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Sandra Lorenzano

13/04/2025 - 12:02 am

¿Qué pasaría si…?

¿Qué hubiera pasado si le hubiese dicho a Dios: espérame, no sé si quiero ser la madre de tu hijo? Espérame porque necesito conocer el mundo y conocerme a mí misma antes de poder responder a tu propuesta.

¿Qué pasaría si…? es una de las preguntas que está en el origen de la literatura de ficción. ¿Qué pasaría si un hombre “enloqueciera” por leer novelas de caballerías? ¿Qué pasaría si pudiéramos escuchar los murmullos que pueblan Comala? ¿Qué pasaría si la joven María no aceptara ser la madre del hijo de Dios? Esta última pregunta es el punto de partida de la nueva novela de Ana Francis Mor, llamada La primera que camina (Penguin Random House, 2024). En ella la autora plantea: ¿Qué hubiera pasado si, ante el anuncio del Arcángel Gabriel, María le hubiera pedido al mismísimo Creador un tiempo para pensarlo?

¿Qué hubiera pasado si le hubiese dicho a Dios: espérame, no sé si quiero ser la madre de tu hijo? Espérame porque necesito conocer el mundo y conocerme a mí misma antes de poder responder a tu propuesta. Y para conocer, caminaré. Es decir que lo que pone en escena este ficticio pero verosímil “manuscrito de Qumran”, este desconocido hasta ahora rollo del Mar Muerto, es la libertad de una mujer para decidir. Qué hubiera pasado si…, se pregunta quien escribe. La respuesta es este libro.

Nace así de la pluma de nuestra querida Reina Chula, escritora, cabaretera y activista, una deliciosa nueva versión del relato bíblico.

Dios -que todo lo ve y todo lo sabe- y sin embargo está invadido por el misterio y la incertidumbre, nos dice en una de las primeras páginas: “Humanidad entera, prestad atención que esta es la historia más grande jamás contada”.

¿Cuál es esta historia, entonces? Una versión otra de la Biblia, del relato sagrado de creación del mundo en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Una versión que comienza, como corresponde, con el “Génesis”, pero el génesis en este caso, el origen, es la libertad: “Cierro los ojos. Sois libre”, le dice Yahvé a María. Así, le concede la libertad de caminar, que es la libertad de elegir. Esa es la responsabilidad de María. Sólo andando los infinitos caminos del mundo, podrá saber si ser la madre del hijo de Dios es realmente su elección.

“Busco la luz. Para eso camino. Para eso tengo el permiso de Dios. Yo, la que aún no es madre de su hijo, la primera de todas, la señalada, la elegida”, dice al inicio del relato, y quienes leemos caminamos junto a ella.

Sus pasos nos muestran el mundo y a la vez lo construyen. En la tradición de novelas de caminantes, cada capítulo es “aventura” y reescritura de la tradición.

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, decía Antonio Machado, en sus versos más conocidos. Y allá vamos, acompañando a María en su hacer los caminos de la más conocida de las historias, no para repetirla, sino para transformarla.

¿Novela de viajes, novela de aventuras, novela histórica, novela de amor (el amor de María por su José ocupa un lugar central en el relato)? ¿Qué es La primera que camina? Todo ello, sin duda, en un relato contado por aquellas -las mujeres- que durante milenios no han sido escuchadas; una invitación a reflexionar sobre la creación, sobre la fe, sobre la responsabilidad y la ética. Desde su propia libertad, Ana Francis Mor le ha dado libertad a María para que construya la libertad de todas.

2.

Permítanme una “casi” digresión: al mismo tiempo que leía La primera que camina, veía -por absoluta casualidad (si es que la casualidad y el azar existen)- una serie de televisión llamada Somos los afortunados (We were the lucky ones). Casi a la vez terminé de ver la serie y de leer a Ana Francis. La serie cuenta la historia de la familia Kirc, durante la Segunda Guerra Mundial. Y pensé: esta serie sólo puede ser obra de una mujer, porque los personajes más fuertes son mujeres, las que mantienen la cohesión familiar son mujeres, las que toman la iniciativa son mujeres, las que guardan “el fuego del hogar” mientras el horror pasa, son mujeres. Y sí, resultó que sí: la serie está basada en el libro escrito por la Georgia Hunter sobre la historia de su propia familia polaca. El guion y la producción son de Erica Lipez, que produjo, entre otras series exitosas, Bates y The morning show.

No voy a hablarles de la serie, aunque sí se las recomiendo muchísimo. Voy a detenerme en una frase que aparece dos veces en boca de dos personajes distintos, mujeres ambas, y que me hizo pensar en el libro de Ana: “La fe es una decisión; un acto de voluntad”. Con ella buscan oponerse al sentimiento de derrota ante la adversidad que ven en sus seres queridos.

En una charla que Ana Francis tuvo con Pedro Kóminik (y que puede verse en Internet), dice que a pesar de que siempre se había considerado una mujer atea, de pronto descubrió que era una mujer de fe. “Fe” como el llamado a creer y la voluntad de creer. En este sentido el grado de profundidad de la propuesta de este libro es tal vez el mayor alcanzado por su autora hasta hoy. Mientras siempre había partido de certezas, este es un libro guiado por la incertidumbre. La única certeza es que hasta que esta chica llamada María le dice “Espérame tantito” a Dios, “yo no sé si quiero ser la madre de tu hijo”, hasta ese momento la tradición judeo-cristiana nos ha sido transmitida desde el relato masculino. Esa es la certeza inicial. Todo lo demás son preguntas, dudas, investigación, indagación y -una vez más- voluntad, decisión de descubrir los vínculos entre religión, ética, arte y feminismo, en un hermoso ejercicio poético. Algo de la huella de los textos del gran Edmond Jabès y su Libro de las preguntas queda en las páginas de la novela.

En algún momento María encuentra a Magdalena, y ésta le cuenta: “No, los milagros que pasaron a través de mis manos no quedaron escritos a mi nombre. Ninguna mujer hace milagros, me insistieron. […] Fueron tan certeros y contundentes que en algún momento pensé que tenían razón. Que todo lo había imaginado o soñado. Ya ves que no. Son mis manos tan capaces como las suyas, pero su ceguera es milenaria. Así ha sido. Así será. Y mi nombre y el tuyo y el de todas será borrado”.

Por eso cuando Gabriel le dice a Dios: “Díjele a María por centésima vez y por centésima vez ella respondió lo mismo: - No. No soy la esclava del Señor”, descubrimos que con esta frase cambia la historia, nuestra historia. Y hace que mi nombre y el suyo, y el de todas nunca más sea borrado. Pura voluntad, puro amor, pura poesía.

¿Qué hubiera pasado si…? La primera que camina nos invita a imaginarlo.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, sus libros más recientes son "Herida fecunda" (Premio Málaga de Ensayo, 2023), "Abismos, quise decir" (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2023), y la novela "El día que no fue" (Alfaguara). Académica de la UNAM, se desempeña como Directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Cuba. Es además, desde 2022, presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación). sandralorenzano.net

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