El montaje: La historia de Florence Cassez y su novio, Israel Vallarta, los días antes y después de su arresto

23/01/2013 - 11:15 am

Ciudad de México, 23 de ene (SinEmbargo).– El siguiente texto, titulado originalmente “El affaire de Florence”, pertenece a Jauría. La verdadera historia del secuestro en México, de Editorial Grijalbo. En él, el periodista Humberto Padgett, reportero de SinEmbargo, recrea el antes y el después del montaje con el que Luis Cárdenas Palomino y Genaro García Luna presentaron al secuestrador confeso Israel Vallarta y a su novia, Florence Cassez, ante la televisión. Una historia ruda, donde los policías y los criminales parecen pertenecer a una misma jauría de perros hambrientos que buscan devorar a sus víctimas: los ciudadanos.

Por considerarlo un documento importante para sus lectores, SinEmbargo, con autorización del autor, les presenta el siguiente texto.

Antes, tres videos que son igualmente importantes para recordar este caso que enfrentó a los gobiernos de México y Francia.

EL ESPECTÁCULO EN VIVO...

...EL TEATRO SE DESPLOMA...

...Y CORREN AL REPORTERO

***

EL AFFAIRE DE FLORENCE

La sábana convertida en velo resbaló centímetros de su cabeza y sus ojos asomaron. En el reflejo estaba él, su secuestrador, Israel Vallarta. Y gracias a ese instante de luz y descuido, ella, Valeria Cheja, jamás lo olvidó.

Valeria fue secuestrada el 31 de agosto de 2005. Circulaba en su auto cuando, delante de ella, un Volvo color claro frenó de repente. Bajaron dos hombres, rompieron su cristal y la sacaron. Diez minutos después, estaba encerrada en un amplio baño. Israel, a quien los demás se dirigían como el Patrón, le dijo que podría quitarse la venda de los ojos cuando saliera. Así, durante su encierro, a solas, tenía la vista descubierta. Al día siguiente, Israel tocó su puerta.

—Cúbrete los ojos —pidió el hombre con voz amable.

Vallarta entró y se colocó a unos pasos de Valeria.

­—¿Qué quieres de desayunar? —le preguntó Israel con suavidad.

Ella dudó.

—Cereal con leche —pidió al fin y desayunaron juntos.

—No voy a permitir que te hagan nada. ¿Qué más quieres?

—Un espejo —contestó ella desde la oscuridad.

—Eso no se puede hacer… pero haré una excepción. Mandaré a mis muchachos para te lo traigan y lo coloquen.

A la hora llegaron dos de los hombres encargados de cuidarla. Tocaron la puerta y ella se tapó la cara. Valeria escuchó el ruido del taladro entrando y saliendo por la pared.

—Ya está listo tu pedido —dijo uno y salieron los dos.

Valeria se paró y se miró secuestrada dentro del cristal de metro y medio de largo y 50 centímetros de ancho, colocado en la pared derecha, entrando por la puerta falsa del baño, una hoja improvisada y recién colocada. Ese mismo día, a las seis de la tarde, Israel Vallarta llamó. Valeria volteó hacia la pared y se cubrió la cabeza con una sábana.

“No me gusta el espejo donde lo colocaron, estaría mejor frente a la puerta”,  resolvió y ordenó su cambio.

Valeria escuchó el taladro al lado de la mesita, junto a su colchón. Cuando todo quedó en silencio, pensó que la instalación estaba terminada y ella sola. Jaló un poco la sábana y su mirada se encontró con el espejo reflejando al Jefe: 35 años de edad, complexión regular, de un metro 75 centímetros de estatura, piel blanca, cabello corto, un poco quebrado y con entradas poco pronunciadas sobre las sienes. Israel no descubrió el hallazgo de la muchacha. Valeria no quiso exponerse al cruce de miradas y regresó debajo de la tela.

La banda Los Zodiaco reclamó cinco millones de pesos por su vida. La madre de Valeria dijo no tener dinero y decía la verdad. Fue liberada el 5 de septiembre de ese año tras el pago de 180 mil pesos. La familia denunció. La joven describió el Volvo, el sitio donde la secuestraron, el tiempo de traslado, las voces y la visión en el espejo. Con Valeria en una patrulla, los policías federales recorrieron en diferentes días y horas Coyoacán, Tlalpan y Xochimilco basados en tiempos de diez minutos a la redonda de donde la raptaron. Consideraron antecedentes de secuestros parecidos y cotejaron las llamadas en el banco de voces existente en la Dirección General de Análisis Táctico de la —ya desaparecida— Agencia Federal de Investigación. Buscaron autos Volvo de color claro y, en Viaducto Tlalpan, a la altura de la desviación a la carretera federal a Cuernavaca, encontraron uno gris plata. Lo siguieron por la misma carretera hasta el kilómetro 29.5, esquina con la cerrada de Ahuacatitla. El conductor entró a una casa enorme conocida como rancho Las Chinitas, en la colonia San Miguel Topilejo.

Los policías vigilaron el sitio durante varios días y fotografiaron a todos los que entraban y salían del lugar. En una ocasión salió el Volvo, conducido por un sujeto de aproximadamente 35 años de edad, complexión regular, más o menos de un metro 75 centímetros de estatura, tez blanca, cabello oscuro corto y barba de candado. Fueron detrás de él con sigilo. Llegó a una casa en la colonia Lomas de Zaragoza, en Iztapalapa. Permaneció 20 minutos. Salió y fue a la colonia San Miguel, donde pasó media hora con dos jóvenes y siguió a la colonia Vértiz Narvarte. Luego regresó al rancho Las Chinitas. Los federales preguntaron a vecinos y personas que pasaban por el lugar quién manejaba el Volvo gris. Después de dudar, respondieron: Israel Vallarta Cisneros. Regresaron a las casas del recorrido y tomaron más fotografías. Buscaron otras posibles víctimas de la banda, entre estos Elías Nousari Cohen y Shlomo Segal Mizdrahi. Al mostrarles las imágenes reconocieron, “sin temor a equivocarse”, el rancho Las Chinitas y la ruta para llegar como la seguida cuando los levantaron.

El sábado 3 de diciembre, los agentes visitaron a Valeria. Le mostraron varias fotografías. Reconoció a una persona parada al lado de un Volvo como el mismo que la sacó de su auto y a quien observó a través del espejo. En otras imágenes descubrió a los hermanos Marco Antonio y José Fernando Rueda Cacho, a quienes conoció en su anterior fiesta de cumpleaños, el número 18. Los llevó un amigo que le gustaba.

Florence Cassez. Foto: Cuartoscuro

***

Florence Marie Louise Cassez Crepin nació el 17 de noviembre de 1974 en Francia. Es soltera, atea y fumadora. No tiene tatuajes y la ficha con que se inicia el expediente de su caso destaca algo ineludible: el lunar redondo de un centímetro de diámetro sobre su mejilla derecha. Es hija de Bernard Cassez, fabricante de bolsas, cortinas, manteles y cojines, y de Charlotte Crepin, empleada de una notaría. Se independizó a los 16 años y estudió la licenciatura en Técnicas de Venta y Comercialización. Se empleó en la tienda departamental Eurodiv. Llegó a México en marzo de 2003, invitada por su hermano Sebastien, residente desde 1996, y casado con una mexicana, Vanessa Mercado, entonces asentados en Toluca. Su hermano trabajaba en la empresa Radiancy, dedicada a cremas y lociones para la depilación y el acné, propiedad de Eduardo Cuauhtémoc Margolis Sobol, también dedicado a los negocios de blindaje de vehículos, ropa y restaurantes. Florence lo conoció personalmente por presentación de su hermano y porque su oficina estaba en el último piso del edificio donde se albergaban sus empresas.

