Alejandro Páez Varela
27/01/2025 - 12:08 am
Instantáneas de las mezquindades del poder
Que me perdonen, pero me da risa. Payasos. Ya narré el día en que fui a un desayuno que José Narro ofreció a periodistas en Torre de Rectoría, con chef Le Cordon Bleu a su servicio y huevos con salmón que ni siquiera tocó. Su mano aburrida los movía con ayuda de un tenedor. Dejó que la perrada nos deleitáramos con su generosidad malentendida, porque el dinero de la UNAM no es ni era de él, sino del pueblo de México. Y me da risa porque su “alarma” por el dictador López no es otra cosa que un pataleo para conservar los privilegios que disfrutan desde hace décadas.
1. Aferrarse al poder
La presidenta de la Corte estalló en llanto, me contó una fuente. Le dijo a la Magistrada presidenta del Tribunal Electoral, descompuesta, que no la soportaba.
La escena, que citan más personas, es consecuencia de eventos mayores. Del desmoronamiento público de la persona Norma Piña. De la irremediable pérdida del poder de la Ministra presidenta Norma Piña; poder que ha disfrutado hasta el exceso de gastarse miles de millones de pesos en un paro-todo-pagado de los trabajadores del Poder Judicial.
Porque Piña destinó miles de millones del erario a los salarios de los supuestos paristas (que ni en paro estaban), de acuerdo con el cálculo de la Ministra Lenia Batres. Y nadie ha reparado en lo que se gastó en prensa durante su “resistencia”; nadie ha hecho el cálculo de cuánto le costó a los mexicanos el uso del aparato de Comunicación Social de la Corte (que tiene medios propios y además periodistas en su nómina) y las generosas partidas presupuestales, justificadas como “publicidad”, para medios de comunicación afines a ella.
La escena, que me contó una fuente interesada, fue consecuencia también de reclamos puntuales. Reclamos penosos. Eso me dicen.
Que Norma Piña tiene el hábito de fumar en espacios cerrados, dentro de instalaciones públicas. Nadie lo hace, que se sepa. Ella sí, me dijo la misma fuente.
Y la Magistrada Mónica Aralí Soto Fregoso se lo reclamó dentro de una cascada de otros reclamos puntuales. La presidenta de la Corte estalló en llanto y perdió la compostura, según este relato. Se agudizó el distanciamiento entre las dos cabezas de dos poderosos tribunales que son autónomos e independientes entre sí, y cuyas resoluciones afectan a millones de ciudadanos.
Después de esa escena, vinieron otras. Ya no fueron escenas personales.
Tres de cinco magistrados del Tribunal Electoral acusaron a un Juez federal al servicio de Norma Piña de ordenar la detención de la elección del Poder Judicial de la Federación, sin tener facultades. Lo acusaron de extralimitarse y de ser, básicamente, Juez de consigna.
La Magistrada Soto Fregoso y otros dos magistrados de ese órgano jurisdiccional ordenaron al Comité de Evaluación del Poder Judicial de la Federación (al servicio de Norma Piña) hacer a un lado al Juez por incompetente y retomar la elección.
Y entonces Norma Piña hizo lo que sabe hacer mejor: manipular los tiempos, acomodar los hechos, operar los temas de la República como si fueran temas personales o de sus asesores políticos que están en la academia y en el mundo intelectual.
En esas horas, Norma Piña dio otra demostración pública de por qué urge refundar al Poder Judicial: simplemente metió al carril de baja velocidad la orden del Tribunal Electoral para que se retomara la elección. Argumentó que esa orden debería ser macerada o añejada en cajones de la Corte.
“Son resoluciones jurídicas, no son personales, no es ningún enfrentamiento ni confrontación, mucho menos con la Suprema Corte y con su presidenta”, dijo Mónica Soto en una conferencia posterior.
Pero el enfrentamiento existe. Y no es sólo Norma Piña contra Mónica Soto: es Norma Piña contra el mundo.
