Alejandro Calvillo
25/01/2025 - 12:05 am
Trump y el Miedo
El miedo está ahí, lo ha provocado de manera exitosa. Detrás hay años de narrativas poniendo el mal, enfocándolo en los migrantes, en las personas LGBT, en el comercio con el exterior, en los programas públicos y los derechos humanos.
Existe una relación directa entre la provocación del miedo y el fascismo, comprobada a lo largo de la historia, con millones de muertes. El miedo es la base de los regímenes autoritarios, y la amenaza se pone en el exterior. Se construye exponiendo lo que debe percibirse como una grave amenaza, como lo que puede hacer daño a la Nación o lo que ya le ha hecho un grave daño. Sean los judíos con el nacismo, sean los migrantes por el trumpismo.
La llegada de Trump al poder no puede pensarse sin la aportación del algoritmo, la inteligencia artificial y los millones de dólares donados a su campaña por parte de los magnates de las redes sociales. Y tanto su discurso como los algoritmos y la IA, han puesto todo al servicio del miedo, por un lado, y a la creación del odio, por el otro. El discurso de salida, de despedida, de Biden mostrando su temor a los daños de la IA a la democracia, expone la profunda preocupación de quien estaba al frente del Gobierno más poderoso del planeta al desarrollo de una tecnología. No consideramos a la democracia estadounidense un modelo, para nada, ha estado subyugada a los intereses corporativos, sin embargo, lo que existe en ella está en peligro.
Hannah Arendt, una de las más destacadas teóricas de la política del siglo XX, en su obra “Los orígenes del totalitarismo”, expone cómo el miedo es utilizado para desarticular la vida política de una nación y centralizar el poder en el dictador, en la dictadura, debilitando el espacio de la discusión política y la capacidad de la acción social, enajenando a la mayor parte de la población en el discurso emanado desde el poder, llevando el miedo que se ha sembrado, a la violencia.
El poder del fascismo está en su capacidad de manipular, de crear una percepción de la realidad a su gusto, que le permite un control estableciendo su discurso como expresión de la verdad, provocando una profunda alienación. Si Arendt lo veía así, teniendo como ejemplo más inmediato en el nazismo, más de 70 años después: ¿qué dimensión alcanza ahora esta capacidad de manipular cuando se cuenta con las redes sociales, con los algoritmos, con la inteligencia artificial, para crear esa otra percepción de la realidad?
Y la preocupación aquí son las consecuencias para nuestras naciones y para el planeta, cuando en el imperio más poderoso del mundo, la realidad es negada y sustituida por una percepción surgida de un grupo de oligarcas que pueden ser representativos de los que Arendt llamó la “banalidad del mal”. El fascismo lleva a la “banalidad del mal”, dice Arendt, puede llevar a actos terribles, con consecuencias éticas y morales que no podrían justificarse en ninguna sociedad abierta. Si algo detiene y modera a Trump y compañía, son los medios críticos, es la oposición y la propia ciencia, contra las cuales arremete constantemente.
La reverenda Mariann Budde, obispa episcopal de Washington D.C., le expuso de frente a Trump su “banalidad del mal”, en su primer día como Presidente, cuando Trump asistió con su familia al tradicional Servicio de Oración Nacional tras su toma de posición. La obispa episcopal de Washington D.C. le dijo: "En nombre de nuestro Dios, le pido que tenga misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas”. Le refirió quienes son las personas que están asustadas: los niños y niñas que pueden ser separados de sus padres, la comunidad LGBT, los refugiados, los trabajadores indocumentados. Le dijo que tenían miedo: “La gente que cosecha nuestros cultivos, los que limpian nuestros edificios y trabajan en granjas avícolas y empacadoras de carne, que lavan los platos después de que comemos en un restaurante y trabajan turnos nocturnos en hospitales puede que no sean ciudadanos o que no tengan la documentación adecuada, pero la gran parte de migrantes no son criminales”.
