MÉXICO, PARAÍSO DE PRODUCTOS MILAGRO

24/06/2011 - 12:04 pm
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Jesús tiene 54 años, se tiñe la raíz del cabello cada 20 días. Acude al gimnasio de lunes a viernes, y sigue una dieta con mucho esfuerzo. Después de Año Nuevo se prometió bajar de peso. Lo cumplió. Compró unas pastillas para adelgazar: una antes de cada alimento. A los dos meses, se miraba contento, aunque con ciertos mareos y malestar estomacal. Dejó de tomarlas. Hace unos días marcaron a su casa, un promotor prometiéndole las perlas de la virgen: “Le ofrecemos nuestro producto, Rejuvenex, que retrasa el envejecimiento. En unas semanas usted notará los cambios”, dijo aquella voz. El costo: mil 100 pesos. “Si no le convence el producto, se le devuelve su dinero”, garantiza el promotor.

Jesús no compró el producto, aunque si por él fuera, lo pediría, sin importarle los otros 300 pesos más por el envío. Él, como muchas personas en México, son asiduos consumidores de los llamados productos milagro. Pastillas, pomadas, jabones, parches, jarabes, aparatos, incluso tenis para el ejercicio. Prometen de todo: bajan de peso en unos minutos, quitan las arrugas en un par de días, curan la diabetes, la hipertensión, el colesterol, incluso hasta el VIH. Milagros que la ciencia médica cataloga como fraude.

Para Rodolfo Rodríguez Carranza, jefe del Laboratorio de Medicamentos del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, “el problema de los productos milagro es que no tienen sustento, carecen de evidencia científica, no tienen prescripción médica y muchos de ellos ponen en riesgo la salud de las personas”.

Rodríguez Carranza está al frente de un laboratorio donde investigan y experimentan hasta tener certezas. Dice que para obtener evidencia científica de un fármaco, se tardan entre 10 y 15 años. “Experimentamos con animales y observamos las reacciones secundarias. Hay que tener conocimiento de lo que se hace. Eso es lo que no tienen estos productos, y el problema es que una gran parte de la población los consume sin considerar los riesgos”.

Por eso en 2010, la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) analizó más de 250 productos, mismos que fueron retirados. Una lista de productos que “carecen de autorización para su comercialización por la autoridad sanitaria”, alertó la Cofepris desde el año pasado, enfrentándose a toda una industria “amparada” en la ley, y que hasta el día de hoy sigue promocionándose en los principales canales de televisión.

 

Falsas promesas

El caso de Soledad la llevó a la burla de familiares y desconocidos. Acaba de cumplir el medio siglo, y con él, Soledad esperaba reiniciar un nuevo ciclo en su vida. Lo que siempre quiso tener, lo encontró en una tienda “naturista”. Un frasco de 800 pesos, con una gran promesa: aumentar el busto. No cirugías, tampoco mucho dinero. Al primer mes, sus pechos serían más grandes y su autoestima también. Puntual y disciplinada, Soledad comenzó a tomar el producto, midiéndose el busto todos los días. Pero al paso de las semanas, lo único que crecía era su decepción. Cinco frascos y más de 4 mil pesos echados a la basura. Y para colmo: amigos y familiares vieron el producto. El nuevo ciclo, comenzó mal para esta mujer.

Según, el doctor Rodríguez Carranza, “los productos milagro han existido siempre. No con ese nombre. Pero desde la antigüedad, brujas y chamanes ofrecían remedios a los enfermos. Ahora, podemos ver que existen tiendas que dicen ser naturistas y ofrecen suplementos alimenticios. ¿Cuál es la diferencia? Que antes no había conocimiento suficiente, ni la medicina era tan avanzada. Ahora, cuando dicen que son medicamentos puramente orgánicos, son meros engaños, un fraude”.

Relata el investigador que muchos doctores se enfrentan a serios problemas: sus pacientes dejan de ir a los consultorios para automedicarse con productos que, lejos de ayudarles, pueden causarles serios problemas. “Un diabético que deje de ir al doctor por consumir estos productos, suspenderá su tratamiento y puede complicarse su enfermedad, en el peor de los casos. He visto comerciales que curan la diabetes melitus. Falso: ese tipo de diabetes no tiene cura por el momento. Tenemos las evidencias”, puntualiza.

