Jorge Alberto Gudiño Hernández
16/02/2025 - 12:01 am
Dos wésterns (1)
"El relato cinematográfico hecho de una realidad de hace un par de siglos, dentro de un contexto y un ambiente muy localizados, tuvo su auge a mediados del siglo pasado".
Según las definiciones, el wéstern es un género cinematográfico. La novedad es que el término existe en español y, por eso, ostenta una bonita tilde. Lo curioso es que su temporalidad, asociada a las películas de donde surge el género, parece haber concluido: el relato cinematográfico hecho de una realidad de hace un par de siglos, dentro de un contexto y un ambiente muy localizados, tuvo su auge a mediados del siglo pasado. Y, sin embargo, cada tanto se nos aparecen de nueva cuenta.
A mí me sucedió por partida doble. Aunque no hablo de películas, sino de novelas. Así que la definición debe ampliarse. En efecto, el wéstern es un género que se originó en el cine para, más tarde, saltar a otro tipo de medios narrativos. Y es algo venturoso. Decía, pues, que se me aparecieron dos novelas dentro de ese género: “Abel” de Alessando Baricco y “Basilisco” de Jon Bilbao. Antes de hablar de ellas debo confesar que las disfruté mucho. También, que de la segunda hablaré en la próxima entrega.
Ya que andamos en las confesiones, me reconozco lector de Baricco. Yo comencé con “Océano mar” en una edición que tenía un problema con las palabras acentuadas: todas las letras con tilde habían sido sustituidas por caracteres especiales. Aun así, disfruté mucho la lectura. Siguieron varias más. Todas sus novelas. Y, después, ese largo silencio de ocho años sin novedad editorial. Una de esas tristezas de lector que se matizan porque uno siempre puede leer otros libros. Aunque, es menester decirlo, se le extrañaba.
Primero llegó el anuncio y luego el ejemplar: Alessandro Baricco acaba de publicar un western. Al menos, uno como tal, pensé, recordando que en “City” hay un wéstern, con un pistolero casi infalible, una historia con barajas y un reloj. Sólo que es apenas una historia dentro de la novela. El que sea, ahora, una novela completa no sorprende del todo: era claro que al autor le interesaba el género.
Y es un género complicado. Se parte de arquetipos y valores conocidos. ¿Cómo crear al pistolero máximo en una tradición donde todos lo son? ¿Cómo narrar una nueva proeza cuando ya se han hecho todas? ¿Cómo seducirnos con escenarios que ya conocemos?
Escribiendo como Baricco. Poco importa la trama, ese Abel Crow cabalgando por el viejo oeste, pistolero de los mejores, con una misión por cumplir, un maestro al que agradecer, un padre desconocido y una mujer a la que ama con devoción, pese a sus múltiples escarceos con prostitutas. Y poco importa porque sabemos que los acontecimientos que anticipamos irán llegando: duelos, afrentas, maleantes y enfrentamientos con las autoridades. Importa, entonces, la forma en que está contado. Muy a la Baricco.
Él es un autor de límites. Recordemos a aquel personaje que buscaba dónde acababa el mar, para no ir muy lejos. Baricco estira la liga para encontrar el borde fundamental. Sólo que, en este caso, no es de un objeto, sino de todo un género y de la vida de los personajes. Los lleva hasta un punto en donde no hay escape posible y no se pretende que lo haya. Como si el destino existiera y, además, actuara con ligereza.
Los wésterns gustan porque nos cuentan, una y otra vez, una historia conocida: la del héroe y la justicia, de preferencia trágicos. “Abel” por la carga poética en la construcción del lenguaje, por el contenido filosófico, por las rupturas temporales y porque Baricco ha conseguido construir a una mujer maravillosa, Hallelujah Wood, tan inasible como poderosa.
Baricco lo ha conseguido. Es una nueva novela que nos hace desear tanto en escribir la siguiente aunque, ya lo sabemos, mientras quedará el consuelo del resto de los libros.
Aprovecho para invitarlos a la presentación de mi nueva novela, “Yo soy el otoño”. Será el próximo sábado, 22 de febrero, a las 18:00 en el salón Bernardo Quintana dentro de la Feria del libro del Palacio de Minería. Me acompañará Vicente Alfonso. Ojalá ustedes también puedan hacerlo.
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