El miedo está ahí, lo ha provocado de manera exitosa. Detrás hay años de narrativas poniendo el mal, enfocándolo en los migrantes, en las personas LGBT, en el comercio con el exterior, en los programas públicos y los derechos humanos, lo ha enfocado contra los organismos internacionales, contra los acuerdos frente al cambio climático, contra todo aquello que vaya contra su supremacía, que lo pueda someter a acuerdos internacionales, no hay poder mayor que él y los EUA.
Y en estos años de narrativas las redes sociales han jugado un papel fundamental a su favor. No puede pensarse a Trump y su ascenso sin el auge de las teorías negacionistas, conspirativas y sin las campañas de odio, de polarización, en estas plataformas. Denuncias y documentos que llegaron al Congreso de Estados Unidos demostraron como FB, con el fin de mantener a sus usuarios más tiempo frente a las pantallas, utilizó sus algoritmos para propagar mensajes de violencia, racistas y de teorías conspirativas. Encontraron que este tipo de contenidos mantenían durante más tiempo a los usuarios conectados. Más tiempo, más publicidad y mayores ganancias. Zuckerberg, dueño de META (Facebook, Instagram y Whatsapp) compareció ante el Congreso y se comprometió a cuidar los contenidos. Ahora, con la llegada de Trump, ha declarado que no habrá más controles sobre los contenidos, actuando al gusto de Trump. Facebook tiene alrededor de 200 millones de usuarios de un total de aproximadamente 330 millones de habitantes en los Estados Unidos.
A lo anterior se suma ahora la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk que donó más de 260 millones de dólares a la campaña de Trump y ahora forma parte de su gabinete. Twitter es la red social, la plataforma con mayor presencia a escala global en materia de información, se define como el Territorio Político Digital. No terminaríamos aquí para describir las falsedades que Musk ha difundido en esta plataforma, las amenazas que ha lanzado, cómo está interfiriendo en la política de muy diversas naciones, cómo ha usado el algoritmo para reproducir y multiplicar sus mensajes y aquellos que sirven a sus intereses. Esto ocurre en la plataforma que tiene mayor presencia entre los políticos y las noticias políticas en el mundo.
La manipulación a través de la IA y los algoritmos tiene un poder profundo para influir en las opiniones, decisiones y comportamientos de los usuarios. El algoritmo define las especificidades de cada usuario y dirige a él lo que refuerza sus creencias, limitándolo a una visión de burbuja. Con los conocimientos obtenidos por el algoritmo, la inteligencia artificial puede reconocer las estrategias para dirigir o redirigir a cada individuo en la dirección que desea, manipulándolo psicológicamente, políticamente. La programación de la IA, en manos de intereses políticos, económicos, criminales, es la peor amenaza tecnológica para la humanidad, junto con una guerra nuclear.
La alianza entre estos magnates del algoritmo y la IA con Trump configura un modelo dictatorial sin precedente, donde la manipulación del pensamiento a través del algoritmo y la IA se suman como una herramienta de control y manipulación más personalizada. El desarrollo exponencial de la IA ha provocado un llamado a ejercer formas de control democrático para evitar se salga de control. Los propios promotores de la IA reconocen que llegará un momento que se saldrá de control, del propio control de sus creadores. A pesar de eso no paran en su desarrollo bajo el argumento de que si lo hacen, alguien más les ganará la carrera. Por lo pronto, la IA al servicio de personajes con serios principios de fascismo, crea un escenario distópico, un anti-utopía, digno de los imaginados en el siglo pasado, una mezcla de 1984 de Orwell con El Mundo Feliz de Huxley.
Como nunca antes, se requiere fortalecer los órganos, las instituciones internacionales, blindándolos de la interferencia de los poderes económicos, políticos y criminales. E internamente, es urgente enfocarse en la autosuficiencia sustentable y la justicia social, en producir lo que es necesario, cuidar nuestros recursos, los naturales y humanos, cuidar a los que están creciendo.
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