Sebastien le pidió a Florence que lo apoyara en ese negocio y después que ayudara a su esposa, quien hacía tratos con una empresa francesa llamada Darphin. Florence recibía embarques de productos de belleza en la aduana del aeropuerto de Toluca que luego se vendían en el Palacio de Hierro. Florence vivió con Sebastien en Toluca y se mudó con el matrimonio a un departamento en la colonia Legaria, cerca de la cervecería Modelo. En julio de 2004, Florence y Vanessa tuvieron problemas y la francesa dejó el trabajo con la mexicana. Se ocupó de tiempo completo a la empresa creada por su hermano, SSB, en la colonia Anzures, dedicada a distribuir aparatos de cosmetología.

En julio de 2004 Florence rentó un departamento en la calle de Puebla, colonia Roma. Lo compartió con una amiga y compañera de trabajo. Ganaba seis mil pesos más comisiones por ventas y por publicitar la empresa. Al mes siguiente, Sebastien presentó a Florence con un amigo suyo, Israel Vallarta Cisneros, a quien conoció en una exposición de productos cosméticos. La coincidencia se debió a que la esposa de Israel tenía una clínica de belleza en Guadalajara, Jalisco.

“En septiembre de 2004 Sebastien viajó a Francia para la festividad de Bradorie y me dejó encargada de la empresa —declararía Florence—. Yo tenía un problema de salud y mi hermano, antes de irse, le pidió a Israel Vallarta que me acompañara al ginecólogo. Luego Israel me invitó a salir. Al principio me resistí, porque Israel era casado. Insistió. Fuimos a comer y me confió que se estaba divorciando. El 22 de octubre de 2004 comenzamos el noviazgo.”

A principios de noviembre de 2004, Florence y Vanessa volvieron a pelear y como su cuñada había instalado una clínica de belleza llamada Centre Francais D’Ondermologie en la planta baja de la empresa de Sebastien, los hermanos convinieron que la francesa trabajara desde su casa. Concertaba citas y entregaba volantes a los hospitales para promocionar los productos. Al poco tiempo, dejaría el trabajo con Sebastien.

Israel le explicó a Florence que vivía de comprar flotillas de autos chocados que reparaba y vendía. En ocasiones llevaba los carros al rancho Las Chinitas, donde los arreglaban sus hermanos René y Mario, y su amigo Carlos. También los llevaban a los talleres mecánicos de René y Mario, en Iztapalapa. Israel utilizaba entonces un Volvo negro.

“Todas mis amistades se alejaron de mí  —diría Florence—. Me decían que Israel no me convenía. Israel es una persona violenta y prepotente. En una ocasión tomó por el cuello a un amigo mío y no volví a saber de él. Israel vivía en el rancho Las Chinitas, propiedad de unas señoras. Vivía solo y me comentó que estaba en trámite con unos abogados para comprarlo. Por lo menos llevaba siete años viviendo en ese lugar.”

El 24 de diciembre de 2004, Florence viajó a Francia para pasar la Navidad con su familia. Israel la pasó con sus hijos y su esposa Claudia. La francesa regresó a la ciudad de México el 1º de enero de 2005 y su novio mexicano la recogió en el aeropuerto. En todo el mes de enero no trabajó y se mantuvo con los ahorros depositados en el banco francés Credit Mutuel.

En febrero de 2005, Florence encontró empleo como decoradora de interiores en un despacho de las Lomas de Chapultepec. Sólo trabajó durante un mes en ese lugar, pues el director general se mostró grosero. Además, Florence salía de trabajar a la medianoche. Israel enloquecía de celos. Antes de renunciar, mientras Florence trabajaba, Israel entró en su departamento y esculcó sus cosas. Encontró la fotografía de un ex novio y rompió varios objetos. Le escribió un correo electrónico donde la insultó,  y desapareció durante una semana. Luego la buscó en el despacho de arquitectos y le pidió que regresara con él.

Florence no trabajó entre marzo y julio de 2005. Tomó cursos de modelaje en la escuela de Pedro Loredo, en la Zona Rosa. Aún vivía en el departamento de la colonia Roma, pero con frecuencia dormía en el rancho Las Chinitas. Los problemas de la pareja eran cotidianos. En una ocasión, tras un pleito, la mujer intentó salir del rancho, pero Israel lo impidió. Puso cerrojo en la puerta de la casa y candado en la puerta principal.

En julio de 2005, cuando venció el contrato de renta del departamento de la colonia Roma, Florence regresó a Francia. Israel no dejaba de llamar por teléfono pidiendo su regreso. La súplica coincidió con que la relación de Florence con su familia estaba agriada y su padre le pidió que se fuera, pues llegaría Sebastien con su esposa y no la querían ver.

El 9 de septiembre regresó a México a vivir con Israel. “Quedó claro que ya no sería como pareja […] Israel cambió mucho, salía todo el día y me dejaba en el rancho. En ese tiempo manejaba un Volvo gris”.

Florence encontró empleo en el hotel Fiesta Americana de Polanco. Fue contratada como hostess. Inició el 9 de noviembre con horario de tres de la tarde a 11 de la noche. Israel le prestó un Jetta color verde militar.

“En ese tiempo, cuando yo llegaba al rancho, pasada la media noche, Israel me decía que le mandara un mensaje, para que yo no saliera del carro para abrir el portón. Luego tomaba mi mano para dirigirme a la cabaña, cosa que me resultó extraña, ya que nunca acostumbró esas actitudes”.

El 12 o 13 de noviembre de 2005, Israel comentó que iría a Guadalajara con sus hijos, pero se quedarían sus hermanos Mario y René reparando un vehículo.

Al siguiente fin de semana, 26 y 27 de noviembre, Vallarta volvió a Guadalajara y dejó a uno de sus trabajadores, el Diter, quien se mudó temporalmente al rancho debido a un problema familiar, explicó el jefe de Los Zodiaco.

“La siguiente semana pasó todo normal, excepto un día en el que Israel estaba muy exaltado. Me dio de comer pechugas empanizadas y agua de jamaica. Otra mañana llegó con 50 huevos. Los coloqué en una base y al regresar por la noche del trabajo faltaba la tercera parte de los huevos. Le pregunté a Israel a quién invitó a comer y no me contestó. Se molestó mucho. Su amigo seguía en el cuarto de la entrada. Esa noche, Israel le llevó todos los cereales de la alacena.”

El sábado 3 de diciembre, día de descanso de Florence, la pareja fue a ver departamentos. Otra vez lo dejaba. Cerró trato con los dueños de un departamento en la calle de Hamburgo esquina con Burdeos, colonia Juárez, donde le cobrarían una renta de seis mil pesos, equivalentes a su sueldo completo. Pagó un adelanto de 10 mil pesos que Israel le obsequió. Fueron al supermercado a comprar despensa. Israel le compró dos litros de leche al Diter. En la semana, cuando Florence regresó de trabajar, había comida preparada, sopa de pasta en forma de caracol y flautas doradas.

“Se pasaba el tiempo muy estresado.”

***

Israel Vallarta Cisneros nació el 16 de julio de 1970 en el Distrito Federal. Estaba casado con dos hijos, es católico y comerciante de vehículos y bienes raíces con un ingreso mensual de 45 mil pesos, según detalló ante la autoridad.

En su primera confesión, el 9 de noviembre de 2005, cuando la AFI lo presentó en televisión como recién detenido, dijo que tres años antes conoció a un hombre llamado Salustio. No identificó su apellido, pero sí su apodo o, más precisamente, su clave: Sagitario. El encuentro ocurrió en una refaccionaria de la colonia Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa. Israel había ido por refacciones para los vehículos chocados que compraba. No encontró las piezas. Apareció Salustio y le ofreció los accesorios. Hicieron negocio y la coincidencia de encontrarse inesperadamente con Salustio en una ciudad de más de 20 millones de habitantes se repitió.

