Por Gabriel Lerner, The Huffington Post
Allá lejos y hace tiempo, cuando un dólar era un dólar y los sueños se hacían realidad, la percepción de vida de la persona común en Estados Unidos era linear, optimista, rosa. Incluía una casita con techo de dos aguas y patio, en los suburbios; enviar a los hijos al college, ahorrar con privaciones durante toda la vida y jubilarse para vivir los años dorados, de reposo y solaz y tranquilidad, de viajes y felicidad...
Pero llegaron estos tiempos de crisis y recesión. Los sueños, nuevamente, sueños son. Los que más tenían, tienen aún más y viceversa: aquellos que tambaleaban en el acceso a la prosperidad, quedaron atrás, a un costado del camino.
En un cambio histórico, los números nos dicen que ser viejo en Estados Unidos se convirtió en un túnel amenazador y oscuro, al final del cual espera la miseria.
La cita de arriba es la premisa del columnista Michael Hiltzik, quien da a conocer en el Los Angeles Times una realidad que da miedo.
Es que quienes están al borde del abismo económico no son solamente los tradicionalmente pobres. No. Se trata de clase media, de quienes trabajaron toda la vida, quienes ahorraron tal como se les dijo, quienes antes gozaban de un retiro con ingresos asegurados.
¿Por qué sucede? Por los cambios económicos. Por el incremento de las desigualdades sociales. Por el deterioro de los pagos de pensiones por parte de los empleadores. Porque más gente vive más años. Porque los fondos de jubilación y ellos mismos invierten en bonos, y los bonos aunque son de bajo riesgo, ya no dan ganancias porque los intereses son bajos.
Por la crisis económica, escribe este prestigioso periodista de 60 años, ganador del premio Pulitzer en 1999.
Estos son los datos, presentados por Debra Whitman, experta en finanzas al servicio de la AARP, la Asociación Americana de Personas Jubiladas, un grupo multitudinario en el que todo residente de 50 años y medio puede registrarse, en un evento organizado por el Instituto Aspen.
"Entre 2007 y 2010... los estadounidenses de 75 años para arriba perdieron la sexta parte de sus bienes, reflejando la crisis de 2008", dice Hiltzik. Y aunque desde entonces han mejorado, "tienen menos tiempo que otros para resarcirse de la pérdida".
Mientras que los otros grupos han reducido su deuda en tarjetas de crédito, entre los ancianos creció.
El 46 por ciento de los estadounidenses, cuando mueren, tienen 10,000 dólares o menos en bienes y dependen totalmente de los pagos de la Seguridad Social, que como todo el mundo sabe, son insuficientes para mantenerse por encima de la línea de pobreza. En total 55 millones de personas en EE.UU. reciben pagos del Social Security.
Los ancianos en consecuencia, no tienen dinero para cubrir gastos médicos más allá de lo que asegura Medicare. Y recordemos que Medicare, entre otras instituciones, está bajo la lupa de grupos políticos poderosos que quieren recortar su valor y reducir sus beneficios para a su vez achicar el déficit presupuestario mientras bajan impuestos para los más ricos.
La tercera parte de los jubilados, sigue citando Hiltzik, ahora de 65 a 69 años de edad, dependen de la Seguridad social para cubrir más de la mitad de sus ingresos anuales. Para los más ancianos, empero, el porcentaje va subiendo de 60 por ciento para arriba.
En cuanto a los planes de pensión que todavía ofrecen los empleos, éstos han cambiado. Antes, ofrecían un ingreso basado en lo que ganaban cuando trabajaban y en cuántos años habían trabajado en la particular empresa. Ahora, en los planes 401K, el ingreso dependerá de cuánto deduce para ellos el empleado durante sus años de trabajo y en qué invierte ese dinero. Por supuesto, estos planes fueron entre los que más sufrieron durante la crisis que inició en 2008, perdiendo gran parte de su valor.
Hiltzik presenta varias posibles opciones, todas herramientas financieras, ahorros de diversos tipos: anualidades, planes de ahorro que comienzan a pagar dividendos a los 75 años, etcétera.
Obviamente, la solución no es esa, sino para los gobiernos fortalecer hoy las herramientas de la ayuda social. Sea subir los pagos de jubilación, la ampliación de la atención médica gratuita,
Después de todo, la función del estado es preocuparse por los que menos tienen. Especialmente si son aquellos, los mismos, que mediante su trabajo crearon la prosperidad de la que ellos se benefician ahora.
Se trata, para citar a Joan Manuel Serrat, de que:
simplemente si todos
entendiésemos que todos
llevamos un viejo encima.
Porque detrás de los números hay una amenaza que avanza y que todavía se puede evitar: que Estados Unidos se convierta en otro de los países, como muchos de América Latina, en donde la vejez, es solamente la antesala de la muerte.