Alejandro Páez Varela
20/01/2025 - 12:08 am
El manual para recibir cachetadas
Ese manual existe. Desgraciadamente existe. No se nos olvide el papel indigno que jugó Trudeau durante su visita a Mar-a-Lago; los días tan difíciles que vinieron, los desatinos que precedieron su renuncia como Primer Ministro. Eso sólo puede suceder si estás acostumbrado a que te pateen el rostro o te den cachetadas mientras te comes un helado. Y no se nos olvide que con ese mismo manual en las manos invitó Luis Videgaray a Trump para que le escupiera a Peña frente a todos los mexicanos.
Qué horas más largas. Que días de angustia para el que espera. Todavía horas antes de que asumiera Donald Trump no había quién pudiera decir qué carajos contienen las órdenes ejecutivas que prometió a sus electores y con las que amenazó a todo mundo. No todas le pegan a México, pero muchas sí. Su promesa fue imponer un arancel al 25 por ciento en todas las exportaciones mexicanas; echar a millones de migrantes y declarar “terroristas” a los narcos para abrogarse el derecho a violar nuestra soberanía.
Rita Trichur, columnista y exeditora financiera de The Globe and Mail, se lamentaba el viernes por su país. “Canadá está aprendiendo una lección dolorosa, cortesía de Trump, sobre la importancia de la diversificación comercial”. Más adelante agrega: “Es hora de admitir que nos hicimos esto a nosotros mismos. Nuestra falta de intuición, imaginación y seriedad internacional como país es lo que causó este predicamento. No hemos estado prestando atención. El proteccionismo estadounidense no comenzó con Trump, ni siquiera con el Partido Republicano. Desde hace casi 20 años hay señales de que Estados Unidos está dispuesto a castigar a Canadá en materia comercial, sin importar quién esté en la Casa Blanca”.
Trichur criticaba tantos años de negligencia de los gobiernos de Canadá, pero también de los empresarios canadienses. Años en los que no pensaron más allá de Estados Unidos; años en los que todas las señales indicaban que Washington no es de fiar. Años de ofensas, cachetadas, patadas y traiciones. Y mucho de esto aplica a México. No es el mismo maltrato el que Canadá ha recibido de Trump, pero no seamos Canadá; no seamos Justin Trudeau o sus colegas liberales o conservadores, tan hipócritas con los mexicanos; buscando que amenacen a otros o enviando la amenaza a otros. Egoístas. No seamos como la clase política canadiense, que parece feliz de que le escupan el rostro a su Primer Ministro si eso les da una hora de tranquilidad.
Cuando usted lea mi texto o me escuche leerlo, quizás ya pasaron muchas cosas o quizás no pasó nada. Trump ha prometido mucho para el primer día: desde cerrar la frontera, hacer redadas contra migrantes o abolir la ciudadanía por nacimiento; terminar con los subsidios federales para vehículos eléctricos, abrir la perforación petrolera en mar abierto, ponerle “Golfo de América” al Golfo de México o prohibir a las personas transgénero competir profesionalmente en deportes y categorías de mujeres.
Cuando usted lea esto o me escuche leerlo quizás algo pasó o no pasó nada. Y lo que importa, no pierda el punto, es el trasfondo. Somos vecinos de un depredador a escala global. Somos vecinos de un vivales que presumió su estilo de vida como “el ideal”, como lo correcto, a pesar de que perfectamente sabía que para mantenerlo se necesita ser el pico de la estafa piramidal para quitarle recursos a los demás. Somos vecinos del que no tiene amigos, sino socios, y somos socios del socio traicionero. Somos vecinos del peor macho racista, clasista y abusón: el que tiene poder y dinero.
¿De qué manera podremos dialogar con él sin abrirle la puerta? Porque necesitamos dialogar con él. ¿De qué manera atender sus exigencias sin abrirle la puerta de nuestra casa? Porque si no lo atendemos, nos va a meter en la lista más negra, donde tiene a China o a Canadá.