Esta vez Salustio era el cliente, interesado en la camioneta Ford Explorer 1998 que Israel vendía. Se la pidió prestada algunos días para probarla. Israel aceptó y se la entregó por diez días. Cuando fue por el vehículo, el hombre dejó las cosas claras, según versión de Vallarta.

“No te la puedo regresar, porque la utilicé para levantar a un argentino —y le dio 110 mil pesos en efectivo—. Consígueme camionetas chuecas o a nombre de otras personas para levantar gente.”

Israel buscó a un viejo conocido de la colonia Santa Cruz Meyehualco apodado el Perro, dedicado al robo de autos. En función del tipo de vehículo o camioneta encargada por Salustio, Israel la encargaba a su vez al Perro. Salustio pagaba entre cuatro mil y cinco mil pesos por auto. Después de algunos tratos, lo invitó a participar en un secuestro. Israel llevaría la despensa para darle de comer a la víctima. A la semana del secuestro, Salustio le llamó por teléfono. Había llegado a un arreglo con la familia y lo citó en la colonia San Jerónimo. Le presentó a Arturo el Piojo y le pidió que lo llevara en su vehículo cerca del metro Portales. Llevaba una maleta de lona negra con el pago del rescate de otro argentino. Israel recibió, por el trabajo hecho, una cantidad inusual: 45 mil o 50 mil pesos.

A principios de 2004, Salustio lo invitó a participar en otro plagio. Si quería ganar más dinero, debía cuidar a la víctima. Arriba del auto de Salustio, éste le pidió recostarse y le colocó un gorro en la cabeza para no ver la casa de seguridad. Ahí conoció a Eustaquio Capricornio con quien cuidó a un argentino más. Lo vigiló un día de las dos semanas que duró el secuestro. Otra vez el sueldo le pareció extraño, 40 mil pesos.

En el tercer secuestro conoció la casa de seguridad y a un hermano de Salustio, de nombre Pedro Tauro. Lo custodió sólo un día en que le dio de desayunar cereal y de comer filete de pescado. Después de 20 días, recibió el pago, según sus propias palabras, de 150 mil pesos.

En el cuarto secuestro conoció a un primo de Salustio, Gilberto o Géminis, identificado por la Policía Federal como David Orozco Hernández. Esta vez no sólo el sueldo de Israel fue insospechado. Lo fue más la función encargada. Habría de platicar con las víctimas secuestradas para tranquilizarlas. Israel aceptó y se encontró en la casa de seguridad con Capricornio y el Piojo:

Era una niña de 17 o 18 años. Cuando comencé a platicar con ella, me dijo que se llamaba Valeria y que a su mamá le costaría mucho trabajo juntar el pago del rescate, pues no tenía el apoyo de su padre. En una ocasión, Valeria me pidió que me sentara a desayunar con ella. Desayunamos cereal con leche. Le pregunté si quería algo especial y me dijo que un espejo. Le llevé el espejo del baño que se había caído y se lo coloqué. Esto fue para tenerla tranquila y darle confianza. El día que fue liberada, la llevé cerca de su casa en compañía de Pedro para que llegara bien.

La paga, dijo, fue de 20 mil pesos.

El quinto secuestro aceptado por el Zodiaco ocurrió el 19 de octubre. Fue un secuestro doble, Cristina y su hijo W. de 11 años de edad. El resto de la banda le dijo que en otra habitación de esa misma casa había otra persona secuestrada, Ezequiel. No lo dejaron platicar mucho con él, pues estaba castigado.

“Es un asunto personal con su papá  —habría dicho Salustio, según Israel—. Hace años hicimos juntos un secuestro, pero el cabrón me bailó y sólo quiero recuperar mi dinero. Es muy bueno para colgarse de los teléfonos y grabar llamadas. Una vez lo levantó la policía, pero soltó un billete y lo dejaron libre.”

Eustaquio le habría pedido a Salustio presionar a la familia mutilando a las víctimas. Propuso cortarle un pedazo de oreja a W. Israel se habría entrometido para defender al niño y su madre. La solución, también inusual,  fue llevar a los secuestrados a su propia casa, el rancho Las Chinitas.

“Hasta la parte de atrás del rancho donde vivo tengo una cabañita, en la cual desde hace tres meses se fue a vivir mi novia Florence, a quien conozco desde hace un año y quien trabaja todo el día en el hotel Fiesta Americana. Ella no estaba enterada de las personas que tenía secuestradas dentro de mi casa, ni participó en ninguno de los secuestros que he narrado. A mí me llamaban Cáncer.”

***

Pero Israel Vallarta se desdijo de la confesión y declaró ante el juez, el 9 de marzo de 2006, en sentido completamente opuesto. La víctima, dijo, era él.

Explicó que el 8 de diciembre de 2005 —verdadero día de su detención— comenzó en un puesto de quesadillas cercano a su casa. Se encontró con Florence para desayunar y llevar en una camioneta los muebles al nuevo departamento de la francesa. En el camino, encontraron un camión de gas que obstruía el paso. Israel detuvo la marcha y en ese momento varios vehículos particulares, sin ningún logotipo, los rodearon. Descendieron entre ocho y 10 personas vestidas de civil. Uno dijo que pertenecía a la AFI y que sólo hacían una revisión de rutina. Le solicitaron identificarse y mostró su credencial para votar. Lo detuvieron, le cubrieron la cabeza con una chamarra y lo subieron a otra camioneta con dos filas de asientos. Una persona le acostó sobre sus piernas sin dejar de golpearlo. Le quitaron las llaves de su casa, un juego de llaves del departamento de Florence —utilizaba un llavero con forma de la bola de billar número siete— y su cartera con 25 mil pesos.

Alguien que iba en la camioneta en la parte delantera recibió una llamada telefónica. Le preguntaron la combinación de la caja fuerte que tenía en su recámara. Después de dar el número, Vallarta escucharía decir a la misma persona: “Cuando esté abierta, la fuerzan”.

La camioneta llegó al Monumento a la Revolución. Los policías le hablaron a alguien que se acercó al vehículo. Abrieron la portezuela por el lado del conductor, subió la persona y le dijeron: “Véalo bien”. Quitaron la chamarra de la cara de Israel y, por encima del respaldo del asiento, durante algunos momentos, el secuestrador observó el rostro de un hombre de entre 45 a 50 años de edad, calvo y de nariz mediana. Sintió que los dedos de quien lo sometía se hundieron en sus ojos. “¡No te pases de pendejo, porque te va a llevar la chingada! Recuerda mi voz, porque yo soy el que te va a matar”, lo amenazó y se sentó sobre su cabeza. Le esposaron y avanzó la camioneta.

Se escuchó un portón metálico y pesado. Entraron al estacionamiento de un edifico grande. Israel lo supo por los ecos de los vehículos. La camioneta detuvo su marcha. Lo bajaron, le quitaron la chamarra y le vendaron los ojos. Se acercaron más personas y escuchó a alguien decir “este es”. Lo cargaron unos metros, sintió escaleras debajo de sus pies mientras era llevado hacia un nivel inferior. Lo desnudaron por completo. Le quitaron las esposas y le vendaron las muñecas por la espalda, al igual que las piernas a la altura de las pantorrillas.

“¿Sabes anatomía?”, escuchó que le preguntaba un hombre de voz grave y sintió un puñetazo en el costado derecho al tiempo que se le doblaban las piernas y cayó bocabajo.

“¡Eso se llama gancho al hígado, hijo de tu puta madre!”

El mismo hombre le arrojó una cubetada de agua. Una persona se sentó sobre su pecho, le sostuvo la cara y le apretó la nariz y la boca con un trapo húmedo con una sustancia parecida a la acetona. Sintió asfixia. Alguien más se hincó sobre su muslo derecho y la pantorrilla. Lo voltearon y le arrojaron agua sobre la boca y nariz. Pusieron un cartón sobre las plantas de sus pies y lo golpearon varias veces con un palo de escoba.

