Author image

Ricardo Ravelo

26/12/2024 - 12:03 am

Fentanilo: Rutas de la muerte

"La producción y consumo de fentanilo se ha convertido en una fiebre; el opioide entra a México a través de terminales aéreas y marítimas".

Fentanilo: Rutas de la muerte por Ricardo Ravelo
"Los cárteles de México disponen de diversas estrategias para el ocultamiento de la droga, siendo la más frecuente en los dobles fondos de los tractocamiones". Foto: FGR

Les llaman las rutas de la muerte porque cada año el fentanilo que entra a Estados Unidos causa el deceso de al menos cien mil ciudadanos estadounidenses. En México, tres grupos criminales –Sinaloa, Jalisco Nueva Generación y La Familia Michoacana –han construido un compacto andamiaje de complicidades en terminales aéreas, puertos, aduanas y, en sus respectivas nóminas, también figuran altos mandos militares y de la Guardia Nacional. La red incluye a diversos agentes aduanales que, mediante cañonazos de dólares, están dispuestos a exportar fentanilo a Estados Unidos. Las rutas están muy bien identificadas, pero la corrupción del crimen es de tal magnitud que, hasta ahora, nadie ha podido detener el trasiego de esa letal droga ni la recepción de precursores químicos venidos de China, Indonesia y La India.

A partir del 20 de enero de 2025, cuando Donald Trump asuma la presidencia de Estados Unidos por segunda ocasión, sobre México se ve venir un alud de exigencias, presiones y ríspidas negociaciones en materia migratoria, comercial,  combate al crimen organizado y lo relacionado con la construcción de tan llevado y traído muro de contención contra migrantes.

La presidenta Claudia Sheinbaum asegura que todos estos temas son negociables.

Pero la realidad está por verse.

En materia de migración, Trump amenaza una y otra vez –muy a su estilo rijoso –que desde el primer minuto de gobierno comenzará la expulsión masiva de migrantes; que se apoyará incluso en el Ejército estadounidense con el fin de visitar centros de trabajo para detener y expulsar del territorio a todo aquel trabajador que no cuente con documentos que acrediten su legítima estancia en Estados Unidos.

Respecto al tema comercial, Trump exige revisar el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá bajo el argumento de que México tiene muchas ventajas y beneficios que deben ajustarse. Y sobre este punto también está lista la guillotina: si México no accede, se inpondrán aranceles hasta del 25 por ciento a las exportaciones mexicanas. Sabe Trump que esta medida encarecerá los productos mexicanos que consumen los estadounidenses, pero sostiene que asumirá los costos.

Sobre lo relacionado con el crimen organizado, Trump también exige a México –y este será otro tema que causará jaloneos –que los cárteles de la droga sean declarados como organizaciones terroristas a fin de que agencias extranjeras, entre ellas las estadounidenses, puedan ingresar a combatir la violencia y, sobre todo, el tráfico de fentanilo, la droga más letal que actualmente consumen los adictos estadounidenses.

Estados Unidos se ha planteado destruir al cártel de Sinaloa –o lo que queda de ese grupo criminal –mientras que en México las autoridades no pueden apagar la violencia que ya cobró más de quinientas vidas y más de seiscientas desapariciones desde agosto a la fecha.

Esta violencia extrema fue la consecuencia del secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada y la captura de Joaquín Guzmán López, el pasado 25 de julio, en Culiacán, Sinaloa. A raíz de estos hechos, las facciones de “Los Chapitos” y “Los Mayos” entraron en guerra. Pero el gobierno de Sheinbaum, lejos de quitar las piezas políticas que también son causas del conflicto, como el gobernador de Sinaloa Rubén Rocha Moya, lo sigue sosteniendo a pesar de que el propio mandatario ha reconocido que llegó a la gubernatura de ese estado con el respaldo del cártel de Sinaloa.