Sofía es otro caso. Dejó de creer en los suplementos alimenticios. Durante tres meses tomó Slim-fast, un licuado que promete bajar de peso, pero “a mí me dio una fuerte gastritis. Sustituyes comidas por la bebida pero sí te descompensas. Empecé a sentir acidez y luego un dolor intenso en la boca del estómago”.
¿Sofía bajó de peso? Tres kilos en tres meses. El producto prometía de cuatro a ocho kilos por mes. Lo milagroso del producto, no fue el producto en sí. Si Sofía bajó tres kilos fue más por la dieta que hizo. Porciones de comida saludable y una alimentación balanceada pudieron más que los milagros del “licuado del mal”, como lo nombra Sofía: “Cuando te venden el producto, nunca te dicen que funciona si haces ejercicio o dieta, te lo venden como algo mágico”.
Sin embargo, a pesar de que Soledad y Sofía eran un tanto renuentes a estos productos, la pregunta es por qué comprarlos entonces… La respuesta de ambas: las convencieron los comerciales.

 

Publicidad engañosa

Basta con encender el televisor a partir de la media noche o muy temprano, por la mañana. Testimonios que dan fe del milagro de un producto. Hay un antes y un después. Lloraban su gordura y ahora son plenos con su esbeltez. Verdaderas ofertas y una gran demanda. Valen la pena, tomando en cuenta las evidencias que muestran los llamados infomerciales. Ahora, la modalidad es otra: una conductora de un noticiario informa sobre la causa y origen de ciertas enfermedades o trastornos. Enseguida viene otro comercial que promete el remedio ideal. En pocos segundos, el consumidor queda enganchado.

Tan solo en publicidad televisiva, CV Directo invirtió, en 2009, mil 395 millones 978 mil pesos, según datos de la consultora KP Alazraki, Central Media. Esta empresa invierte tanto como Bimbo o Telcel y sus ganancias multiplican la inversión en pantalla.

La Cofepris elaboró 613 informes sobre la publicidad de estos productos. De éstos, 307 fueron de productos milagro. También se identificaron 274 comerciales que no contaban con la autorización sanitaria.

Ricardo Rodríguez, subprocurador de Servicios de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), dijo a Sinembargo que en los siguientes días se publicará una “nueva política” en la Ley Federal de Publicidad al Consumidor, donde “se inserte una leyenda que especifique que dicho producto no ha sido autorizado por la Profeco”.

Para el subprocurador de Servicios es importante poner los puntos sobre las íes. Dice que la publicidad engañosa ha permeado en muchos hogares, sin autorización ni respeto a la ley. Esta “nueva política” será planteada Al Consejo de Autorregulación y Ética Publicitaria (Conar), organismo creado hace una década para fungir como conciliador en controversias de índole publicitario. “Profeco no tiene relación directa con los medios de comunicación. Para tratar el tema de la publicidad engañosa, lo veremos con la Conar”, aclara el funcionario.

Lo cierto es que Ricardo Rodríguez acepta que la mayoría de la infomerciales, si no es que todos, son un fraude para el consumidor. “No fuimos eficientes (Profeco) en el caso de la publicidad engañosa, por eso ahora es necesario crear nuevas reglas”, enfatiza.

 

El canal de las que enseñan

A Claudia Lizaldi, actriz y conductora de televisión le ofrecen grabar un infomercial. Distribuido por CV Directo, Skinny Shot promete bajar de peso: entre más se consuma, más se adelgaza. Lizaldi es la imagen de este milagroso reductor. Pero más tarde, al tiempo que la Cofepris retira más de 250 productos milagro, la conductora se retracta en una entrevista radiofónica el 1 de marzo: “Cuando me invitan a hacer este infomercial, a mí me emocionó mucho el tema del producto natural (sic)”. Pero arremete: “cuando veo el producto final no es un producto que yo compraría para bajar de peso”. Al aire, Lizaldi ofrece una disculpa a quienes “se hayan sentido ofendidas por este comercial…”.

