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Sandra Lorenzano

16/03/2025 - 12:02 am

Sonrían

Al reunirse con las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, lloró abrazada a ellas que también lloraban. De pronto se enjugó las lágrimas y les dijo: “Que el poder no las vea llorar. Nos quieren derrotadas y no les tenemos que dar ese gusto. Somos fuertes y no dejaremos de buscar a nuestros seres queridos y de exigir justicia”.

1.

En una de las escenas más conmovedoras de la película “Aún estoy aquí”, la madre, protagonizada por la gran actriz Fernanda Torres, acepta que una revista haga un reportaje sobre la vida familiar ahora que el padre, secuestrado por la dictadura militar, no está con ellos. A punto de tomarles una foto -a ella con sus cinco hijos-, el fotógrafo dice “No es necesario que sonrían”. “¿Por qué no?”, pregunta ella. “El editor pidió una foto que no fuera tan feliz”. “Ah, él la quiere triste”. Los niños comienzan a reírse. “Pues vamos a sonreír. ¡Sonrían!”, les dice a los chicos. “¡Sonrían!”.

Estamos en Río de Janeiro, en los años 70. Gobierna Emilio Garrastazu Médici en el momento en que el ingeniero Rubens Paiva, quien fuera Diputado, se convierte en un “desaparecido”. Esa compleja figura jurídica, la de la “desaparición forzada”, tipificada por el Tribunal Penal Internacional, deja a las familias hundidas en el dolor y la desesperación. Como sucede en muchos casos a lo largo y ancho de nuestro continente, es una mujer -Eunice Paiva, la esposa- quien dedica su vida a buscarlo. En su caso, además, termina la carrera de Derecho y se convierte en una de las principales abogadas de Brasil especializada en Derechos Humanos.

Se sabe que Rubens Paiva fue torturado y asesinado a los pocos días de su secuestro. Incluso se dice que su cuerpo fue enterrado y desenterrado varias veces, y luego tirado al mar desde un avión. Sus restos nunca han sido encontrados.

El film dirigido por Walter Salles y flamante ganador del Oscar a “mejor película internacional”, basado en la novela del mismo nombre escrita por el único hijo varón de la familia, Marcelo Rubens Paiva, trabaja con enorme sutileza la historia de esa familia desgarrada por la ausencia.

Marcelo decidió contar la historia cuando su madre fue diagnosticada con Alzheimer. Ante la amenaza del olvido, íntimo, pero también social, surgió la fuerza de la escritura.

“¡Sonrían!”, dice la madre ante la cámara fotográfica. Ellos sonríen, los espectadores lloramos.

2.

La ducha está abierta. Tania tiene a su bebé en brazos. Le gusta bañarlo así, pegado a su cuerpo, sintiendo la piel suave y dulce de su hijo contra su propia piel. Hace unos meses que repite el ritual cada mañana. Puro placer en esos pocos minutos: carcajadas del niño, juegos, mimos. Menos hoy. Hoy Tania llora mientras sostiene a un desconcertado Teo bajo el agua. Tampoco ella entiende qué le pasa. Tendría que ser un día de felicidad: el pequeño está cumpliendo once meses. Once meses. Ésa era la edad justa que tenía Pável, el hermano de Tania, cuando su padre fue secuestrado. Sara, la mamá, tenía cinco meses de embarazo, faltaban aún cuatro para que naciera Tania.

Rafael Ramírez Duarte, padre de Tania y Pável, fue secuestrado en México por la Brigada Blanca y llevado al Campo Militar Número Uno donde lo torturaron salvajemente delante de tres de sus hermanos y de un primo. Rafael estudiaba Economía en la UNAM. Nunca más apareció. Era 1977, la negra época de Miguel Nazar Haro, titular de la Dirección Federal de Seguridad, al que llamaban “El sanguinario”.

Tania niña se ponía la ropa de ese padre al que nunca conoció para saber cómo olía. Preguntaba si le gustaba el café con azúcar como a ella, o si jugaba al futbol. Se imaginaba que le enseñaba a andar en bicicleta y que le contaba cuentos antes de dormir. Con el retrato de su padre colgado al cuello, acompañaba a su mamá y a su abuela a reunirse con las “Doñas” —como se llamaban a sí mismas las mujeres del Comité Eureka, que buscaban a sus hijos víctimas del terrorismo de Estado— frente a la Catedral de la Ciudad de México.

Cuando le preguntan cómo puede ser una mujer alegre a pesar de su historia, dice: “La alegría no es sólo una forma más de resistencia ante quienes quisieran aniquilarnos, sino que es, desde ya, la forma más perfecta de victoria”.

“¡Sonrían!”

3.

Estela Carlotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, durante más de cuarenta años buscó a su nieto Guido nacido en cautiverio y apropiado por cómplices de la dictadura militar argentina. Su hija Laura fue secuestrada y desaparecida cuando estaba embarazada. Estela ha acompañado y guiado a cientos de abuelas que aún buscan a esas niñas y niños, hoy adultos, que desconocen su verdadera identidad.

Al reunirse con las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, lloró abrazada a ellas que también lloraban. De pronto se enjugó las lágrimas y les dijo: “Que el poder no las vea llorar. Nos quieren derrotadas y no les tenemos que dar ese gusto. Somos fuertes y no dejaremos de buscar a nuestros seres queridos y de exigir justicia”.

Como Eunice Paiva, como Tania Ramírez Hernández, Estela Carlotto dijo: “¡Sonrían!”

Una lección de fortaleza, de lucha y de amor que no debemos olvidar.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, sus libros más recientes son "Herida fecunda" (Premio Málaga de Ensayo, 2023), "Abismos, quise decir" (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2023), y la novela "El día que no fue" (Alfaguara). Académica de la UNAM, se desempeña como Directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Cuba. Es además, desde 2022, presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación). sandralorenzano.net

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