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Susan Crowley

25/01/2025 - 12:03 am

Del otro lado

Lo que ocurre hoy no empezó con la era Trump, hay avisos desde hace mucho tiempo de que se avecinaba una crisis de la que de una u otra forma todos somos responsables. Nadie quiso escuchar, no hubo prevención. No aprendimos de las numerosas tragedias que han ocurrido en Europa.

Francisco es un joven de unos veinte años. Vive con su madre en una casa humilde, cerca de la frontera. La ayuda todos los días en su precaria existencia. Su hermano, como muchos jóvenes, cruzó con la intención de hacer dinero y mandarlo. El grupo en el que iba, a falta de agua, fue abandonado por el coyote. Desesperados por las condiciones climáticas, caminaron sin tener muy claro hacia dónde dirigirse. Durante el día arrastraban los pies y se daban ánimo cargando a los desmayados. Por las noches juntaban sus cuerpos para cubrirse del frío. Después de días deambulando, casi todos habían muerto. Al hermano de Francisco lo atraparon las autoridades de migración, deshidratado. Estuvo a punto de morir y pasó un buen tiempo preso.

Esta es una de las historias que se cuentan en Del otro lado, de Chantal Akerman. El documental realizado en 2002 para Documenta 11 en Kassel, casi no fue visto en México. En 2021, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo lo exhibió como parte de una retrospectiva de la directora.

Con escenas profundamente conmovedoras y al mismo tiempo dolorosas, Akerman penetró las noches y los días en ambos costados de la frontera. Como en todos lados, la vida de los migrantes de esta zona es cruel y en condiciones de lesa humanidad. Del otro lado se filmó en Agua Prieta, Sonora y Douglas, Arizona. A pesar de ser ciudades vecinas, sus diferencias crecieron durante la administración de Clinton. La concepción de un muro, el primero entre los dos países fue la consecuencia y el inicio de esta era. Un muro jamás servirá para establecer nada. Separa, divide, atenta contra la libertad de movimiento, fractura las relaciones, destruye el tejido social. A estas alturas cualquier muro impide la posibilidad de comunión. Desde aquellos años los migrantes son obligados a arriesgar la vida y someterse a las más duras condiciones, a ser perseguidos como animales. Lo que ocurre hoy no empezó con la era Trump, hay avisos desde hace mucho tiempo de que se avecinaba una crisis de la que de una u otra forma todos somos responsables. Nadie quiso escuchar, no hubo prevención. No aprendimos de las numerosas tragedias que han ocurrido en Europa. Hoy las víctimas, hombres, mujeres, niños y ancianos, son mexicanos y sudamericanos. Salen huyendo de la miserable condición en las que viven, de la violencia y muchos de ellos del hambre. Insisto, también huyen de la desigualdad y de la falta de oportunidades que hemos creado todos nosotros con nuestra ambición y egoísmo. Negándonos a aceptar que casi ningún migrante deja su hogar por gusto.

Valiéndose de dispositivos de detección infrarrojos, los oficiales de Arizona cazan como si fuera un deporte a los indefensos caminantes. En el documental, lejos de avergonzarse, dieron entrevistas y compartieron el material grabado de sus persecuciones con Akerman. Quienes viven del otro lado, consideran a los migrantes una plaga a la que hay que expulsar. Mientras tanto, Sonora ya es un sitio emblemático por las desapariciones y la ausencia irremplazable de muchos de sus pobladores.

La voz de la directora y documentalista sirve como narradora. La lenta cadencia con la que habla crea una atmósfera de melancolía, que contrasta con las imágenes nocturnas y los paisajes desolados en las mañanas arrasadas por el calor. Su tonalidad grave, rasposa, de fumadora de años, delata a cada palabra su permanente depresión que la arrojaría años después al suicidio. Es también la voz que hace aflorar su consciencia del otro, de esos otros, otres. Akerman supo del dolor humano, lo reconoció porque vivió en la piel siempre. En su cuerpo de obra, un cine que ha destacado por su originalidad y forma de contar, Akerman sirve como vehículo del dolor. Sus historias hablan de vidas envueltas en la desgracia cotidiana; en el sufrimiento silencioso, sin sobresaltos. Es la costumbre de callar ante la pérdida.