Este texto no viene del futuro ni es sobre las cosas que vendrán. Es sobre el presente y lo que el presente advierte de aquello que vendrá. Y mis conclusiones son que no podemos confiar nuestro futuro a Estados Unidos; por más apetitoso que sea el mercado, es peligroso aportarle todo a la voluntad de Washington. México debe revertir, en los años por venir, con paciencia y sabiduría, con maña y con una cierta arrogancia por lo que somos, la política entreguista de los gobiernos del neoliberalismo. México debe abrirse con otras naciones, con otros bloques comerciales sin renunciar en lo absoluto a la relación que tiene con Estados Unidos. México debe colgarse uno o dos o tres paracaídas en la espalda, porque esa es la condición que impone nuestra supervivencia dado el tipo de vecino que somos.
¿De qué manera impulsar a los empresarios mexicanos para que abran otros caminos? Porque ellos son la maquinaria exportadora. ¿De qué manera sentarnos con otros países y sonreírle a otras regiones sin que se sienta que descuidamos a los gringos? Porque no se trata de abrazarse a China, por ejemplo, o abrazarse a otra potencia similar, sino diversificar.
Lo que no puede pasar es que nuestros hijos tengan que lidiar una situación similar a la de hoy, 20 años después. Lo que sería imperdonable es que este Gobierno y los que vienen no aprovechen cualquier oportunidad para abrir otros caminos hacia los lados, en vez se estar siempre viendo hacia arriba. Uno ve hacia arriba cuando te miran de arriba para abajo, como poca cosa. Veamos hacia los lados, con grandeza. Veamos a otros como socios, no como estamos obligados a ver al gigante corrupto y su último abusador, Trump.
Insisto en que no debemos perdernos la oportunidad de venderle de todo, hacer negocios con el vecino abusivo. Es una oportunidad, no hay que desperdiciarla. Pero no nos pongamos en sus brazos y esperemos cariño porque no habrá. No nos expongamos a su menosprecio porque lo habrá, y mucho. Busquemos nuevas alternativas a nuestros productos; conquistemos otros paladares y volvámonos indispensables en otras mesas.
En ese sentido, ¿es una buena decisión sustituir totalmente las importaciones de China, como se propone México? ¿Conviene? ¿Es una estrategia saludable en el largo plazo o una respuesta a la inmediatez?
Apenas el viernes se dio a conocer que México y la Unión Europea firmaron un acuerdo comercial que se viene negociando desde hace nueve años. Se firmó sin mucho ruido. Quizás la Presidenta quiera presentarlo en las horas posteriores al arranque del mandato de Trump. No hubo comunicado, no hubo anuncio, nada. Sólo en Europa; acá cero. Creo que es parte de un plan para que no se lea como reto a Trump, sino como parte de una estrategia de diversificación de mercados mientras Washington se define.
Trump tiene amenazada a Europa y le tiene fobia a China. Nuestra respuesta, o al menos así parece, es abrazar a Europa y distanciarnos dramáticamente de China. ¿Por qué alinearnos a Washington desde ya? Recuerdo cuando Jorge Castañeda, Enrique Krauze y toda esa generación de intelectuales pedían que México “no escatimara” su apoyo a la invasión de Irak sólo para ver si le caíamos bien al imperio y negociábamos algo. ¿No estamos haciendo lo mismo? El viernes hablaron Trump y Xi Jinping. En apenas unas horas negociaron lo de TikTok. ¿Y si el señor naranja decide retomar la relación con los chinos y abrazarse de Vladimir Putin, y nos creamos un problema gratis?
Estas y otras preguntas debemos hacernos todos los días, a todas horas, en momentos como los que estamos viviendo. Como digo, quizás cuando usted lea esto o me escuche leerlo algo pasó o no pasó nada. No perdamos, en la coyuntura, el tema de fondo. Nunca olvidemos que nuestro vecino es un depredador a escala global, pico de la mayor estafa piramidal de todos los tiempos; que no tiene amigos, sino socios y que somos socios de un traicionero. No olvidemos que este macho racista, clasista y abusón, con dinero y poder, actuará sin más convicción que sus intereses.
