Pocos foros, escaso público, falta de composición y emigración de talentos componen el mapa de devastación de esta disciplina. Sobrevive con un halo de oxígeno. Como quijotes, amantes y defensores batallan por llevarla a la plenitud
El niño que cantaba en el coro de la Basílica de Guadalupe creció. Refinó su voz, el dominio de idiomas, la presencia actoral. Si esto fuera una película, el director haría un corte y veríamos al público del Teatro de Bellas Artes poniéndose de pie para ovacionar a ese mismo niño, ahora convertido en adulto durante su festejo de 30 años de carrera operística.
Es Ramón Vargas, uno de los tenores más importantes del mundo quien durante 2012 tuvo funciones casi todos los meses en cinco países, de acuerdo con la agenda que publica en su página de Internet. Él es sólo el ápice de una pirámide. Debajo, la ópera en México pugna por crecer.
“En toda la República hay ahora una oportunidad mayor de hacer ópera que en cualquier otra época. Se ha abierto un campo a través de Conaculta y de los presupuestos de los mismos estados. De cinco años a la fecha se han incrementado los espectáculos, no quiere decir que en calidad pero sí en cantidad. El problema es que no tenemos una programación operística sino presentaciones aisladas”, explica Irma Cavia, directora de Pro Ópera, organismo que se fundó en 1986 para dar un impulso privado a la ópera.
Durante 2012 hubo en México 53 óperas con 142 funciones, de las cuales 33 se presentaron en el Distrito Federal, con 97 funciones, según información recabada de las carteleras.
Tal vez la comparación sea injusta pero en ese mismo periodo en el The Metropolitan Opera de Nueva York hubo 32 óperas y 212 funciones.
La programación internacional del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) incluyó al músico Philip Glass con “Einstein on the beach”, acontecimiento importante pues es una pieza experimental que hace 30 años cambió los paradigmas; también se presentó Meno Fortas, reconocida compañía lituana.
“A nivel público, la gente sigue pidiendo que haya ópera, no es un espectáculo masivo pero todos los teatros a los que yo asisto, prácticamente a todas las funciones, están llenas. Insisto en que no es un espectáculo masivo, es caro y en México no hay teatros tan grandes”, detalla Irma Cavia.
Sus palabras son avaladas por los números de los principales escenarios en México. Bellas Artes, por ejemplo, tiene un aforo para mil 490 personas. En 2012 se presentaron, por lo menos, seis óperas con 24 funciones, lo que quiere decir que con llenos, pudieron entrar casi 35 mil 760 personas. El Auditorio Nacional tiene un promedio anual de un millón 800 mil visitantes y está ocupado 310 días del año aunque algunos de sus espectáculos son operísticos.
La Encuesta de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales realizada por Conaculta en 2010, la más reciente del organismo, refiere que el 54 por ciento de los encuestados asistió por lo menos a un concierto de música viva en un periodo de 12 meses pero sólo el dos por ciento de ese 54 fue a la ópera.
¿LA ÓPERA ES UN NEGOCIO?
La afluencia de espectadores como referente de éxito o fracaso es un tema que permite aristas. Manuel Vera, promotor, productor y representante de cantantes de ópera en México, explica que la taquilla no representa una ganancia real para un espectáculo de ningún tipo. Donde realmente se recupera la inversión es en los patrocinios.
“Lo vimos cuando Rolando Villazón estuvo en el Auditorio. Tres cuartas partes de las butacas se regalaron. Es una pena que gente de esa magnitud vocal no llene el auditorio (con público con boleto pagado) y precisamente por eso es que no se puede tener un ingreso de esto. Por eso es que las inversiones deben venir de gobierno que ahora no lo concibe como un negocio, sino como difusión de la cultura de un país”.
Irma Cavia coincide en lo anterior. Es trabajo de las instancias gubernamentales promover más espectáculos operísticos. Tanto Irma Cavia como Manuel Vera mencionan la importancia de un tercer actor en el fomento de la ópera: los benefactores, figura que en México prácticamente no existe.
“Nos toca financiar proyectos operísticos, al gobierno y a los particulares, cuando debería ser un trabajo en común. El gobierno solo no puede y los particulares solos tampoco, porque en México no hay una cultura de la donación. Pero dependemos del gobierno porque los teatros son públicos, podrían apoyarnos con más incentivos fiscales para las empresas y los donantes”, opina Irma Cavia.