La Ministra presidenta enfrenta a su entorno mientras pierde un brazo, luego el otro, luego una pierna, luego la otra. Va perdiendo márgenes de acción. El poder se le está escapando. Perdió la mayoría para controlar al Consejo de la Judicatura Federal; perdió la mayoría en el pleno de la Suprema Corte. Y la mayoría de los mexicanos se volcó a las urnas para exigir su salida y la salida de todos los juzgadores, a los que considera corruptos e ineptos; una mayoría que quiere que el Poder Judicial, que nunca han rendido cuentas a nadie, dependa de quienes le pagan los salarios: la gente.
Y Norma Piña perdió, además, el control sobre el Tribunal Electoral. Le negaron la entrada. Intentó manipularlo en las elecciones de 2024 y no pudo.
No pudieron, porque no era solamente ella: detrás de Norma Piña hay muchos intereses y, en particular, están las élites intelectuales. Esos con los que se reunía los jueves. Esos que la aconsejaban en casa de Federico Reyes Heroles.
Hubo más testigos de aquél momento trágico en que la presidenta de la Corte estalló en llanto. Eso dicen. Es lo de menos. El desgaste de la persona Norma Piña es evidente; su involución es constante; las presiones deben ser horribles.
Presiones tan horribles como para perder la compostura. Presiones de días realmente amargos.
2. Cosas de payasos
Hace poco, un personaje de la cultura que lleva años enquistado en la UNAM me quiso convencer de que Andrés Manuel López Obrador intentó “apoderarse de la institución, imponiendo a un extranjero” como Rector. No es el primero que me lo comenta. Anteriormente, otro personaje de la cultura con gran experiencia en vivir de la Máxima Casa de Estudios me dio una versión más o menos parecida. Es decir, la idea está muy socializada en la burocracia universitaria dorada.
Que me perdonen, pero me da risa. Payasos. Ya narré el día en que fui a un desayuno que José Narro ofreció a periodistas en Torre de Rectoría, con chef Le Cordon Bleu a su servicio y huevos con salmón que ni siquiera tocó. Su mano aburrida los movía con ayuda de un tenedor. Dejó que la perrada nos deleitáramos con su generosidad malentendida, porque el dinero de la UNAM no es ni era de él, sino del pueblo de México. Y me da risa porque su “alarma” por el dictador López no es otra cosa que un pataleo para conservar los privilegios que disfrutan desde hace décadas.
Me da risa, como me da la amenaza que esgrimieron durante veinte años de que el dictador López se iba a reelegir apenas tomara la Presidencia. Mantener ese discurso le permitió a Enrique Krauze y a otros vincularse con asustados empresarios que pagaron la ofensiva en contra, ya fuera por miedo o por cobardía o por ambas cosas más algo de precaución. En fin. Esto es algo muy documentado.
Me da risa eso de la UNAM porque cuando un Presidente quiere (y los de derecha siempre quieren), adiós autonomía universitaria. Se les llenaba la boca acusando a AMLO de pretendido dictador, pero no hay entre ellos uno solo –fíjense bien, lean sus redes o lo que publican en medios– que hable del veto del ultraderechista Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario para ahogar el sistema de educación pública en Argentina.
Apena este fin de semana leí un texto de Michelle Goldberg donde contaba cómo Donald Trump inició la expulsión, dentro de la academia de todo Estados Unidos, de cualquiera que piense de izquierda. Impresionante. No payasadas, como las de Krauze o como las de esos dos personajes de la cultura que refiero.
Dos órdenes ejecutivas de Trump que no tuvieron mucha atención pública son específicamente para acabar con los fondos que garantizaban la protección de minorías no-blancas a las universidades estadounidenses. Y otra orden ejecutiva “sienta las bases para deportar a estudiantes y profesores extranjeros que participen en activismo antiisraelí, algo que Trump prometió durante su campaña. Exige garantizar que ‘los extranjeros que ya se encuentran en Estados Unidos’ no sean hostiles a sus ciudadanos, cultura, Gobierno o instituciones, y ‘no apoyen, ayuden a terroristas extranjeros designados y otras amenazas a nuestra seguridad nacional’”, dice Goldberg.