Y que es peligroso aportarle todo a esta potencia voluble. Que lo mejor sería que con paciencia, sabiduría, maña y mucha arrogancia diversifiquemos los intereses comerciales con tantos bloques como sea posible, sin renunciar a lo que tenemos con Estados Unidos. No podemos repetir este momento sin traer tres o cuatro paracaídas en la espalda. No debemos acostumbrarnos a las cachetadas, es decir: no podemos, a partir de la experiencia con Trump, sacar un manual para recibir cachetadas con una sonrisa. Son cachetadas. No nos acostumbremos.
Porque ese manual existe. Desgraciadamente existe. No se nos olvide el papel indigno que jugó Trudeau durante su visita a Mar-a-Lago; los días tan difíciles que vinieron, los desatinos que precedieron su renuncia como Primer Ministro. Eso sólo puede suceder si estás acostumbrado a que te pateen el rostro o te den cachetadas mientras te comes un helado.
Y no se nos olvide que con ese mismo manual en las manos invitó Luis Videgaray a Trump para que le escupiera a Enrique Peña Nieto frente a todos los mexicanos. Ese manual para recibir cachetadas con una sonrisa existe. No lo hagamos oficial.
Ayer, tres columnistas y personalidades públicas de Estados Unidos (David Brooks, Ross Douthat y Michelle Goldberg) discutían sobre los primeros cien días de Trump. El qué pasará.
–¿Qué es lo que Trump ha dicho o prometido que haría y qué crees que no hará, por la razón que sea? –dijo uno de ellos.
Brooks: “Imponer grandes aranceles a Canadá y México. Se conformará con algunas cosas simbólicas. Los efectos económicos de esos aranceles serían demasiado autodestructivos. Pero definitivamente sí invadirá Groenlandia”.
Douthat: “Predigo que la mayoría de las amenazas que hizo contra figuras como Liz Cheney serán en vano”.
Goldberg: “Bueno, no va a hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”.
Luego vino una última pregunta:
–¿Cómo cree que será el país después de los primeros 100 días de Trump?
Brooks: “Saldremos de esto. Tuvimos un liderazgo bastante terrible durante gran parte del siglo XIX. Hubo una corrupción desenfrenada en todo el sistema político. ¿Qué sucedió después de eso? El siglo americano. Todavía tenemos la economía más dinámica del mundo, y una de las personas más talentosas y productivas del mundo. Eso importa”.
Douthat: “Mucho menos obsesionado con la política de lo que estaba después de los primeros 100 días de Trump en 2016”.
Goldberg: “Honestamente, no tengo idea. En este momento espero persecución, corrupción repugnante y una sensación claustrofóbica de impotencia. Pero la naturaleza termostática de la política estadounidense significa que lo único con lo que siempre se puede contar es con que estas vibras van a cambiar”.
Sí, qué horas más largas. Que días de angustia para el que espera. Nadie está seguro de lo que viene, pero esta incertidumbre no debe doblegarnos. Firmes y adelante, mexicanos. No dejemos que este odiador nos baje el ánimo. Un 80 por ciento de la población cree que el país va por buen camino: defendamos aquello en lo que creemos. Preparémonos a defender el sueño mexicano. Los Eduardo Verástegui y otros mediocres sin Patria que apoyan a Trump desde México son un puñado. Que no gane la desesperanza, que no nos doble la primera cachetada. Firmes y adelante, y que esta lección forje el México de mañana. Que esta lección nos obligue a pensar en los que vienen después de nosotros. Rompamos el manual de la cachetada y llenemos nuestro espíritu de lumbre. El cara de naranja no estará para siempre. Ánimo. Fuerza. Dignidad.
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