Recientemente, Rocha Moya anunció un replanteamiento de la política criminal en Sinaloa y le pidió la renuncia al secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida, tras cien días de enfrentamientos imparables entre las facciones que conforman el cártel de Sinaloa. Y nombró a su tercer secretario de seguridad, Óscar Rentería, un militar que, según se afirma, hizo buen trabajo antimafia en zonas de conflicto del estado de Michoacán.

Lo cierto es que Rocha Moya –que es una pieza importante en todo el conflicto criminal de Sinaloa –no podrá devolver la pacificación a ese estado si él mismo es parte del problema. El político sinaloense dijo que recibió apoyo del grupo criminal, de tal suerte, que forma parte del cártel. Y si forma parte del crimen organizado, resulta incoherente y hasta infantil, por decir lo menos, pensar en un cambio.

Y pese a estos antecedentes, los miembros de MORENA lo respaldan. ¿Descaro? ¿Complicidad? Imposible que un presunto narco que despacha como gobernador le devuelva la paz a Sinaloa.

Esta situación de violencia –tolerada o solapada durante todo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –mantiene preocupado el recién electo presidente de Estados Unidos. Por ello, ésta vez parece decidido a ejercer toda la presión para que México haya su parte o, de lo contrario, Washington tendrá que meter las manos.

Sin embargo, en el caso del conflicto sinaloense el Gobierno Federal parece apostar más por una negociación entre cárteles que por el combate frontal. Y en ese sentido, ha cobrado fuerza la posible alianza entre el bloque de “Los Chapitos” y el cártel de Jalisco Nueva Generación, éste último es el grupo criminal más poderoso.

El fentanilo

Con sus múltiples tentáculos y complicidades, el crimen organizado construyó una amplia red portuaria y aérea para recibir precursores químicos de Asia y traficar el fentanilo y diversas sustancias químicas a Estados Unidos, el más voraz mercado de consumo de drogas del mundo.

Los cárteles que, de acuerdo con información del FBI y de la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, están mayormente implicados en el trasiego de fentanilo proceso en México son La Familia Michoacana, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y la organización de Sinaloa, ahora encabezada por la dupla Iván Archivaldo –José Alfredo Guzmán, conocidos en el mundo del hampa como “los Chapitos”.

Estas tres organizaciones criminales han abierto rutas por todas partes del continente latinoamericano para importar precursores químicos de China, Indonesia y La India. Con la base química puesta en México, que normalmente arriba a territorio nacional vía aérea y portuaria, el fentanilo de procesado en al menos dos millones de laboratorios clandestinos distribuidos a lo largo y ancho de la República mexicana, desde Quintana Roo hasta Baja California esta maquinaria productora de fentanilo trabaja las veinticuatro horas del día y los 365 días del año. 

Para lograr exportar el fentanilo a Estados Unidos en diversas presentaciones –pastillas, cremas, dulces, entre otras –los cárteles referidos han tejido amplias redes en los puertos mexicanos, también en las terminares aéreas. En ambas infraestructuras cuentan con aliados que, por fuertes sumas de dinero, cruzan la droga por sus aduanas y ésta llega a su destino final: Estados Unidos.

Otras ruta no menos socorrida es la terrestre, los tractocamiones de carga que pasan hacia Estados Unidos sin ser revisados por las autoridades aduanales. Con facilidad salen del territorio nacional y descargan la droga en lugares ya destinados para ese propósito. Y todo esto ocurre con la complicidad de autoridades estadounidenses. No se puede explicar de otra forma.

Hace más de diez años se registró el primer decomiso de fentanilo en México. Según la estadística, ocurrió en mayo de 2013 cuando autoridades federales aseguraron 0.54 kilogramos  de esa sustancia en Baja California sur. Tiempo después, la droga comenzó a distribuirse en Sinaloa y Sonora.

Desde esa fecha, la zona norte del país es donde más reportes existen sobre incautaciones de fentanilo. De acuerdo con un estudio del Instituto para la Economía y la Paz, presentado en la décima edición del programa “Paz México”, de 2016 a 2022 el volumen de fentanilo asegurado por las autoridades mexicanas aumentó de once a 2 mil 114 kilogramos, lo que representa un incremento de 192 veces.