¿Y lo peor? Hay un “clima de resignación” entre liberales y esto provoca que Trump empuje más y más hacia la ultraderecha. “Con el pretexto de hacer retroceder los excesos impopulares de la izquierda, el equipo de Trump está tratando de afirmar el control político sobre la educación superior estadounidense, y parece estar presionando una puerta abierta”, agrega Goldberg.
Por eso cuando los Guadalupe Acosta Naranjo y los Claudio X. González (son lo mismo), o los articulistas y comentaristas de casi todos los medios afirman que “vivimos una dictadura” me da alegría ser de los que no se contienen al decirles que me dan risa, que qué payasos. Sólo porque no les sueltan más dinero; sólo porque se les cuestiona por corruptos y vividores (y aquí regreso a Norma Piña); sólo porque les mueven las plumas del nido que se paga con dinero público se ponen en resistencia y patalean, y son capaces de mentir y engañar para atraerse adeptos o simplemente para que los vean tirarse al piso. Payasos.
Como el payaso que, terminada la elección, le decía a Acosta Naranjo en un tuit que él y su familia se irían a vivir “al norte, a Estados Unidos”, porque venía “la toma del Poder Judicial” y la “consolidación de una dictadura en México”. Y Acosta Naranjo le respondía, heroico entre comillas, que él se quedaría a dar la batalla. Jajaja. Payaso uno y payaso el otro. Ahora que Acosta Naranjo reciba en su casa al pobre diablo que le creyó y se fue a Estados Unidos; porque seguramente volverá, corrido a patadas por Trump.
Que López Obrador intentó “apoderarse” de la UNAM, dicen los que aplauden a Ernesto Zedillo, el que mandó fuerzas federales a tomar Ciudad Universitaria. Que el Poder Judicial no se toca, dicen los que aplauden a Zedillo, el que disolvió la Suprema Corte de un porrazo.
Vean el mundo, payasos. Dejen de llorar, que vivimos días realmente amargos.
3. Días amargos
Gustavo Petro ha puesto en aprietos a toda la izquierda de América. De norte a sur. El mediocre de Justin Trudeau podría pronunciarse, y no lo hará; o el hipócrita de Barack Obama, supuestamente progresista. Y va a ser interesante cómo responda Claudia Sheinbaum y Latinoamérica en su conjunto. La bestia le ha puesto un golpe duro a Colombia (aunque golpea con bumerán) porque Petro se atrevió a decirle que era indigno deportar migrantes encadenados. La bestia Trump, la bestia Washington, el imperio colonialista que tenemos por vecino. Son días realmente amargos.
Y nosotros, los mexicanos, entre oleadas de odio. Al norte, marines maniobrando en la frontera; al sur, nuestros hermanos panameños y colombianos bajo amenaza de una invasión militar. Y sobre nuestra cabeza, otra amenaza: la de aranceles, a partir del 1 de febrero.
Días para ejercer las habilidades del malabarista con una mano y con la otra mantener bien agarrada la bandera del coraje y la dignidad. Sobrevivamos.
Cuando empezaba a escribir sobre el berrinche que, dicen, hizo la presidenta de la Corte (que estalló en llanto, me contó una fuente) sentí indignación. Los días son amargos por gente como esa, sin dignidad. Peleándose privilegios en medio de una amenaza como Trump. Carajo. Disputándose choferes y pensiones de lujo con tantos millones de mexicanos en la pobreza. Chingao.
Por eso el desmoronamiento público de la persona Norma Piña. Por eso su irremediable pérdida de poder. Ojalá todos los indignos perdieran el poder. No pasará. Pero queda estar aquí. Bandera del coraje y la dignidad. Eso queda. Resistencia y dignidad.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.
más leídas
más leídas
opinión
opinión
27-01-2025
27-01-2025
27-01-2025
27-01-2025
26-01-2025
26-01-2025
25-01-2025
25-01-2025
25-01-2025
25-01-2025
24-01-2025
destacadas
destacadas
Galileo
Galileo