento por la Paz es otro a partir de esa fecha. Recorre el país donde sus ojos recogen las crueles imágenes de la violencia y la barbarie. Narra la escena de una camioneta en Veracruz, “con montones de cuerpos sin vida. A eso hemos llegado”.

 

–A usted le mataron a su hijo. Ha dicho que ya no puede sentir más dolor que ése. Desde entonces se ha movilizado, ¿tenemos que pasar por una experiencia tan dolorosa para que la sociedad reaccione?

–Ojalá que no. Hay mucha gente en el país que sí hace cosas. La palabra, no es tanto reacción, sino acción. Es lo contrario a la apatía. Darnos cuenta que este país es nuestro y que podemos hacer mucho por él. Que esos cabrones –los políticos y narcos– escuchen nuestra voz, que no nos vean como parte de su mercado.

 

–Habla de apatía, pero también existe el pavor. ¿No es el pavor lo que se necesita para tener a una sociedad más cabizbaja, más devaluada… menos ciudadanizada?

–El pavor detiene. Inmoviliza. Pero también hay un límite por parte de la sociedad: que se lo crean. Que se crean la idea de que no pueden hacer nada. A mí me mataron a mi hijo, a muchas familias las han mutilado, y nos organizamos. Llega un punto tan doloroso que ya no puedes más que levantarte y exigir tus derechos. Hoy, como ciudadano, ya no puedes cruzarte de brazos –su voz es mesurada, pero habla con ímpetu, convencido de lo que dice.

 

Se le dan algunos ejemplos de personas que, tras la tragedia, encaran a los responsables. El caso de los padres de los niños muertos y heridos en la Guardería ABC, de los jóvenes asesinados en una fiesta de Ciudad Juárez… él mismo. Se le pregunta qué sintió cuando tuvo en frente a Felipe Calderón.

Ya se sabe qué le dijo y qué le respondió el Presidente, ¿pero qué sintió? Sicilia suspira: “No tengo nada personal contra él. Tenía la necesidad de decirle lo que pensaba. Luego fue una honda tristeza. Hay impotencia. Él es corresponsable, pero no es el único”.

 

–¿Qué se necesita para que un ciudadano ejerza sus derechos?

–Que no tenga miedo.

 

–¿Usted tiene miedo?

–Muchísimo. Pero no voy a parar. Creo que es válido tener miedo, pero es peor quedarse inmovilizado.

 

–Dice que ha dejado de escribir poesía… ¿es cierto?

–Sí. Con la muerte de Juan Francisco no tengo más nada que decir. La poesía es palabra. Y lo contrario a la palabra es silencio… Soy silencio. Pero como ciudadano, tengo derecho a alzar la voz.

 

San Honesto… líbranos de todo mal

Luisa Gloria Mota vivió 10 años en Estados Unidos, donde estudiaba. Escuchaba de sus compañeros que México era un país atestado de corrupción. Al final de la carrera, Luisa Gloria tenía que realizar un proyecto que contribuyera, a través del diseño gráfico, a detonar cambios sustanciales en su sociedad. Regresó a México, elaboró un cuestionario sobre corrupción “y un 90% de los entrevistados respondieron que habían sido corruptos. Les pregunté de qué manera podrían erradicar la corrupción y su respuesta fue: con un milagro”.

El resultado de esa inquietud fue Factoría de Santos, cuya misión es que la gente se dé cuenta “que el milagro está en cada uno de nosotros. Que somos el cambio”, dice Luisa Gloria. Ella, después de meditar a propósito de las respuestas de los encuestados, creó a San Honesto, el santo de la corrupción. La imagen de un indígena rodeado de elementos luminosos, mexicanos y cuya misión sea que las personas se vean reflejadas en esta imagen. El rostro de San Honesto lleva un espejo en su rostro “para que nos veamos en él. Cada uno lleva a ese San Honesto. Es importante saber que sí podemos tener acciones positivas”.

Factoría de Santos (http://www.factoriadesantos.com/) ha creado, además de San Honesto, a Santa Tolerancia y próximamente hará su aparición Santa Congruencia. Estas imágenes, desligadas de lo religioso, están diseñadas para que las personas hagan sus propios milagros e impulsen al país, pero desde una postura personal. A Luisa Gloria no le interesa presentarse como la dueña de estas imágenes. Ella las creó para quienes las quieran hacer propias. Trabaja, conjuntamente, con artesanos y organizaciones que crean en el cambio positivo y la transformación.

“Hemos recibido propuestas de partidos políticos para que estas imágenes se utilicen en sus campañas, pero sin decirte nombres, les respondimos que no. Estos Santos son de todos”, Luisa Gloria está segura de lo que dice. Tanto así que su proyecto se ha extendido hasta Venezuela, donde San Honesto ya es el reflejo de cambios.