“¡Te pasaste de verga con un cabrón muy pesado y ya estamos pagados!”, le habrían gritado.

Los agentes descansaron y lo recargaron sentado con la espalda en la pared. Le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y le cubrieron la boca y nariz con la mano. Nuevamente sintió puñetazos en el abdomen y el tórax y patadas en las piernas y los glúteos. Otra persona ponía sus botas a la altura del empeine de sus pies y dejaba caer su peso. Perdió la noción del tiempo. Escuchó quejas de dolor de alguien más, quien habría dicho que él sólo había participado un par de veces y sólo platicaba con las personas, haciéndose pasar por otro secuestrado y que esto lo hacía, porque su “papá era un ojete” y desde pequeño humillaba a su mamá, a su hermano y a él, que él sabía que su padre compraba mercancía de camiones robados y trabajaba para otras personas interceptando llamadas, que él se había autosecuestrado porque necesitaba dinero y no tenía para pagar el hospital de su esposa.

Se acercaron a Israel unas personas que le levantaron la venda y le mostraron diferentes fotografías. Le habrían hecho llenar una hoja tamaño block con numeración y al lado escribir nombres zodiacales: piscis/sagitario, pasaban cuatro renglones y anotaba otro signo zodiacal. Habría una hoja con escritura de computadora, similar a una agenda con nombres y teléfonos, y a un lado de los nombres o abajo le habrían hecho anotar las palabras “hermano”, “hermana”, “hijo”, “empleados” y varios números.

Lo volvieron a golpear. Sobre su pecho se arrodilló otra persona, menos pesada. Era una mujer, que también lo insultaba y sostenía su cabeza cuando le dejaban caer agua sobre la boca. Perdió el conocimiento. Despertó. Siguieron los golpes en las plantas de los pies con el palo de escoba. “E introdujeron parte de ese palo por mi recto”, declararía Israel.

“Haz un trato y te dejamos ir con la francesa. La están tratando igual. Tiene ropa interior muy bonita”, le habrían propuesto y amenazado.

Entraron otras personas. Levantaron la venda de sus ojos y se vio debajo de unas escaleras de concreto pintadas de blanco y el piso, al lado del cartón donde estaba tirado, era de cemento natural aplanado. Vio el contorno de unas personas a las que les decían: “Identifíquelo bien, porque este puto va a pagar”.

La persona que gritaba y lloraba dejó de hacerlo. La mujer sobre su pecho habló:

“Ya ves, pendejo, aquel ya pagó y ya se lo llevan. Acepta la propuesta que te van a hacer y tu novia se va”.

Se acercó otra persona y con voz amable dijo:

“Israel, te pasaste de listo con alguien muy importante. Algunos somos policías y otros no. De que te van a chingar, te van a chingar. Vendrá una persona y le vas a decir que si no regresas a tu casa van a matar a unas personas. Si tú haces lo que se te dice, tu novia se va”.

“Y yo acepté”.

Lo vistieron sin quitarle las vendas de la cabeza y, sin ataduras de manos ni pies, lo cargaron por las escaleras. Subieron a una camioneta más grande. Encendieron el radio. Pasaba de la media noche. Subieron más personas.

—Vas a hablar con tu novia —le dijo alguno y le colocó un teléfono.

—Florence, tú ya te vas, hice un trato con estas personas. Te van a dejar ir a la embajada. Di que perdiste tus documentos y vete a tu país. Perdóname. Quise hacerte feliz y no pude.

Le quitaron el teléfono y salieron del edificio. Después de media hora de camino se detuvieron sobre una avenida principal y esperaron. Pidió permiso para orinar. Abrieron la portezuela y sólo le dejaron sacar una pierna. Una persona bajaba la cabeza de Israel para que no lo vieran con los ojos vendados. Se comunicaron con claves vía radio y avanzó la camioneta.

—Ya cumplimos, tu novia ya se fue y de ahora en adelante vas a aceptar todo lo que venga, porque si no te rompemos toda la madre a ti y a toda tu familia —escuchó.

La camioneta siguió por las subidas y curvas bien conocidas por el secuestrador.

—¿Reconoces aquí? —le preguntaron.

Estaban sobre la carretera federal a Cuernavaca, a 100 metros de la entrada de Las Chinitas.

Las puertas estaban abiertas de par en par. Entraron. Otra camioneta estaba a punto de salir; en el interior estaba el refrigerador de Israel. A él lo pasaron a otra camioneta que estaba dentro del terreno; tenía una banca en el fondo donde lo sentaron esposado.

“En esa camioneta metieron más objetos de mi propiedad, como una televisión, un centro de entretenimiento y maletas con ropa de Florence.”

El vehículo tendría un periscopio por el que Israel vio hacia afuera. Había varias camionetas pick up. Algunas tenían el logotipo de la AFI y otras no.

De una de esas camionetas bajaron a una persona. Estaba golpeado y tenía la barba crecida. Lo trasladaron al interior de una cabaña que está a la entrada del terreno. También llevaban a Florence.

Israel vomitó.

Pidió explicaciones. No le contestaron. Entró a la cabaña y miró a la francesa sentada sobre un sillón, guardado hasta ese momento en el garaje, acomodado en la covacha junto con una televisión grande y vieja, un mueble y al fondo una mesita de madera sobre la que había documentos personales de Vallarta, diplomas de sus hijos, fotografías de sus padres, su pasaporte y otros documentos guardados en la caja fuerte. También había fotografías de Florence que antes estuvieron en su departamento. Los sentaron juntos y, ambos esposados, les colocaron una cobija sobre las piernas. Entraron dos hombres altos, de tez blanca y pelo corto, vestidos de traje con abrigos largos y oscuros. Uno, de lentes, habría sido el mismo que viajara sentado en el lugar del copiloto de la camioneta Suburban cuando Israel entró a su casa.

Israel Vallarta declararía:

Después supe que se llama Israel Zaragoza (uno de los encargados del Grupo Especial Antisecuestro creado por la Secretaría de Seguridad Pública federal). Así se identificó con algunos reporteros. La otra persona con abrigo largo llegó directamente a mí y me golpeó en el rostro, luego golpeó a Florence y la jaló del cabello. Le gritó: “¡Hija de la chingada, te hubieras quedado en tu país a hacer tus chingaderas!” Reconocí la voz como de una de las personas que me torturaron horas antes y quien le decía a alguien que me vieran bien. Esta persona se llama Luis Cárdenas Palomino [entonces director de Investigación Policial de la AFI]. Lo supe porque proporcionó su nombre a unos reporteros. Las dos personas acomodaron lo que estaba sobre la mesita.

Cárdenas Palomino habría salido y vuelto con una maleta oscura y le habría mostrado credenciales para votar sin fotografía.

“Vas a decir que se las vendes a los polleros”, habría instruido.

También les dio indicaciones a otras personas sobre cómo tenían que entrar para hacer las tomas.

Cuando Cárdenas Palomino lo golpeaba, Israel habría escuchado la voz de una mujer que gritó:

—¡No les peguen, ellos no nos hicieron nada!

—No los defienda, son unos hijos de la chingada —escuchó Israel decir al mismo hombre que horas antes golpeaban en el mismo lugar donde lo castigaron a él.

Salieron las personas de abrigo largo de la habitación. Permaneció un oficial con logotipos de la AFI, pasamontañas, botas militares y arma larga. Habría golpeado a Israel con el puño cerrado y lo amenazó. El policía encendió el televisor en el canal 2 de Televisa. En la pantalla apareció el conductor Carlos Loret de Mola. Anunció el enlace en vivo del rescate de unos secuestrados.

