María Rivera
20/03/2025 - 12:01 am
Verdad
Estamos en un serio problema que no parece encaminarse a ser resuelto, sino a seguirse perpetuando, si permitimos que todo siga igual: conmoción social, pleitos políticos, etc... Ojalá esa fuera la discusión: cómo salir del atolladero, y no descalificaciones y rejuegos políticos, ataques entre unos y otros que sólo enrarecen el clima.
Es terrible por donde se le vea, querido lector, que se usen las tragedias que ocurren en el país para sacar raja política. Asco da presenciar la manera en que se instrumentalizan políticamente a las víctimas. Muy enrarecido y grotesco es presenciar a quienes en otros sexenios se mostraban completamente indolentes ante los hechos de brutal violencia que ocurrían en el país, actuar ahora escandalizados, como si los hechos más grotescos no hubiesen ocurrido antes. Y es muy difícil también opinar algo en medio de este clima, sin ensuciarse.
Como lo escribía la semana pasada, es importante recordar que en este país las más aberrantes atrocidades han sucedido desde el sexenio calderonista (al menos en esa dimensión). En honor de la verdad, tenemos que asentar aquí que es una mentira que la degradación esté ahora alcanzando niveles no vistos antes: muchos vimos antes este mismo horror, sin tregua. Cuando escucho a opinadores y periodistas decirlo me pregunto ¿Dónde habrán estado en el año dos mil once?, por ejemplo. Es importante decirlo porque si no se dice, se cae en una impresión falsa de lo que ocurre y eso no le sirve a nadie más que aquellos que tienen la intención de golpear al Gobierno en turno. Por supuesto, no estoy diciendo que no sea muy grave lo que de cierto ocurre, y tampoco estoy defendiendo al Gobierno. Sin duda, el Gobierno, todos los gobiernos, municipales, estatales y el federal tienen la responsabilidad de haber permitido y seguir permitiendo que atrocidades pasen desde hace años. Pero precisamente el gran problema de la colusión de las autoridades con el crimen organizado es que oscurecen todos los hechos. Si algo no tenemos es acceso a la verdad, no sabemos qué ocurrió, a quiénes les ocurrió, por qué ocurrió y cómo ocurrió. La verdad está completamente silenciada, oscurecida, por los mismos criminales como por las autoridades que los protegen. Así, hoy no sabemos qué ocurrió con los normalistas de Ayotzinapa, y así ignoramos también la verdad de múltiples matanzas y desapariciones en México. Nadie sabe nada, nadie supo. Es increíble, querido lector, piénselo, que al día de hoy no podamos conocer la verdad de los hechos de Iguala. Imagínese la densa capa de silencio que cae sobre los hechos de Teuchitlán, o de Reynosa o de múltiples lados. Conocemos, eso sí, y conocimos durante los últimos años que en Jalisco estaban ocurriendo cosas muy graves. No debería sorprender a nadie que matanzas, crueldades y demás actividades criminales hayan sido descubiertas, o al menos parcialmente expuestas.
El problema es que como no tenemos realmente autoridades capaces de decirnos la verdad, lo que de por sí ya era ominoso se vuelve una catástrofe, porque ante la ausencia del Estado los ciudadanos se ven obligados a realizar las labores que a éste le corresponden. Así, surgieron las madres buscadoras: cuando el Gobierno dejo de hacer su trabajo. Si lo hicieran, las madres no tendrían que dedicarse a buscar cuerpos y la verdad sería una y no las múltiples versiones que circulan, unas veces ciertas, otras falsas. Es lamentable que los familiares de las víctimas ahora estén expuestos ante campañas de desprestigio, y también que algunos hayan decidido jugar políticamente. Es un desastre sí, que se suma a las atrocidades de los criminales, a quienes les conviene que no se sepa nada.
¿Cómo vamos a salir de este Estado? La única opción sería, evidentemente, que las autoridades de todos los niveles comenzaran a hacer su trabajo y que se eliminara la corrupción de los cuerpos policiacos, las fiscalías y los juzgados. No parece haber otro camino. Gritar no sirve de nada, ni investigar exclusivamente un caso, porque se volvió mediático. Se necesita un cambio mayúsculo en todo el país, no sólo en el ámbito federal. O sea, estamos en un serio problema que no parece encaminarse a ser resuelto, sino a seguirse perpetuando, si permitimos que todo siga igual: conmoción social, pleitos políticos, etc... Ojalá esa fuera la discusión: cómo salir del atolladero, y no descalificaciones y rejuegos políticos, ataques entre unos y otros que sólo enrarecen el clima.
Porque puede ser que la Presidenta Sheinbaum tenga razón sobre “los carroñeros” y las “campañas” de la oposición para golpear a su Gobierno, pero su trabajo no es señalarlo, sino ocuparse de los hechos y del grave problema que sí padecemos. Más que complacer a Trump, la Presidenta debería ocuparse de brindar a los mexicanos una esperanza en que el flagelo de la violencia puede ser combatido eficazmente. No cuántas pastillas de fentanilo decomisa, sino cuántos ranchos y casas de seguridad desmonta, cuántos hombres y mujeres puede salvar de la desaparición. Asimismo, las fuerzas estatales deberían estar ocupadas en buscar a las personas desaparecidas y a los responsables de sus desapariciones. Eso es lo que debería importarle más: la verdad y la justicia. Mientras a nadie en el Gobierno le preocupe la verdad y desmontar las complicidades de funcionarios y políticos con los criminales, seguiremos yendo de matanza en matanza, de atrocidad en atrocidad en distintos partes del país. La gente se horrorizará nuevamente, se usarán políticamente los hechos, se culparán unos a otros, y al final se olvidarán y los criminales saldrán impunes. Es terriblemente cruel, pero a mí me parece que esa es la trayectoria que ha seguido el fenómeno; la violencia se ha vuelto un lugar común para los mexicanos. Ya nada motiva la indignación, porque la indignación dejó de servir: hicimos un cambio radical en el Gobierno, el sexenio pasado, con la esperanza de que el horror terminara, y no sucedió. La enfermedad sigue allí, muy sana, valga el oxímoron.
Tal vez, y en eso prefiero ser optimista, este nuevo Gobierno pueda hacer más. Prefiero tener esa esperanza, porque la Presidenta Sheinbaum tiene todo un sexenio por delante para ocuparse de lo importante. Espero que así sea, y que México, nuestro querido país, deje de ser la fosa clandestina en la que desde hace años lo convirtieron los criminales y los políticos.
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