OTRA VISIÓN DEL MUNDO

06/10/2011 - 12:00 am
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...se volvió hacia donde sabía que estaba el espejo... extendió las manos hasta tocar el vidrio, sabía que su imagen estaba allí, mirándolo, la imagen lo veía a él, él no veía la imagen”

José Saramago en  Ensayo sobre la ceguera

El escritor José Saramago escribió en Portugal su Ensayo sobre la ceguera en 1995. Ese mismo año, del otro lado del océano, el alpinista estadounidense Erik Weihenmayer tocaba la cumbre del monte McKinley, la montaña más alta de Estados Unidos; pero en el caso del alpinista nada era un ensayo: era oficialmente ciego desde 1981.

Ya en 1993, a la edad de 25 años, Weihenmayer había cruzado los Glaciares de Batura, en Pakistán, guiado exclusivamente por el deseo de demostrarse a sí mismo que era él quien impondría los límites de su vida, y no la ceguera que lo había condenado a la oscuridad cuando apenas tenía 13 años.

Para 2008, Erik Weihenmayer, se convirtió en el primer ciego en conquistar las siete cimas más altas del mundo, incluido el Everest. No sólo ha probado sus límites, sino que se ha convertido en un activo orador y escritor que viaja por todo el orbe motivando a las personas con discapacidad visual para que lleven a cabo sus aspiraciones; pero, sobre todo, este alpinista de 41 años habla con las personas que “vemos normalmente”, con la intención de hacernos comprender que ningún discapacitado es menos que nosotros, y sus hazañas están ahí para demostrarlo.

Y Erik Weihenmayer ha puesto ya sus ojos en México. Su meta será despertar simbólicamente a “la mujer dormida”, la cima del Iztlacihuatl, que piensa escalar acompañado de un grupo de ciegos y débiles visuales mexicanos y estadounidenses.

El alpinista y motivador invidente llega al país de la mano (nunca mejor dicho) de una organización que tiene exactamente la misma filosofía que Weihenmayer, y que trabaja por una sociedad que sea capaz de “ver  con una luz diferente” al mundo de la ceguera y la discapacidad visual: Ojos que Sienten, Asociación Civil.

 

El mundo fotografiado por invidentes

Gina Badenoch es una fotógrafa profesional que hace tres años tuvo “una visión”: crear talleres de fotografía para ciegos y discapacitados visuales.

Fue con esta primera idea que fundó la asociación civil Ojos que Sienten, cuya misión es, en primer lugar, lograr que las personas que sufren ceguera sientan la misma motivación que el alpinista Weihenmayer; es decir: que entiendan que la enfermedad no es una limitante, si ellos no lo permiten.

En segundo lugar, Ojos que Sienten busca también –y en particular– crear conciencia entre las personas que vemos con normalidad, para que aprendamos a entender el mundo de aquellos que tienen “capacidades diferentes”, no menores ni peores: diferentes;  y que, precisamente, el mayor entendimiento entre esos dos mundos proviene de aceptar y respetar las mutuas diferencias.

 

–¿Cómo puede una persona ciega hacer fotografías?

–Es la pregunta del millón. Yo que soy fotógrafa sé que la parte más importante a la hora de crear una imagen es el proceso creativo que la precede; el resultado final es visual, cierto, pero para llegar a eso tienes que utilizar todos los sentidos, y eso es algo que las personas ciegas o discapacitadas visuales hacen cotidianamente. La vista percibe la imagen, pero es el cerebro quien la crea. Es lo mismo que nos sucede al leer: creamos imágenes, aunque no las tengamos enfrente.

 

Ojos que Sienten realiza constantemente talleres de fotografía para ciegos, y ahora muchos de sus talleristas son de hecho antiguos alumnos de la organización. Sin embargo, esa es apenas la parte “más visual” de su trabajo. En realidad y en el fondo, lo que hace esta institución va mucho más allá de lo que podría apreciarse a simple vista.

“Con nuestros talleres logramos que las personas con estas capacidades diferentes recobren la confianza; primero en sí mismos y en sus aptitudes para lograr lo que se proponen, y también en el mundo y en que pueden integrarse a él a pesar de su enfermedad”, dice la fundadora de la asociación Gina Badenoch.

Y sus logros son evidentes, no sólo entre el universo de invidentes mexicanos sino también, y sobre todo, en ese “otro universo”: el de quienes podemos percibir el mundo con los cinco sentidos.

Actualmente, Ojos que Sienten imparte talleres en una treintena de grandes empresas mexicanas, que son también donantes para la labor de la organización. Los cursos los imparten personas invidentes y muchas de estas compañías (nacionales e internacionales, como Grupo Televisa, Fundación Telmex, British Airways, Fundación Ashoka, BBV-Bancomer, entre otras) han abierto sus puertas a empleados ciegos o discapacitados visuales. Este es el gran éxito de la asociación fundada por Badenoch.

“Entre las personas con discapacidad hemos logrado impactar en unos 180 ciegos o enfermos visuales, pero entre la población en general nuestro impacto supera ya el millón de personas que a través de nuestra labor conocen este problema y reconocen que todos somos parte de la solución. Además de los talleres hacemos exposiciones, excursiones y cursos; para nosotros es importante la concientización, tender puentes de comunicación, para que todos aprendamos a ver de otra manera”, dice la fotógrafa.

 

“Un oasis de luz en mi desierto de oscuridad”

Así, como un oasis luminoso, describe Luis Bautista la labor de Ojos que Sienten, después de ser alumno de la organización.

Y las cifras en México y en el mundo confirman que este cambio de mirada, este encuentro entre ciegos y no ciegos es absolutamente necesario. De acuerdo con la Secretaría de Salud federal, la ceguera es la segunda causa de discapacidad en el país, mientras que al menos un 30% de la población nacional padece algún tipo de disfunción visual.