Aunque los donantes son pocos, existen. Pro Ópera nació en 2008, conformada por un grupo de aficionados que quería ver espectáculos de gran calidad en el país, a lo largo de los años se estableció como asociación civil y ahora puede acceder a recursos gubernamentales a través de becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
“Yo te puedo decir que María Luisa Chávez es una de las grandes mecenas de músicos en México, que vive en el anonimato pero que todos los que estamos en la industria sabemos cuántos de los grandes artistas le deben su carrera”, detalla Vera.
Como resultado de que producir un espectáculo de ópera es caro pues incluye elenco, orquesta, vestuario y ni la taquilla ni los patrocinadores son rentables, además de que los apoyos gubernamentales llegan a cuentagotas, Manuel observó un fenómeno: jóvenes cantantes comienzan a armar sus propios espectáculos que presentan en foros pequeños, con un piano y su voz como atractivo principal.
LOS FOROS
El Teatro del Bicentenario, en León, Guanajuato, se inauguró el 7 de diciembre de 2010 con bombo y platillo. A casi 100 años de que se construyó Bellas Artes, el Bicentenario es el único que también tiene características arquitectónicas de los teatros del siglo de oro, con planta de herradura que resalta el sonido y la correcta apreciación de la escala humana.
Aun con su magnificencia, en 2012 se presentaron sólo tres óperas, con 14 funciones, como se puede constatar en la cartelera publicada en su página de Internet.
“Hay una gran desproporción porque se gastan millones en construcciones pero no hay producciones. La acústica del Bicentenario está considerada como una de las mejores de América Latina y no han hecho casi nada. La otra vez iba a Texcoco, al centro cultural, es impresionante, el edificio se parece al de la Filarmónica de Berlín pero está en medio de la nada, y yo me preguntaba, ¿quién vendrá a este lugar que seguramente costó cientos de millones de pesos?”, reclama Manuel Vera.
El Centro Cultural Mexiquense Bicentenario fue inaugurado en 2011 en el Kilómetro 14.3 de la carretera México – Texcoco y tuvo una inversión superior a los 900 millones de pesos, refiere un boletín de prensa del Ayuntamiento de Texcoco. En 2012 tuvo una agenda nutrida de conciertos, obras de teatro, exposiciones, presentaciones de libros y hasta proyecciones de cine sonorizadas en vivo pero sólo se presentaron una opereta y una ópera, con cuatro funciones entre las dos.
Lo anterior es uno de los aspectos en los que Irma Cavia pone el acento, ella en específico habla sobre Bellas Artes: es un lugar que tiene foro y foso para la orquesta: “Yo quisiera que se le diera el uso para el que realmente fue hecho, conciertos, ballet y ópera, ¿por qué? Porque cuesta muy caro tener un teatro como ese y hay otros lugares donde puedes meter otro tipo de eventos y lucen igual o hasta mejor porque cabe más gente. Obviamente para eso tendría que tener una programación más fortalecida tanto en títulos como en recursos”.
En el Distrito Federal, en el 2012, además de en Bellas Artes se presentaron óperas en 12 foros más, entre ellos el Centro Cultural del Bosque, el auditorio Alejo Peralta, del Politécnico; el Auditorio Nacional y el Lunario, el Conservatorio, el Centro Nacional de las Artes, entre otros. A nivel nacional se presentaron 17 títulos con 34 funciones distribuidas en 10 ciudades.
Cavia considera que hay varios foros mexicanos que deberían fortalecerse; en específico, el Teatro Degollado, en Guadalajara; el Macedonio Alcalá, de Oaxaca; el Peón Contreras, de Mérida, y el Juárez, de Guanajuato.
Sobre las ciudades que se destacan en sus esfuerzos por el movimiento operístico, Cavia resalta a Monterrey, Tijuana y Cuernavaca. Manuel Vera, por su parte, considera a Jalapa y Hermosillo.
LOS EXPONENTES
Ramón Vargas, Rolando Villazón, Javier Camarena, David Lomelí y María Alejandres son los más connotados cantantes mexicanos de ópera. La mayoría de sus presentaciones no ocurren en México. Para llegar a dónde están, tomaron un camino largo… y caro.
Estudiar una carrera en el Conservatorio o cualquier escuela es sólo un primer paso que prácticamente no garantiza nada, un cantante de ópera se forja, precisamente, cantando.
“Hay muy pocos sitios a los que los cantantes pueden acudir para terminar su formación, requieren un montón de educación y dinero: tienen que aprender baile, esgrima, idiomas, leer música, tocar piano, tener un couch que los corrija. Por ejemplo, la primera vez que hice farsa en Filadelfia estuve seis meses ensayando, busqué a mi couch, estuvimos cuatro horas en cada acto, cuando terminamos me dice: bueno, cuando ya lo hayas afinado, me lo traes otra vez para terminar’”, detalla Carlos Serrano, director del Taller de Ópera de Sinaloa.