En la primera toma, un elemento de la AFI abrió el portón con mucha facilidad y al fondo se vio la cabaña donde vivo con las luces encendidas. Al hacer una toma general, noté que dentro del terreno ya no estaban las camionetas que vi antes con los elementos de la AFI. Del lado izquierdo estaba la camioneta que había salido de mi casa con objetos de mi propiedad. La toma siguió hacia la cabañita y vi una camioneta Nissan gris que antes no estaba y a otro elemento de la AFI que se acercó a la entrada. La abrió sin esfuerzo. Vi al elemento de la AFI que está al fondo y la televisión encendida en los momentos que grababan. Me levantaron y me tiraron al suelo fingiendo que me esposaban. Me alzaron y alguien me hizo preguntas con una cámara frente a mi cara. Cárdenas Palomino se colocó sobre mi costado izquierdo y me tomó por el cuello, recordándome que no me podía retractar. Así lo interpreté. Me interrogan [los reporteros] sobre qué pasaba. Contesté [a la cámara de televisión] que ese señor me había golpeado. Esta persona me sacó con violencia y afuera me continuó golpeando. Me entregó a otro elemento de la AFI que me levantó tomando la cadena de las esposas.

Lo habrían llevado a una camioneta blanca pick up con logotipos de la AFI. Poco después subieron a Florence. A sus costados se encaramaron dos elementos de la AFI. Del lado del copiloto, en diferentes ocasiones, Cárdenas Palomino e Israel Zaragoza habrían golpeado a la pareja. Los bajaron de nuevo para que los fotografiaran e hicieran más tomas para los medios de comunicación.

Salieron de la casa. El copiloto lo golpeó en la cabeza y el cuello. Lo fotografió con la cámara de su celular. Volvieron a las instalaciones de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, junto al Monumento a la Revolución.

“Cuando me ingresaron el 9 de diciembre de 2005 a las instalaciones de la siedo, se presentó Alejandro Fernández Medrano como agente del ministerio público de la Federación.”

“Estás metido en un pinche pedote y tengo la consigna de darte en la madre, soy el único que puede iniciarte blandito o hundirte. Ya habían hablado contigo y te dijeron que tenías que aceptar todo lo que te pusieran y empezaste a cargarla en televisión.”

En ningún momento, según Vallarta, le dijeron sus garantías. Si bien le presentaron un defensor público, éste nunca estuvo presente en su declaración. Durante la confesión, Israel fue sacado en diferentes momentos a un cubículo y, frente a un espejo, dio sus datos generales en varias ocasiones. Accidentalmente encendieron la luz y observó, detrás del espejo, a una mujer joven que lo miraba. En otro momento, una persona vestida de civil, alta y joven, lo golpeó frente a los agentes federales.

“De esto se enteró el agente del ministerio público Alejandro Fernández”.

“Te lo mereces, era un familiar de las víctimas”, habría dicho con tono burlón.

Al final de la declaración, Israel se negó tres veces a firmar o poner sus huellas dactilares sobre el papel.

“Comandante, ¿cómo ve que no quiere firmar?”, se habría dirigido Fernández al policía de guardia. Entonces lo llevaban al fondo de la oficina y lo golpeaban. Hacia la medianoche, aún 9 de diciembre de 2005, firmó.

Durmió en la galera tres. Al otro día por la mañana, cuando le llevaron el desayuno, una persona vestida de civil en color beige habría entrado para golpearlo.

“Te manda los buenos días tu judío favorito. Ya sabes, si hablas te mueres tú y toda tu familia”, lo habría amenazado. A Israel le quedó perfectamente claro a quién se refería.

Según su testimonio, Israel buscó, a mediados de 2002, a su amigo francés Sebastien Cassez. Éste le comentó que iniciaba un negocio y le gustaría platicarlo con él. Estaba en el restaurante Cleint, en la calle de Mazaryk, en Polanco, y lo invitó a comer. Le presentó a su socio, de nombre Eduardo Margolis. Después de un tiempo, Margolis le habló por teléfono e hicieron amistad. Lo visitó en Las Chinitas y el empresario le comentó que lo buscaba por recordarle a un amigo que tuvo cuando fue agente del Mossad, el Instituto Central de Operaciones y Estrategias Especiales, la agencia de inteligencia israelí responsable, entre otros asuntos, del asesinato de los terroristas palestinos de Septiembre Negro que cometieron la masacre de atletas israelíes durante las olimpiadas de 1972 en Múnich.

“Es un grupo de inteligencia contra los enemigos de Israel —le habría explicado Margolis a Vallarta—, por lo mismo, ya en confianza, te pido mucha discreción cuando hablemos por teléfono. Hay gente interesada en escuchar lo que hablo.”

“Me comentó —compareció Vallarta— que por la posición de sus negocios de blindajes y por su experiencia con el gobierno israelí, asesoraba a la comunidad judía en casos de secuestro y les vendía aparatos sofisticados, así como vehículos y protección. Que su posición frente a la comunidad judía le permitía saber quiénes eran secuestrables.”

Le habría puesto como ejemplo de esa otra actividad que, en una ocasión, tuvo problemas de negocios con el empresario Simón Name, por lo que había secuestrado a su sobrino con el apoyo de ex policías y funcionarios públicos. Uno de ellos era Jorge Cruz Ramírez, responsable del trabajo “fuerte”. También le habría comentado del dueño de Plaza Masaryk, quien fuera secuestrado y que en la negociación para su liberación Margolis habría estado cerca. Y, según Israel, Margolis le obsequió un automóvil Passat.

Me di cuenta de que era una persona muy peligrosa y además me amenazó. Dijo que tuviera mucho cuidado con mi boca. Me enteré de que tuvo problemas con Sebastien en diciembre de 2004 y que lo amenazó con secuestrar a su esposa e hijos. Tiene varias demandas por intento de homicidio, incluido el de George Kuri y otra por extorsión contra la hermana de este último, María de Lourdes. La única persona que tiene el poder tecnológico y económico es esta persona, misma que me señalaban los agentes como quien había pagado para chingarme.

El 13 de diciembre de 2005, Vallarta también relató lo anterior ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en una entrevista que hizo en el centro de arraigo, donde dio fe el visitador adjunto Eduardo Hernández Arratia. Hizo lo mismo ante Jorge Torres Ponce y Garduño, personal de la Subprocuraduría de Derechos Humanos, Atención a Víctimas y Servicios a la Comunidad de la PGR.

Marzo de 2009. Calderón dice NO al Presidente de Francia. Foto: Cuartoscuro

***

Existen aspectos coincidentes en las declaraciones de Israel y Florence, a pesar de la diferencia de fechas y de autoridades ante las que fueron hechas. El mexicano lo hizo el 9 de marzo de 2006 ante su juzgador y Florence el 9 de diciembre de 2005 frente al ministerio público federal.  Ella relató la detención cuando iban en la camioneta blanca y el retorno a Las Chinitas para la puesta en escena:

“Cuando estuvimos dentro del cuarto, una persona que vestía traje, de ojos azules y cabello lacio y negro y quien al parecer era el jefe de todos, me dijo que llegaría la televisión y cuando ellos lo manifestaran yo tenía que levantar la cabeza. Me dijo que debía hablar, que yo sabía de todo el asunto. Me golpeó la cabeza y me jaló los cabellos”.

Luis Cárdenas Palomino, hoy coordinador de Inteligencia de la Policía Federal y mano derecha del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, ya tenía historia. En 1987 se vio involucrado en un triple asesinato, pero habría sido liberado por intervención del entonces jefe de la pjdf, Luis Nishizawa, ex miembro de la Brigada Blanca. Años después, agentes al servicio de Cárdenas Palomino en la AFI fueron relacionados en la extorsión y el asesinato de Enrique Salinas de Gortari, hermano del ex presidente de la República. Una más: Cárdenas Palomino se abstuvo de ejecutar las órdenes de aprehensión giradas contra Luis de la Barreda Moreno, ex director de la desaparecida dfs y también ex miembro de la Brigada Blanca, el cuerpo responsable de la desaparición de cientos de militantes comunistas y guerrilleros durante las décadas de 1960 y 1970.