De acuerdo con reportes de la DEA, FBI y la Secretaría de Seguridad Pública Ciudadana, en el andamiaje de corrupción construido por el crimen organizado participan policías, militares y hasta miembros de la Guardia Nacional, todos ellos enganchados por la mafia del fentanilo, la droga que ha causado una verdadera fiebre entre los consumidores estadounidenses.

Conocida como la droga de la felicidad, el fentanilo se elabora en México con químicos que provienen de China, La India e Indonesia, aunque la potencia asiática ha negado que exporte precursores químicos a México para abastecer a la delincuencia organizada.

Debido a la invasión de precursores químicos en México, la Secretaría de Salud prohibió el uso de fentanilo para uso médico, a pesar de que muy potente para atenuar dolores de pacientes con cáncer y otras graves enfermedades.

Informes de la Fiscalía General de la República (FGR) coinciden con los de la DEA y el FBI en el sentido de que los cárteles que están dedicados a la exportación de fentanilo son el de Jalisco Nueva Generación y Sinaloa; recientemente la DEA fincó cargos contra una treintena de personas ligadas al cártel de Sinaloa y al tráfico de fentanilo, entre ellos, figuran los hijos de Joaquín Guzmán Loera: Alfredo, Iván Archivaldo, así como el propio Ovidio Guzmán, conocido en el mundo del hampa como “El Ratón”, preso en Estados Unidos.

Las rutas portuarias y aéreas

De acuerdo con las autoridades federales y estadounidenses, existen tres rutas centrales para el trasiego de fentanilo que son ampliamente explotadas por los cárteles mexicanos.

En primer lugar destaca la ruta del Pacífico. Ésta incluye los puertos de Lázaro Cárdenas, en Michoacán, y Manzanillo, en Colima. Esta segunda terminal portuaria es la número uno en el manejo de contenedores. Por ello, los cárteles de Sinaloa y Jalisco se disputan el control de este puerto, clave para recibir precursores y exportar fentanilo a Estados Unidos. En la red los informes también incluyen a Puerto Vallarta, un centro turístico controlado por el crimen organizado.

Desde estas terminales marítimas se conecta el fentanilo con las ciudades fronterizas de Tijuana, Baja California, así como con los puertos de Mazatlán, Sinaloa, y Guaymas, Sonora.

Otra ruta es la Peninsula, donde se reciben cargamentos de precursores procedentes de Asia. Inicia en el puerto de Mazatlán y se conecta con la terminal de La Paz, en Baja California sur. De ahí, el fentanilo se transporta vía terrestre hasta Baja California para llegar a la frontera. Dos puntos son clave: Culiacán y Tijuana.

La ruta del centro comprende entidades como San Luis Potosí. Según el mapa criminal, esta vía conecta con municipios de Guerrero , Ciudad de México, Guanajuato , Chihuahua y Coahuila. Los puntos clave son los aeropuertos de la Ciudad de México y el de San Luis, Potosí, dominados por criminales con apoyo oficial.

En el caso de Sinaloa, la guerra entre “Los Chapitos”, “La Mayisa” y el cártel de Jalisco ha alcanzado niveles inspsechados desde el 25 de julio de este año, cuando fueron secuestrado Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López para ser entregados a las autoridades estadounidenses.

De igual forma, la DEA y el FBI –a quienes se atribuye tales detenciones en territorio mexicano –aceleraron la guerra contra el cártel de Sinaloa, pues está considerado el más grande grupo criminal exportador de fentanilo a la Unión Americana.

No es todo: Así como los cárteles más poderosos de México cuentan con redes en puertos y aeropuertos también disponen de diversas estrategias para el ocultamiento de la droga.

El más frecuente es en los dobles fondos de los tractocamiones que cruzan a Estados Unidos por cualquier frontera del norte de México. También la pueden enviar en autobuses, vuelos comerciales, mensajería aérea de diversa índole y hasta como dulces de regalo. Todo llega a su destino con la complicidad oficial.