El glaucoma, la enfermedad que dejó ciego al alpinista norteamericano Erik Weihenmayer, condena hoy a la oscuridad a unos 3 millones de mexicanos ya diagnosticados, y se estima que otros 2 millones la padecen sin saberlo.

En el mundo, de acuerdo con las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay aproximadamente 314 millones de personas con alguna discapacidad visual, 45 millones de las cuales son totalmente  ciegas, y el 87% de quienes padecen esta situación, residen en países en desarrollo.

Y precisamente porque se trata de un problema mundial, Ojos que Sienten ha enfocado también sus esfuerzos fuera de México.

Gracias a la alianza con la organización británica PhotoVoice, que pone detrás de la cámara a diversos colectivos vulnerables, la iniciativa fundada por Badenoch ya ha impartido cuatro talleres de fotografía para ciegos en el Reino Unido y uno en China.

Además, otra de las metas de Ojos que Sienten, en trabajo conjunto con la Organización Mundial de la Salud, es unirse a la campaña para la prevención de estas discapacidades, puesto que las estadísticas confirman que la pobreza es uno de los agravantes para padecer enfermedades visuales: según el organismo, un 85% de los casos mundiales de discapacidad visual son evitables si son detectados y atendidos a tiempo.

 

Ceguera mental, la peor de todas

Probablemente una de las actividades que más éxito en sus objetivos le ha redituado a Ojos que Sienten son las llamadas “Cenas en la oscuridad”, que la asociación organiza una vez al mes. Se trata de una experiencia única en donde, por una noche, se invierten los papeles: son los ciegos quienes están a cargo de guiar en su mundo de tinieblas a las personas que vemos con normalidad.

 

–¿Y realmente vemos con normalidad?

–Tenemos que reconocer que la vista también puede ser un impedimento, porque ese sentido que nos permite observar el mundo a veces también nos lleva a emitir juicios, a imponer barreras, a tomar decisiones basadas en el aspecto (…) en las “Cenas en la oscuridad” que organizamos intentamos romper con esas barreras mentales. Los asistentes entran a una habitación donde conocen lo que es la vulnerabilidad, donde deben enfrentarse a la necesidad de despertar sus otros sentidos para descubrir lo que les rodea: tienen que esforzarse en hablar, escuchar, tocar, degustar… y guiados además por las personas a quienes normalmente nosotros queremos guiar. Son ellos, los ciegos y discapacitados visuales, quienes están en perfecto control de la situación.

Cuando finalmente se encienden las luces, es cuando los asistentes a esta experiencia “abren los ojos”. Reconocen que quizá el aspecto de la comida, de las personas o del lugar les habría impedido atreverse a cruzar las barreras para hablar, probar o escuchar a alguien.

 

Estas ‘Cenas en la oscuridad’ son cada vez más solicitadas por empresas, escuelas y universidades, y así, la iniciativa de Ojos que Sienten va poco a poco haciendo de hábil lazarillo para la sociedad; además, a través de estos eventos, la organización realmente puede “lucir” todo su trabajo, puesto que al final del evento, se hacen exposiciones y subastas de las fotografías tomadas por los alumnos, los camareros y guías del evento son también parte de la asociación, y las empresas y los asistentes conocen de primera mano a dónde se dirigen sus donativos o sus participaciones.

 

Lo verás, cuando lo sientas

“Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven” , dice José Saramago en su premiada novela Ensayo para la ceguera, en la que el autor explora una realidad ficticia donde los seres humanos pierden poco a poco la capacidad de “verse”… un mundo donde se instala el egoísmo y la insolidaridad.

Ojos que Sienten, en cambio, trabaja con una innegable realidad: la Organización Mundial de la Salud prevé que para 2020, habrá 75 millones de personas ciegas y 200 millones más padecerán alguna debilidad visual, por lo que aprender a romper esas barreras, se convertirá cada día más, en algo esencial.

Actualmente, sólo seis personas trabajan de planta en este esfuerzo por reducir el impacto de las diferentes cegueras de nuestra sociedad: la física y la mental.

La manutención de Ojos que Sienten cuesta anualmente unos 2 millones de pesos; empresas e individuos pueden colaborar en esta iniciativa, puesto que la asociación civil es donataria autorizada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

De acuerdo con Gina Badenoch, el programa de padrinazgos –recién iniciado– pretende crear conciencia sobre todo en la población infantil, “para que desde pequeños aprendan de la solidaridad”.

La fotógrafa de 29 años, creadora de esta iniciativa que está rompiendo fronteras no sólo a nivel geográfico sino sobre todo a nivel mental y social.

Badenoch confiesa que la experiencia también le ha cambiado la visión, puesto que lo que parecía un imposible y un sinsentido –“formar a ciegos en la fotografía”–, no sólo es hoy una realidad, sino que además es reconocida tanto en México como en otros países.

“Yo soy fotógrafa y sé que cuando uno da el click y dispara el obturador de la cámara, es porque “sientes algo” algo que quieres comunicar (…) Si ellos (los ciegos) pueden hacer eso, pueden hacerlo todo, ni más ni menos que como todos los demás, es cuestión de que se lo propongan, y que nosotros, los otros, los dejemos hacer, viéndolos de otra manera”, concluye Badenoch, fundadora de Ojos que Sienten.

 

Más información: www.ojosquesienten.org

Cristina Ávila-Zesatti
Es periodista especializada en temas internacionales y en el llamado ‘Periodismo de Paz’. Fundadora y editora general del medio digital Corresponsal de Paz www.corresponsaldepaz.org
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