Lorena González Hernández la Lore, la policía federal bajo proceso penal por el secuestro y asesinato del menor Fernando Martí, trabajó con Israel Zaragoza Rico. González Hernández estaba adscrita a la Dirección General de Secuestros y Robos desde de octubre de 2007, área dependiente de la Coordinación de Inteligencia para la Prevención, cuyo titular es Luis Cárdenas Palomino. González Hernández y Zaragoza Rico se conocen desde su estancia en la AFI y, de acuerdo con las declaraciones patrimoniales de ambos, fueron dados de alta en la Policía Federal el 16 de octubre de 2007.

***

La historia de los policías inicia a las cinco de la mañana del 9 de diciembre de 2005. Los federales vigilaban Las Chinitas en espera de Israel Vallarta Cisneros. Media hora después, el policía federal de investigación Carlos Servín Castorena observó la camioneta blanca manejada por Israel, acompañado por Florence. Se dirigían hacia el centro de la ciudad, lo que informó vía radio a los policías apostados en la entrada al pueblo de Topilejo. El policía Germán Ovidio Zavaleta los detuvo y —siempre dicen esto los partes policiacos— se identificaron plenamente y solicitaron a la pareja bajar del auto. Israel se agachó como si quisiera tomar un objeto a su lado izquierdo. Al no detenerse, el policía José Luis Escalona Aldama abrió la puerta del lado del piloto, donde se entendería que iba sentada Florence y observó un arma larga de fuego.

Desarmado —esto también siempre lo dicen los policías tras las detenciones—, Israel agredió a la media docena de policías, por lo cual los uniformados se vieron obligados a golpearlo para detenerlo. Explicaron a Israel que la detención se debía a una orden de localización y presentación en contra de los secuestradores de Valeria Cheja, quien lo reconocía plenamente como uno de sus secuestradores. Pidieron a Florence acompañarlos a la siedo, pues en el vehículo había un arma larga de fuego y esto, en México, es delito federal.

En el camino, Israel advirtió que si no regresaba en un tiempo determinado a su rancho corrían peligro la vida de unas personas secuestradas, un niño incluido. Así lo había pactado con el resto de la banda. Los policías argumentaron flagrancia y decidieron regresar. Servín Castorena solicitó apoyo de dos células de reacción para entrar al lugar. A las 7:15 de la mañana horas llegó el apoyo de la policía. En la versión oficial, Israel abrió el zaguán de su casa y les señaló la ubicación de sus víctimas. Apareció Ezequiel Elizalde Flores, secuestrado desde hacía tres meses, recostado en una cama. De otro compartimento liberaron a Cristina Ríos Bayadares y a su hijo W.

Esta detención y liberación se transmitió en vivo por Televisa y Televisión Azteca. En el parte policiaco, las cámaras de televisión no existen. No hay una sola palabra de cómo la televisión fue tan oportuna y transmitió en vivo la liberación de los secuestrados y detención de los secuestradores, a la que el programa Primero Noticias del canal 2 de Televisa colocó como principal noticia la mañana del 9 de diciembre de 2005.

En las imágenes, tres policías entraron en perfecto orden, cada uno tomando el hombro derecho de su compañero de adelante. Atravesaron el enorme portón rojo de Las Chinitas y siguieron hacia el cuarto de la entrada. Inexplicablemente Israel Vallarta ya estaba bocabajo y esposado.

***

“De último minuto —dijo con tono de alerta el reportero Pablo Reináh al inicio del enlace—, un duro golpe contra la industria del secuestro se está dando en estos momentos y es que la AFI trabajó durante semanas y esta madrugada lo que está haciendo es liberar a personas secuestradas […] Estamos viendo como están entrando en estos instantes los agentes”.

La cámara siguió hacia un cuarto donde la voz de Reináh se escuchaba repetida por una televisión que transmitía en vivo lo que ahí ocurría en realidad. La toma se dirigió a una mesita donde estaban ordenadas, como si se tratara de un mostrador, credenciales de elector sin fotografía, un pasamontañas, una máscara de hule del hombre lobo y, al lado, dos rifles AK47, todos estos objetos, dijo Reináh, utilizados para los secuestros. Había además, también en perfecto acomodo, fotografías de Florence y de la pareja.

“Podemos mostrarles a los secuestradores... Éstas son las armas con que secuestraban a sus víctimas. Esta mujer que vemos aquí tapada es una mujer de origen francés, era también la esposa [de Vallarta] y quien ayudó a planear este secuestro.”

Se observó una mano que jaló la cobija con que Florence se ocultaba de la cámara. La mujer, con los ojos desorbitados y el cabello rojo convertido en una maraña, apareció a cuadro.

—¿Cuál es su nombre? —le preguntó Reináh a Florence, sentada en un sillón.

—Florence, ¡no tengo nada que ver, no soy su esposa! —respondió la mujer angustiada.

—¿Qué hace aquí?

—¡Nada! ¡Yo no sabía nada!

—¿Qué hacía usted aquí? Sabe que aquí había tres personas secuestradas. Estaban al lado de usted.

—¡No, no lo sabía! ¡No, no lo sabía!

—¿Qué hacía usted aquí? ¿Cómo llegó?

—Era mi novio, me estaba dando chance de quedarme aquí en lo que encontraba departamento.

Reináh se dirigió entonces a Israel Vallarta, de pie, con los labios hinchados y resecos y la mano de un policía rodeando su nuca.

—¿Es verdad esto? —acercó el reportero el micrófono.

—Sí, señor —respondió rígido, con tono de soldado raso.

—A ver, platíquenos cómo urdió usted este secuestro.

—No, señor, yo no urdí nada. A mí me ofrecieron dinero para prestar mi casa, un tipo que se llama Salustio.

—¿Cuántas personas son?

—Aquí tres personas, señor, yo no sabía que eran las tres.

—Usted sabía que aquí había personas secuestradas, usted participó en el secuestro —acusó Reináh con tono fastidiado.

—Sí, a mí me estaban pagando por eso, señor.

—¿Cuánto le pagaban?

—Lo que fuera, no, no tengo…

—Negoció, ¿cuánto había recibido?

—Lo que me fueran a dar, no sé.

—¿Quiénes son las personas que tienes aquí?

—No conozco.

—Hay un menor de edad —observó el reportero con enfado.

Israel gimió de dolor y arrugó el rostro, como si fuera apretado del cuello.

—¿Dónde lo secuestraron? ¿Le duele algo?

—Usted me pegó —se dirigió Israel a alguien a su izquierda y en ese momento volvió a gemir.

—Perdón —pidió Israel.

—¿Qué le duele? —cuestionó Reináh.

—Nada, señor.

—¿Quién le pegó?

—Nadie, señor —dijo el secuestrador.

Su mirada iba y venía de un punto situado a su izquierda y al periodista.

—A ver, explíquenos desde cuándo tiene secuestradas a estas personas.

—No sé exactamente, señor.

Reináh pasó a uno de los cuartos donde estaban las personas. La cámara enfocaba y desenfocaba sobre los rostros de Cristina y W., madre e hijo vestidos con pijamas de franela rosa y azul claro en una habitación contigua a la de Ezequiel.

Cristina y Ezequiel se obstinaron en dar gracias a la Agencia Federal de Investigación, cuyo logotipo era recurrentemente tomado por la cámara de la televisora en los uniformes de los policías encapuchados. Cuando entrevistaron a Ezequiel, no pudo relacionar a la persona que lo había secuestrado con Israel Vallarta, recién entrevistado a su lado.

“Mucha gente piensa que no trabaja la policía, pero la verdad es que si ellos no estuvieran aquí, no sé qué hubiera sido de mí”, dijo Ezequiel.

El reportero y la cámara siguieron a la habitación contigua, sólo separada por una tabla roca.