Acciones insuficientes

El gobierno de Estados Unidos ha recurrido a todo tipo de medidas para frenar el tráfico de fentanilo, pero han resultado ineficaces.

Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el gobierno de Estados Unidos pidió al de México militarizar los puertos como una medida para reforzar la seguridad y parar el tráfico de fentanilo –la droga sintética que más personas mata en la Unión Americana –pero hasta ahora no ha logrado ese objetivo: los cárteles de Jalisco y Sinaloa son los principales exportadores de fentanilo –según la DEA -- y ambos grupos criminales se disputan el mercado en Estados Unidos, el más grande mercado de consumo de esa droga que es diez veces más potente que la heroína.

La producción y consumo de fentanilo –una de las drogas sintéticas más adictivas y mortales –se ha convertido en una fiebre. Exportada de China, el opioide entra a México a través de las terminales aéreas y marítimas y ex importada por las amplias redes que disponen los cárteles de Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, las más poderosas de América Latina.

Hasta hace dos años, el fentanilo era traído de China, donde se han localizado unos cinco mil sitios donde se puede adquirir; las redes de distribución colocaban la sustancia en territorio estadounidense a través de buques, pero después escogieron a México como puente para hacer llegar la droga a la frontera norte para después ser cruzada a Estados Unidos en vehículos particulares o a través de túneles.

Ahora la dinámica ya cambió. De acuerdo con informes consultados en DEA y en la FGR, el fentanilo ya se produce en México. Y a gran escala. Los cárteles de Sinaloa y Jalisco importan los precursores químicos y se elabora la droga sintética en laboratorios localizados en Michoacán, Colima, Culiacán, entre otras ciudades, donde ambos grupos criminales disponen de expertos en la producción de esa sustancia que ha causado furor entre los consumidores estadounidenses. Todo se realiza con protección policiaca y/o militar.

En los últimos años es cada vez mayor la demanda de las drogas sintéticas, entre ellas el fentanilo; esto ha derivado en que los cárteles de Sinaloa y Jalisco hayan entrado en negociaciones con bandas del narcotráfico chinas dedicadas a la distribución de ese químico que, de acuerdo con expertos, está considerado no sólo uno de los más adictivos sino que es mortal.

Y es que el fentanilo, de acuerdo con su historial, es una sustancia sintética que ya se convirtió en una suerte de epidemia dentro del voraz mercado de consumo estadounidense. Según cifras de salud, se calcula que unas 50 mil personas mueren cada año por sobredosis. La adicción es inmediata y, según estudios consultados, es irreversible.

Esto derivó en una crisis dentro de Estados Unidos, que exigió a los países de la región latinoamericana vigilar más sus fronteras y evitar el tráfico de fentanilo. Pero en México ya se encendieron las alertas en este sentido, ya que las organizaciones chinas han escogido al territorio nacional como puente para hacer llegar la droga a Estados Unidos. Esa es la razón por la que en México ahora son más frecuentes las incautaciones de esa sustancia sintética.

De acuerdo con informes policiacos, la droga se mueve por las terminales aéreas y marítimas; también por carreteras. En el año 2020 hubo un aseguramiento de fentanilo en el aeropuerto de Culiacán, Sinaloa, pero luego las autoridades asestaron un fuerte golpe en el puerto de Manzanillo, Colima. Ahí se aseguraron 23 toneladas de precursores químicos para elaborar fentanilo. El golpe ocurrió en agosto de 2019. Este hecho encendió las alertas.

A pesar de que México está inundado de fentanilo, las autoridades no han podido desmantelar a los cárteles que producen esta droga. La actual presidenta, Claudia Sheinbaum, sostiene que México no tiene crisis por el consumo de esa sustancia, como ocurre en Canadá y Estados Unidos.

Esto es cierto, pero también es verdad que si México no detiene esta orgía en el tráfico hacia la Unión Americana el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumplirá su amenaza de cerrar la frontera e impondrá aranceles a las exportaciones mexicanas.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video