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Jorge Zepeda Patterson

16/03/2025 - 12:05 am

Pistón o Pisotón

"El 90% del consumo de gas de los mexicanos procede de Estados Unidos, lo que convierte al país en rehén frente a Trump".

¿Ha sido correcta la actitud prudente de Claudia Sheinbaum frente a las exigencias de Donald Trump o, por el contrario, muestra una debilidad que podría ser contraproducente? ¿sería mejor responder con represalias y salir al paso del buleador, como lo están haciendo Canadá y Europa, o seguir apostando a la construcción de un espacio lo más terso posible con el hostil vecino?

La verdad, solo el tiempo dirá qué estrategia es la más acertada, porque estamos en terrenos desconocidos y sin mapa de navegación. La impresión que dejan los primeros dos meses de la administración de Trump es que él mismo carece de ese mapa de ruta y da bandazos en un sentido y otro; lo que está claro es que cada bandazo provoca efectos devastadores a diestra y siniestra.

Sin embargo, hay datos y realidades que ayudan a percibir la estrategia menos perjudicial para cada país en particular. En cualquier escenario saldremos perdiendo, pero será mucho o poco, dependiendo de la actitud que asumamos.

La clave, en ese sentido, es entender la situación de cada país. Imposible comparar en abstracto, porque los márgenes de maniobra son muy distintos y, peor aún, las consecuencias. En ese sentido México es el protagonista más vulnerable de todos. El producto bruto anual que genera Europa es de 24.5 billones de dólares frente a 29 billones de Estados Unidos. Los productos norteamericanos necesitan de ese mercado de consumo casi tanto como sus contrapartes europeas. El PIB de México ronda 1.5 billones de dólares, y eso sin considerar que una parte importante de esa producción está asociada a Estados Unidos.

Es cierto que Canadá, como México, también exhibe una alta dependencia con respecto a su vecino, pero a diferencia nuestra, no está tan aislado. Forma parte de la comunidad británica y conserva relaciones de pertenencia con Europa; Inglaterra y Francia, en particular, sostienen vínculos orgánicos con territorios canadienses.Y, por lo demás, salvo Trump y sus halcones, el resto de los estadounidenses ven a los canadienses como una especie de primos provincianos, pero primos al fin.

México, en cambio, está absolutamente solo en su dependencia con Estados Unidos. Nadie meterá las manos por nosotros, más allá de algunas palabras de aliento o nuevos intercambios comerciales simbólicos pero mínimos. A diferencia de otros países, que en el peor de los casos tendrían que buscar mercados alternativos para sus productos, muchos de los nuestros, en particular los industriales, están vinculados a cadenas de producción con Estados Unidos. Y, para decirlo rápido, el 90% del consumo de gas de los mexicanos, excluyendo a Pemex, procede de nuestro vecino; nuestros inventarios son menores a una semana de consumo. Con la gasolina sucede otro tanto. Eso nos convierte en rehenes, atados de pies y manos frente a Trump. Así que antes de pensar en represalias tenemos que calcular las posibles repercusiones y eso no resulta fácil, considerando la desmesura de Trump. Y no es por darle ideas, pero en esa materia no parece tener límites. Afectar las remesas, obstaculizar al turismo o en efecto detener el suministro de gas procedente de Texas puede convertirse en una pesadilla insoportable. Ningún país corre el riesgo de quedar súbitamente paralizado frente a una represalia extrema por parte de Trump, salvo México.

Con esto no quiero decir que debamos aceptar una humillación denigrante o asumir condiciones inadmisibles. Más bien solo dejar en claro de que el margen de riesgo en una confrontación abierta expone a millones de mexicanos a la miseria.

Si Estados Unidos decide interpretar nuestra disposición al diálogo como muestra de sumisión absoluta y eso provoca abusos inadmisibles, México tendrá que diseñar represalias que expongan nuestra determinación para devolver algún golpe, incluso sabiendo que el daño recibido puede ser mayor. En algún punto tendríamos que hacerle saber al buleador que habrá un costo creciente por cada agresión, por lo menos para que sepa que no saldrá sin rasguño alguno.

Sin embargo, estamos muy lejos aún de ese punto. Por el contrario, hasta ahora la disposición mexicana al diálogo ha sido bien recibida. Que eso redunde en un retraso adicional en la aplicación de tarifas o una actitud deferente está por verse, pero la apuesta vale la pena, considerando los escasos márgenes de maniobra que ahora tenemos. El acierto de Claudia Sheinbaum es no solo haber leído correctamente el momento en el que nos encontramos, sino haberlo aterrizado en una actitud digna, que nada tiene de entreguista, humillante o indigna.

Lo demás es libro abierto. Lo que no puede hacerse es comparar las estrategias de los países ignorando la situación objetiva en la que se encuentran. La enorme vulnerabilidad que México experimenta resulta de un modelo de integración elegido hace 40 años; no lo escogió Claudia Sheinbaum, pero tiene que actuar en función de esa realidad. Marcelo Ebrard ilustró la interdependencia con el caso de los pistones para automóviles que cruzan la frontera hasta siete veces antes de quedar terminados. Juzgar la estrategia que deban implementar Europa o México frente a Estados Unidos sin tomar en cuenta esa interdependencia es absurdo. Ningún producto europeo es un pistón de ida y vuelta transatlántico, ni el pisotón que podrían llevarse reviste la gravedad que asumiría el que sufra México.

Y quién sabe, en una de esas la actitud cuidadosa y responsable de Sheinbaum genera una alianza inesperada cuando las cosas comiencen a complicársele a Trump. No podemos dejar morir la posibilidad de que la Casa Blanca termine entendiendo que la única posibilidad que tiene Estados Unidos de hacerse competitivo frente a China reside en la integración de Norteamérica como un todo. En tal caso, el nearshoring y todo lo que ello significa, estaría de regreso. El pistón, en lugar del pisotón.

@jorgezepedap

Jorge Zepeda Patterson
Es periodista y escritor.

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