—¿Cuántos días tenían secuestrada? —le preguntó Reináh a Cristina.

—Dos meses.

—¿Dónde la secuestraron a usted?

—Iba hacia la escuela de mi hijo, en Ferrocarril de Hidalgo.

—¿Sabe quiénes la secuestraron?

—No.

—¿Cómo fue?

—Nos sacaron del auto en un alto, pero no vi nada.

—¿Qué vivió?

—Todo fue horrible. Ahorita estoy bloqueada, pero le doy gracias a ustedes que están aquí.

—¿Cuánto pedían por usted? ¿Cómo la trataron estos 45 días que estuvo aquí?

—A mí me trataron bien y al niño. Nos daban de comer, estuvieron al pendiente de mis medicamentos, porque padezco de un riñón. Siempre estuvieron al pendiente, nos daban de comer lo que pedíamos. Nunca supe cuánto pedían por mí.

—¿En algún momento recibió malos tratos?

—Nunca, nunca. Al contrario, siempre me daban de comer lo que yo les pedía.

—Hablábamos hace un rato con un hombre y una mujer de origen francés. ¿Llegó a ubicar a alguno de ellos?

—Siempre estuvieron encapuchados. Nunca les vi la cara. Cuando nos llevaban, por ejemplo a bañar, nos vendaban los ojos.

—¿No podría identificar a nadie?

—A nadie, a nadie.

—¿Ni por su tono de voz?

—No. Es que hacían diferentes voces. Como que imitaban voces, pero si vuelven a hablar como lo hacían, tal vez sí.

El principal noticiero matutino de Televisa ocupó 40 minutos netos en el asunto. Reporteros y camarógrafos recorrieron parte de Las Chinitas. La cámara se encontró con Cárdenas Palomino algunas ocasiones.  Reináh recalcó sus felicitaciones a la Agencia Federal de Investigación y Loret de Mola hizo lo propio a favor del reportero.

Al poco tiempo se hizo público el montaje, pero muy pocos de sus detalles. Los periodistas Pablo Javier Reináh Martínez, de Televisa, Ana María Gámez Escobar y Miguel Israel Aquino Gutiérrez, de TV Azteca, fueron llamados a declarar por la defensa de Cassez y Vallarta. Ninguno de los dos lo ha hecho. Se han resguardado en el Código Federal de Procedimientos Penales que prevé la dispensa para informadores de declarar en relación con sus fuentes de información. Reináh dejó la empresa. Alguien más evitó aclarar las cosas al juez: Luis Cárdenas Palomino.

*** 

La PGR analizó las grabaciones obtenidas durante el secuestro de Cristina Ríos Valladares, liberada el 8 de diciembre de 2005, tras la detención de Israel Vallarta y Florence Cassez. De acuerdo con la base de datos de análisis táctico y con el banco de voces de la AFI, los secuestros contra miembros de la comunidad judía habrían sido recurrentes:

· Elías Nousari Cohen, comerciante de 33 años de edad, secuestrado el 6 de junio de 2001 en la ciudad de México, por quien exigieron el pago de 50 millones de pesos. Fue liberado el 8 de julio del mismo año, tras el pago de un millón 515 mil pesos.

· Emilio Jafif Penhos, empresario de 38 años de edad, secuestrado el 13 de junio de 2001 en la ciudad de México. Pidieron cinco millones de dólares. Fue liberado el 27 de junio del mismo año, tras el pago de 997 mil pesos.

· D., estudiante de 17 años de edad, secuestrada el 29 de octubre de 2002 en la ciudad de México. Se exigieron tres millones de dólares. Fue liberada el 30 de noviembre del mismo año, tras el pago de un millón 412 mil pesos.

· Sholmo Segal Mizdrahi, de 44 años de edad, secuestrado el 29 de enero de 2003. Se exigió el pago de tres millones de dólares. Fue liberado el 26 de marzo del mismo año, tras el pago de tres millones 997 mil pesos y 30 centenarios.

· Roberto Edgar García Herrera, estudiante de 21 años de edad, secuestrado el 28 de diciembre de 2004 en la ciudad de México. Exigían un pago de 10 millones  de pesos. Fue liberado tras 70 días de cautiverio y el pago de un millón 3 mil pesos.

· Ignacio Abel Figueroa Torres, comerciante de 33 años de edad. Pidieron dos millones de dólares. La familia pagó 993 mil pesos. El 9 de julio de 2005 fue hallado su cadáver dentro de un auto.

· Valeria Cheja, estudiante de 18 años de edad, secuestrada el 31 de agosto de 2005 en la ciudad de México. Exigían cinco millones de pesos. Fue liberada el 4 de septiembre del mismo año, tras el pago de 180 mil pesos.

· Ezequiel Yadir Elizalde Flores, empleado de 21 años de edad, secuestrado el 4 de octubre de 2005 en el Estado de México. Se exigían dos millones de dólares. El 8 de diciembre del mismo año fue liberado sin pago de rescate durante un operativo.

· Cristina Ríos Bayadares y W., rescatados en la misma acción policiaca.

Florence e Israel fueron sentenciados por los delitos de violación a la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada; privación ilegal de la libertad en su modalidad de secuestro en agravio de Ezequiel Yadir Elizalde Flores, el menor de edad W. y de sus padres Raúl Ramírez Chávez y Cristina Ríos Valladares. Únicamente en lo que hace a Israel Vallarta Cisneros, además el secuestro contra Valeria Cheja Tinajero.

***

Después de semanas de críticas de los medios de comunicación franceses al sistema de impartición de justicia mexicano, el presidente de Francia Nicolás Sarkozy visitó México con su esposa Carla Bruni. El mandatario galo habló por teléfono con su compatriota presa en Santa Martha Acatitla, planteó el tema en la Cámara de Senadores y prometió que Florence cumpliría su condena en Francia con base en la Convención de Estrasburgo. Su agenda quedó dominada por el affaire de Florence. El presidente mexicano Felipe Calderón dio acuse de recibo e informó de la creación de una comisión binacional para la resolución del caso. Tras meses de anticiparse la entrega de Florence, los juristas mexicanos resolvieron que la francesa pasaría los siguientes 60 años de su vida en una prisión mexicana.

Pero Sarkozy no retiró el tema, que es omnipresente cuando habla de México. En julio de 2009, insistió:

Tenemos tiempo y hay que seguir discutiendo. Estoy dispuesto a dar garantías a las autoridades mexicanas. Pero no se puede cerrar la puerta y ya. Deseo que esta joven cumpla su pena de prisión en Francia. Lo digo de manera muy clara. No es una demanda extraordinaria de Francia, es la aplicación de una convención internacional. Le dije al presidente Calderón que entiendo las dificultades que tiene ante su opinión pública por los ocho mil secuestros al año en México. Pero México, que es una gran democracia, firmó una convención internacional que prevé las transferencias de prisioneros y si los grandes países no respetan las convenciones internacionales, ¿a dónde vamos?

La Secretaría de Relaciones Exteriores de México respondió: “La decisión del gobierno de México encuentra su fundamento en el propio tratado y está motivada por la gravedad del caso y el compromiso de hacer cumplir plenamente las resoluciones dictadas por los tribunales mexicanos”.

En otro contexto: la última fricción en la complicada historia diplomática entre México y Francia inició a través de un espejo, el espejo por el que una joven mexicana vio a su secuestrador y terminó involucrada su amante francesa.

***

Falta la historia de los secuestrados. Ante el ministerio público, Ezequiel, Cristina y su hijo W. detallaron su cautiverio.

Una tarde de encierro, tocaron a la puerta del cuarto donde estaba encerrado Ezequiel, quien se cubrió la cabeza con una cobija roja y se colocó bocabajo.

—Levántate —le ordenó un hombre y después escuchó la voz de una mujer.