Todo por alcanzar el sueño americano. ¿Qué sueño es ese? Resignarse a ser usados, abusados, mal pagados. En el nuevo orden serán víctimas de redadas, persecuciones y expulsiones masivas. Y al decir masivas, muchas veces olvidamos de que, en esa masa, hay rostros, personas, seres humanos. Akerman logra desentrañar su espíritu con una mirada profunda. Cada individuo está marcado por una experiencia sobrecogedora. Del otro lado no es un drama sensiblero, al contrario, en la simple acción a través de la cámara, mirar a los ojos y descubrir expresiones de inocencia, una cierta dosis de alegría, escuchar con una sonrisa aquella aventura de los que han salido bien librados.

En un tema delicado como este, que se ha usado para crear ficciones tendenciosas y con tramas predecibles, retacadas de lugares comunes, el trabajo de Akerman es sincero y es entrañable porque habla de la verdad que todos conocemos pero que no queremos ver. Nos obliga a colocarnos del lado de las víctimas. Documenta no solo con la cámara, también con el corazón. Esta pieza se exhibió por primera vez en el sitio donde fue filmada, en los límites entre México y Estados Unidos. Durante la noche, las imágenes de la pantalla gigante se convirtieron en parte de un imaginario en el que se oculta lo humano, lo salvaje, lo cruel y lo más entrañable de cada persona. Las luces lejanas, la oscuridad y el frío desértico en el que los migrantes se esconden para alcanzar el otro lado. Al amanecer, las imágenes evanescentes se confundieron con el árido horizonte, metáfora de la memoria, de lo ido, del tiempo que no se recupera. Un homenaje a todos aquellos que hoy no pueden seguir contando historias.

A lo largo de este relato, la voz de Akerman va paulatinamente desgarrándose, se nota exhausta pero satisfecha al brindarnos la oportunidad de ser quienes definamos éticamente los acontecimientos: el bien y el mal, los claroscuros que todos tenemos. Así logra que nos coloquemos en el otro lado, el de las patrullas fronterizas, los policías, los odiadores profesionales. O tal vez decidamos permanecer de este lado. El sitio en el que todos deben tener cabida: tú, yo, él, ella, los otros. Todos aquellos que merecen un sitio y ser tratados con dignidad por su fragilidad, como lo dijo en su enorme discurso la obispa Marianne Edgar Budde, “hay niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas. Gente que recoge las cosechas, que limpia nuestras oficinas, que trabaja en granjas y empacadoras de carne, que lava la loza luego de que comemos en restaurantes y que trabaja en turnos nocturnos en hospitales. Podrán no ser ciudadanos o tener la documentación apropiada, pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos”. Miró a Trump directamente a los ojos, él evadió la vista, era una escena de cacería a la inversa, como si la víctima pudiera confrontar al asesino. El rictus de su elegante esposa migrante de Europa del Este; el nerviosismo del vicepresidente Vice; su esposa con rasgos étnicos lo decían todo. Y serena, amable, Bodde continuó: “Le pido que tenga clemencia con aquellos en nuestras comunidades cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos. Y que ayude a los que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”.

Los migrantes son personas buenas. Lo poco que tienen, lo llevan en un hatillo. En la mayoría de los casos lo dejan en el camino; también dejan su dinero, su seguridad y su historia. Muchos dejan sus vidas. Hoy toca abrazar a quienes vienen de regreso a nuestro país con un solo pensamiento, jamás tendrían que haberse ido. Del otro lado es perder nuestro suelo, lo que somos y lo que anhelamos. El documental de Akerman es una reflexión que todos deberíamos hacer. @Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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