La solidaridad se identifica en la Declaración del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como uno de los valores fundamentales para las relaciones internacionales en el siglo XXI y para que quienes sufren o tienen menos se beneficien de la ayuda de los más acomodados. En consecuencia, en el contexto de la globalización y el desafío de la creciente desigualdad, el fortalecimiento de la solidaridad internacional es indispensable.
Convencida de que la promoción de la cultura de la solidaridad y el espíritu de compartir es importante para la lucha contra la pobreza, la Asamblea General proclamó el 20 de diciembre como Día Internacional de la Solidaridad Humana, el cual se celebra a nivel internacional desde 2005.
A través de iniciativas como la creación del Fondo Mundial de Solidaridad para erradicar la pobreza y la proclamación del Día Internacional de la Solidaridad Humana, este concepto fue promovido como crucial en la lucha contra la pobreza y en la participación de todos los interesados pertinentes.
Respecto a este día, el Secretario General de la ONU se pronunció al respecto: «Este año, la celebración del Día Internacional de la Solidaridad Humana se produce en un agitado período de transición. (…) La solidaridad es fundamental para resolver los problemas del mundo interconectado en que vivimos. (…) Podremos alcanzar nuestros objetivos compartidos si logramos que las personas puedan participar en la formulación y la aplicación de los planes, las políticas y los programas concebidos para modelar nuestro futuro común.»
El Día Internacional de la Solidaridad Humana es, pues, un día para celebrar nuestra unidad en la diversidad.
EL LADO OSCURO DE LA PALABRA
Sin embargo, en México la palabra «Solidaridad» nos remite a muchas cosas bastante diferentes a la definición que la ONU da de ella.
Para cualquier mexicano con más o menos buena memoria, que haya nacido alrededor mucho antes de 1980, la palabra nos recuerda a un periodo más bien oscuro en el que otros terminajos y jerigonzas como «Tratado de Libre Comercio» o «modernidad» eran usados indiscriminadamente en cualquier discurso político oficialista y, a menudo, también eran absorbido por ciudadanos de a pie que –quizás sin conocer su significado a ciencia cierta– repetían como loros.
Dentro de la amplia colección de épocas funestas en la historia de México independiente se desprende el mandato presidencial de Carlos Salinas de Gortari, quien fue presidente de la República de 1988 a 1994; seis años en los que las maniobras populistas, reinas de belleza, y promesas de prosperidad fueron divulgadas gracias a la televisión.
«Solidaridad para todos»: tal fue el eslogan del Gobierno Federal durante un sexenio, y en el país muchos creyeron que en realidad así sería.
El término de su periodo, no obstante, no estuvo marcado por la tranquilidad, ocurrió entonces la crisis financiera conocida como el «Error de diciembre», el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el asesinato de Luis Donaldo Colosio cuando se encontraba en plena campaña presidencial para el siguiente periodo (1994-2000). La promesa del bienestar por medio de la solidaridad, a final de cuentas, fue sólo una ilusión.
Luego de andar oculto de los reflectores de la política nacional por muchos años, las apariciones de Salinas en público han sido cada vez más frecuentes. Al parecer, ante las acusaciones de «amistad» entre el recién electo Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y el ex mandatario, este último ha hecho oídos sordos, a pesar del tamaño de sus célebres pabellones auditivos externos que tan referidos fueron cuando ganó las elecciones en 1988.
«¡Barbas sí, orejas no!», gritaban muchos mexicanos después de las elecciones más polémicas en la historia de México, aludiendo a un fraude en las casillas que nunca pudo ser comprobado. De igual manera, nunca pudieron ser corroborados los delitos de los que se acusaba, entre los que destacaban desvío de recursos, corrupción y vínculos con el narcotráfico. Desde su ascenso al poder, hace 24 años, Salinas siempre ha sido una personalidad oscura, cubierta de misterios y sobre la cual se ciernen bastantes sospechas que se manejan como secreto a voces. Voces que aún recuerdan ciertas palabras.