—Te dejo comida, unos sándwiches. No intentes hacerte el héroe. No hagas pendejadas o vamos a acabar mal —amenazó ella.

Al hablar, arrastraba la “R” hacia una “G” recargada. Ezequiel estimó su edad en 30 años.

—Quítate la cobija —le exigió el hombre.

Ezequiel se descubrió y quedó sentado frente al cuerpo de una mujer muy delgada. Su cabello se salía debajo del pasamontañas: largo y rubio. Le vendaron alrededor de la cabeza y le cubrieron los ojos.

—Tu padre te abandonó —habló el hombre—, apaga sus celulares y cambió los números telefónicos —dijo molesto y lo golpeó dos veces en el abdomen y las piernas.

Del baño lo pasaron al pasillo. El Jefe le comentó que habían llevado a una mujer y a su hijo secuestrados y que el baño era para ellos. Pasó en el nuevo sitio dos meses y medio. En las noches, para dormir, le colocaban esposas de una mano a la banca que estaba al lado del colchón.

—Te voy a llevar a que conozcas a la mujer y a su hijo —dijo Israel en una ocasión.

Condujo a Ezequiel a la planta baja de la casa con los ojos vendados.

—Preséntense —pidió Israel cuando los acercó.

Ezequiel sintió la mano de un hombre en la suya. Le preguntó cómo se llamaba y él contestó que su nombre era Ramiro, así le había ordenado el Jefe que dijera.

—Tengo a mi esposa embarazada y pronto nacerá mi hijo. Tengo casi un mes secuestrado —le platicó Ezequiel al otro hombre secuestrado, esposo de Cristina y padre de W., liberado por los plagiarios para conseguir el rescate.

Luego conversó con una mujer y un niño.

A finales de noviembre lo cambiaron de cautiverio. Le vendaron los ojos y vistió su ropa. Había estado con short todo el tiempo. El Jefe pidió que apagaran el radio de una supuesta patrulla y escuchó el sonido interferido con gis de un radio de comunicación. Israel dijo algo más, en posible clave: “Vengo con mi recomendado, ya voy para Francia”.

A la semana de entrar a la nueva casa, Ezequiel escuchó de nuevo a la misma mujer con acento francés.

—Sal del cuarto, cierra los ojos —dijo ella y le vendaron la cara—, le voy a mandar un regalito a tu papá.

Sentaron a Ezequiel y sujetaron sus manos. La derecha en la espalda y la izquierda al frente. Sintió un piquete en el dedo meñique de la mano izquierda.

—¡Por favor, no me hagas daño! —gimió Ezequiel.

—Ni modo. Son gajes del oficio —explicó ella—. ¿Qué quieres que le mande a tu papá, un dedo o una oreja?

—¡Por favor, no me hagas nada!

Ezequiel estuvo sentado en ese lugar durante 15 minutos y regresó a su habitación. La mano, todo el brazo izquierdo estaba totalmente dormido, como si estuviera muerto.

El 8 de diciembre, Ezequiel fue rescatado por la AFI y llevado a la siedo. Se paró detrás del vidrio que daba hacia un cubículo. Del otro lado, observó a Israel Vallarta para quien el cristal era un espejo. Le ordenaron al secuestrador que hablara. Luego lo hizo Ezequiel.

“Es el líder de los secuestradores. Lo reconozco plenamente y sin temor a equivocarme como la persona que me secuestró y sacó del billar propiedad de mi padre y fingió la voz como persona de barrio diciéndole a mi padre que me tenía secuestrado. Su voz es la que durante todo mi secuestro me daba indicaciones y ordenaba a los demás secuestradores qué hacer”.

Los oficiales retiraron a Israel y colocaron en su lugar a Florence Cassez. La mujer proporcionó sus datos generales.

“Ésta es la mujer que me llevó los sándwiches, me dijo que no hiciera pendejadas, me sacó del cuarto y me dijo que iban a mandarle un regalo a mi papá, un dedo o una oreja. Fue quien me inyectó.”

***

El día que habrían sacado sangre del brazo izquierdo de W. —diría el propio muchacho en una actitud que pareciera opuesta a la de su madre durante la puesta en escena para la televisión—, sintió no sólo el terror y la aguja entrando por la vena mientras tenía la cabeza dentro de una cobija, sino también una mano suave y delicada que miró blanquísima entrando por debajo del cobertor que lo cubría. Esa mano sujetó la suya.

 —Aprieta el brazo —dijo una lengua incapaz de lidiar con la “R” del español, o capaz de fingir el acento.

Se le acercó un hombre que se hacía llamar Hilario.

—Una vez matamos a una persona porque su papá no iba a pagar el rescate. El papá iba a pagar la mitad y la víctima la otra mitad. Lo matamos porque su papá llamó a la policía y el secuestrado intentó escapar.

En una ocasión los secuestradores me pegaron —relató W.— porque no me callaba; me encontraba muy nervioso y me puse a llorar porque me dio miedo. Dijeron que iban a entrar a la segunda etapa. Antes me habían dicho que la segunda etapa era cortarme una oreja. En ocasiones escuché que los sujetos se peleaban diciéndose groserías y cuando uno de ellos se retiraba, el que se quedaba le decía a otro de los secuestradores: “Lo quiero matar”, y, como se quedaba enojado, amenazaba a mi mamá.

Después de ser liberados por la policía, Cristina y W. dejaron el país. Se refugiaron en Estados Unidos. El muchacho fue llamado a ampliar su declaración en una oficina de la PGR en ese país. Pidieron que escuchara las voces de sus secuestradores.

Sin temor a equivocarme reconozco la voz de la persona que dijo llamarse Israel Vallarta Cisneros, ya que esta voz la escuché durante todo el tiempo que estuve secuestrado; nos dijo que le llamáramos Hilario. Nos hacía preguntas y en una ocasión nos comentó a mi mamá y a mí que habían matado a una víctima. Reconozco la voz de la persona que menciona llamarse Florence Marie Louise Cassez Crepin, como la misma voz de la persona que me sacó sangre.

***

Según la policía, tras la detención de Israel Vallarta su banda se dividió en dos grupos, uno integrado por los familiares del propio Vallarta, como su hermano René y sus sobrinos Alejandro Cortez Vallarta Libra y Juan Carlos Cortez Vallarta Virgo; y otro dirigido por Carlos Camarillo Palafox Sagitario e Hilario Rodríguez Hernández Acuario.

En agosto de 2007 la Policía Federal liberó a un dentista tras 151 días de cautiverio por el que exigían un millón de dólares de rescate. También detuvo a cinco supuestos miembros de otra banda, Los Japos, quienes informaron sobre su relación y la ubicación de otro grupo, Los Tablajeros, apresados en julio de 2008. Como efecto avalancha, Los Tablajeros se dijeron emparentados con los Palafox, a quienes capturaron en Ecatepec en marzo de 2009, a la vez que fue liberada una víctima, cautiva en una bodega de carne. De ahí el nombre de la pandilla. Entre los detenidos estuvieron Sagitario y Acuario, originariamente miembros de Los Zodiaco.

Saltó otro nombre: David Orozco Hernández Géminis, apresado el 5 de mayo de 2009, quien habría admitido a la Policía Federal pertenecer a todas las bandas anteriores. Según la misma autoridad, Géminis dijo conocer a Israel Vallarta desde el año 2000 y que entre 2002 y 2004 “lavó” dinero obtenido de los secuestros, en los que luego participaría activamente bajo las órdenes de Israel Vallarta y Florence, a quien ahora se le coloca el mote de la Francesa.

Las cuatro organizaciones habrían efectuado 18 secuestros en 2001 y 2009. Todos sus supuestos integrantes ya están detenidos.

Pero nada convence a Sarkozy. El affaire de Florence no está concluido.

***

* Del libro Jauría. La verdadera historia del secuestro en México. Editorial Grijalbo. Humberto Padgett.

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