Factoría de Santos produce playeras, imágenes de barro, plástico y escapularios. Aunque no evangelizan, Luisa Gloria cree que la gente se acerca a estos santos por iniciativa propia: “Hay que rezarles con acciones diarias, positivas. La corrupción puede acabarse con la responsabilidad de las personas. Hay que creer en uno mismo”. Cualquier punto negativo de los ciudadanos, la joven diseñadora lo esquiva. No le interesa hablar del lado oscuro de México, sino de la transformación “y eso comienza por uno mismo. Todos somos honestos, sólo hay que reconocerlo día a día”.

 

El que no tranza, no avanza

Esta frase, para los mexicanos, parece más un estilo de vida que un mero dicho popular. La Encuesta Nacional de Corrupción y Buen Gobierno de 2010, elaborada por Transparencia México, indica que el año pasado se cometieron 200 millones de actos de corrupción brindados por autoridades de los tres niveles de gobierno y algunos por el sector privado. Se encuestaron 15 mil 326 hogares en todo el país.

El resultado también es desalentador en términos económicos: se destinaron más de 32 mil millones de pesos en “mordidas”. O en cifras más precisas, por “mordida”, cada hogar mexicano gastó 165 pesos en 2010, es decir, 14% de su ingreso total. Las entidades con mayores casos de corrupción fueron, en primer lugar, el Distrito Federal, seguido por el estado de México y Guerrero, respectivamente.

Sin embargo, Sergio Aguayo considera que “si la sociedad está apática es debido a tantos años de gobiernos autoritarios. Hay una separación muy clara entre lo público y lo privado, esa brecha genera un gran distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos. Para una democracia, el papel ciudadano es clave, transformador, pero hay debilidad y desprestigio en los partidos políticos”.

Al respecto, Yoshio Ávila tiene un punto más positivo, también romántico pero realista. Es acapulqueño, egresado de la carrera de Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y uno de los integrantes de la organización civil Oficio Político. Para él es importante resaltar que en el país “hay millones de personas contribuyendo positivamente. No todo es tan catastrófico como se cree”. Le apuesta a la participación ciudadana. Será por eso que hace dos años convocó a varias universidades a nivel nacional para generar debate y crear propuestas. La respuesta fue:

“Un total de 36 universidades del país participaron en estas mesas de debates. Todo salió de nuestro bolsillo. Lo iniciamos con las redes sociales, pero también fui a algunas universidades de otros estados y así fue como se hizo posible esto. Uno de los objetivos era demostrar que los jóvenes no somos el sector apático del país. Tenemos propuestas. No estamos de acuerdo con muchas decisiones que se toman, pero creo que sí hay políticos que hacen su trabajo, no sólo funcionarios públicos corruptos”.

Al doctor Sergio Aguayo le preocupa la poca participación ciudadana. Coincide con Yoshio Ávila en que sí hay líderes sociales que contribuyen al cambio, pero: “En México uno de cada cinco mexicanos participan a través de la sociedad organizada. En países escandinavos es 70% de la ciudadanía la que participa en esos grupos. Esto quiere decir que nos falta mucho”. Se le pregunta al especialista lo mismo que a Javier Sicilia, si tiene que ver la apatía y el pavor en la sociedad para que no haya empoderamiento ciudadano…

“Sí, también. Pero no podemos soslayar que tampoco ha mejorado la cultura ciudadana. El descontento es mayor. Sí hay una responsabilidad muy fuerte en la sociedad. Se nota en los cambios democráticos, cuando la participación de la gente en asuntos políticos está presente. Un ciudadano se construye a partir de su inclusión en la sociedad”, apuntala.

Y Yoshio Ávila lo reafirma con sus acciones. Tiene varias propuestas por exponer. Reuniones con expertos, estudiantes con iniciativa, medios de comunicación y víctimas. Al joven politólogo no le interesan los sátrapas del país, sino los funcionarios públicos que tienen un trabajo y una agenda política. Está seguro que sí los hay.

“Creo, que en la medida en que tengamos mejores ciudadanos, tendremos mejores políticos”, dice el integrante de Oficio Político.

Rosa, para volver al inicio, asegura que no siempre se deja corromper: “Pero ya lo dije: es dinero del pueblo. No me siento mal. Son nuestros impuestos”. Ella está en la lista negra de los ciudadanos no ejemplares, pero Yoshio Ávila invita a que los medios también se detengan en los buenos resultados, en los ciudadanos comprometidos. “No niego que haya un alto índice de corrupción. Tampoco, que los políticos tengan una pésima imagen, a mí me interesa que haya más personas empujando temas en la opinión pública. Si queremos una mejor clase política, tenemos que crear mejores ciudadanos”, finaliza.

 

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