Un par de días después, la directora comercial de CV Directo, Catalina Campoy declara en la misma emisión de radio que “estamos sorprendidos porque ella conocía el guión, a nadie se le contrata, si no conoce el guión”. Campoy argumenta que a la actriz se le dio también el producto y, dicho sea de paso, presume algunos de los ingredientes de este reductivo “milagroso”: yerba mate, té verde, tiene nopal, aloe, por citar algunos. “Un producto extraordinario”, remata Campoy.

Durante la entrevista el conductor de radio asevera que la publicidad de CV Directo miente al no especificar el funcionamiento del Skinny Shot. Campoy justifica que si la gente no lleva una vida sana, con ejercicio, ningún producto funciona. Pero el periodista arremete: “Eso no se dice en el comercial”. En medio del debate, Claudia Cuéllar, representante legal de la empresa, quien acompaña a Campoy, pone el dedo en la llaga: “Creo que la respuesta final también la tiene el consumidor y los resultados varían de persona a persona”.

Esta respuesta para el subprocurador de Servicios de la Profeco, Ricardo Rodríguez, “es una irresponsabilidad de la empresa. Ésta debe conocer la ley. Es cierto que necesitamos consumidores críticos, pero tampoco las empresas pueden deslindarse de lo que les toca”.

El doctor Rodolfo Rodríguez Carranza advierte que desde hace 20 años a la fecha, la proliferación de infomerciales invaden los hogares mexicanos con productos “fraudulentos”. De la Cofepris, el también investigador y académico de la Facultad de Medicina, opina que “hace lo correcto, pero se enfrenta ante grandes monstruos: industrias que se amparan para seguir publicitándose. Además de los fabricantes que se brincan la ley y la reglamentación. Utilizan a gente de la televisión para hacer más efectivos sus mensajes”.

Tanto a Claudia Lizaldi como a Catalina Campoy se les pidió una entrevista para esta investigación. Lizaldi dijo que no podía hablar en estos momentos, “en dos meses puedo decir lo que quiera sobre el tema, ahora no”. Se le cuestionó si tenía demanda, pero fue reticente. Por otro lado, empleados de Campoy, arguyeron que la empresaria estaba fuera del país, “y quién sabe si quiera dar entrevista”, dijo un chico, de nombre Jorge.

También está el caso de la actriz Carmen Montejo, quien promocionó Green Marvel, un producto que aniquilaba los dolores musculares. La actriz declaró en entrevista telefónica: “Yo pruebo los productos antes de promocionarlos. Hacer infomerciales es un trabajo digno, como cualquier otro, pero cuando se atenta contra la salud, es una gran falta de ética. Muchos actores lo hacen por dinero, leen el guión y ya, sin saber que su nombre está de por medio… y la salud de mucha gente que los compra (productos milagro) creyendo en nuestra persona”.

 

El precio del milagro

Jesús guardó las pastillas para bajar de peso. Se asustó. La ropa le queda mejor, pero con esa irritación estomacal, pagó el precio del milagro. Prefiere el tinte para el cabello y unas playeras un poco más joviales que ingerir cápsulas reductivas o suplementos alimenticios.

Rodolfo Rodríguez advierte: “Los productos milagro traen consecuencias a la salud: problemas al hígado, a los riñones e incluso cáncer. Económicamente, también es un fraude para los consumidores. Pero lo que más se juega en este caso, es la salud”.

Si Soledad o Sofía lo hubieran sabido, habrían marcado a la Profeco, como lo dice Ricardo Rodríguez. En caso de inconformidad o fraude, el funcionario recomienda hablar a la empresa donde se adquirió el producto y reportarlo, presentando la garantía. Si no hay respuesta, entonces la Profeco puede conciliar. “Los consumidores no están desprotegidos”, asegura.

“Con los productos milagro, se debilita el trabajo del clínico. El médico serio da un diagnóstico y un seguimiento; con estos productos ya no hay control alguno. Hace falta que también los expertos, los investigadores tengamos espacio en los medios para informar a la sociedad. Ni en Estados Unidos he visto tanta vulnerabilidad de las personas frente a este tipo de productos. Si México los consume tanto, es porque mucha gente no tiene cierto nivel educativo, además de que falta conocimiento científico”, finaliza el doctor Rodríguez Carranza, poco antes de irse a experimentar en el Laboratorio de la Facultad de Medicina de la UNAM.

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