Este espacio le da la oportunidad a 20 jóvenes de cualquier parte de la República para que dediquen un año a profesionalizarse. Es una formación de tiempo completo y a cambio les otorgan una beca de seis mil pesos al mes y la oportunidad de cantar cada miércoles. Tan sólo para audicionar, los jóvenes de entre 18 y 32 años deben cantar tres arias en la misma cantidad de idiomas. A la convocatoria pasada acudieron cerca de 40 aspirantes.
Para Manuel Vera este taller representa, además, una oportunidad para que los jóvenes canten en México, ya que el promotor considera que la mayoría del talento que se forja aquí, se va a engrosar las filas de los opera house del mundo. Pro Ópera edita una revista mensual en la que hay una sección titulada “Méxicanos en el mundo”. Durante 2012 dio fe de la actuación fuera de México de 30 cantantes nacionales.
Pero las aspiraciones internacionales de un cantante son válidas y deseables, explica Carlos Serrano, quien es barítono nacido en Puerto Rico. Cada quien debe evaluar lo que está dispuesto a sacrificar por su carrera, dice.
“Hay diferentes tipos de carrera. Están la local, nacional e internacional. A todos los que vienen al taller yo les pregunto cuáles son sus aspiraciones, la mayoría me dicen que internacional. A una le dije, tú quieres irte a Europa, ¿cuándo tu niño por skype te diga: mami, mami, vas a venir para mi cumpleaños, qué vas a hacer?”.
Pero más allá de lo que cada quien quiera hacer con su carrera, Manuel considera que los cantantes en México tienen pocas opciones. Para muestra pone su propio caso: ha cantado con la Filarmónica de Nueva York pero nunca con una orquesta mexicana: “Es chistoso cómo tienes más opciones cruzando la frontera. Aquí hay sobre demanda y no hay oferta de producciones. Si quisiera cantar aquí yo tendría que promoverlo”.
UNA HISTORIA DE ÓPERA
La única ópera totalmente con Mariachi y cantada en español se ha presentado en Houston, Chicago y París, pero no en México. Tal parece parece que tiene pocas probabilidades de que se vea aquí.
“Cruzar la cara de la luna” nació hace cinco años por iniciativa del inglés Anthony Freud cuando era el director de la casa de ópera de Houston.
“Hubo un concierto del Mariachi Vargas en el opera house que no era de nosotros. Yo no sabía nada sobre mariachi así que compré mi boleto y entré, me quedé pasmado por la calidad de la música, es muy emocional, muy vocal, muy operable. Me pareció que había una gran conexión entre la ópera y el mariachi así que para festejar el 2010, centenario y bicentenario, busqué la forma de hacerlo posible”, explicó Freud en inglés en entrevista telefónica.
Se acercó al Consulado Mexicano en Houston y a través de ellos contactó a Pepe Martínez, director del Mariachi Vargas, quien aceptó. Aquí saltó el primer contratiempo, Martínez había escrito muchas canciones en su vida pero nunca algo para teatro, así que Freud fortaleció el equipo con Leonard Foglia, libretista de gran experiencia en obras nuevas.
“Yo estaba muy preocupado por crear una pieza verdadera, no algo que se pareciera a …, yo no quería pastiche ni que fuera folclórica, yo buscaba que tuviera una gran intensidad y relevancia”.
La historia cuenta la vida de Laurentino, un anciano inmigrante mexicano que agoniza, por lo que le revela a su hijo y su nieta que cuando llegó a Estados Unidos como parte del programa Bracero de los años 60 abandonó a su familia en México y ahora desea verla antes de morir.
“El drama habla sobre esta familia dividida por la frontera, la cultura, las generaciones. Aborda la pregunta de qué es casa, ¿dónde naciste, dónde vives, dónde está tu familia? Tiene una enorme relevancia universal y el sonido del mariachi es increíblemente poderoso”.
Cuando se presentó en Houston y Chicago tuvo buena recepción, afirmó Freud, y atrajo a público que generalmente no asiste a la ópera. Además abrió la temporada en el Teatro Châtelet, de París. Todos los personajes, excepto dos, son hispanoparlantes. La pieza tiene pocos diálogos en inglés.
Pero donde realmente “Cruzar la cara de la luna” topó con pared fue en México. Cuando Freud se acercó a Conaculta y autoridades del Festival Internacional Cervantino para intentar traer el espectáculo se enfrentó al desinterés de las autoridades. El ahora director de la casa de ópera de Chicago desconoce exactamente por qué su obra no tiene cabida en México.