La escritora Ana Clavel habló con SinEmbargo sobre su obra Autobiografía de la piel, una pieza en la que “transitaremos entre la escritora y la piel como ente, y ésta última defiende su lugar dentro del universo de posibilidades narrativas para hacerse escuchar”.
Ciudad de México, 15 de febrero (SinEmbargo).– “Las palabras son la piel de las cosas, la recubren, le dan una identidad, un límite, un sentido en el cual se guarece”, compartió en entrevista la escritora Ana Clavel con motivo de su más reciente novela, un recorrido sensorial con diversos registros a través del tacto humano.
Autobiografía de la piel (Alfaguara) es el nombre de esta historia en la que Ana Clavel le da a este órgano que nos recorre de pies a manos un papel protagónico, que toma la voz como personaje literario.
“Esta idea de individualizar y darle tanta importancia a la piel en la conformación de una psique, fue lo que me llevó en principio a suponer que valía la pena explorar a la piel como un personaje literario, luego tuve el feliz hallazgo de encontrar que tanto la piel como el cerebro se forman de la misma capa embrionaria, el ectodermo y por eso es que nosotros que somos cerebro-piel, necesitamos de las metáforas para pensar con nuestros cuerpos”, comentó la escritora.
En esta obra, Ana Clavel hace un cruce que se da en la metáfora de un mundo sensual y sensorial, para llevar el relato a la abstracción, a un concepto y a una idea. “Eso fue lo que me permitió darme cuenta de que en principio el cerebro también es cuerpo y que la piel es un órgano pensante”.
“Esto me dio posibilidades para que en la propia historia la piel no solamente hablara, sino que pudiera reflexionar, conceptualizar sobre el mundo y sobre sí misma a través de las palabras, que la piel dice que son justamente las palabras como la piel de las cosas”, ahondó.
Para ello, compartió, emplea diferentes registros, como el de las heridas, el dolor, la memoria, deseo, el placer, la violencia y el goce. “Todo esto que nos va marcando y que nos va convirtiendo en libros de vida desde las primeras páginas, que serían la piel cuando se está formando y cuando es una piel niña, hasta el momento que nuestra piel se convierte también en la mortaja que nos acompaña al final”.
“El tacto es nuestro sentido olvidado, por la cuestión de que lo obviamos, de que está tan presente constantemente que lo dejamos de lado a menudo y conlleva muchas veces un olvido de lo físico, de lo corporal, porque en buena medida se ha popularizado, ha ganado siempre más valor nuestra intelectualidad, nuestra capacidad de razonamiento, nuestra parte intelectual es lo que nos hace humanos, pero ahí lo que pasa es que olvidamos justamente que el mundo nos entra por la piel”, apuntó.