A lo largo de la historia, las guerras han dejado una devastadora huella en el mundo y no sólo los seres humanos han sufrido sus consecuencias. Los animales, víctimas silenciosas de estos conflictos, suelen ser ignorados en la narrativa de destrucción y dolor.
En la actual guerra en la Franja de Gaza, uno de los tantos ejemplos de conflictos armados, se han observado escenas estremecedoras: canibalismo entre animales y perros y gatos alimentándose de cuerpos humanos en las calles del norte de Gaza. Si las personas mueren de hambre, es aún más difícil imaginar la lucha desesperada por sobrevivir que enfrentan los animales.
Muchos de estos animales tenían familias, humanas o de su propia especie, pero también quedaron desamparados, heridos o sin un lugar seguro al que huir. La guerra no discrimina; arrasa con todo a su paso, sin importar la especie. Estar en el lugar equivocado es suficiente para ser atrapado en su cruel abrazo.
Entre enfermedades, hambre, indiferencia y muerte, algunos animales permanecen junto a sus humanos, demostrando una lealtad conmovedora. En algunos casos, ambos logran sobrevivir y buscar refugio, juntos; en otros, los animales permanecen junto a los cuerpos de sus humanos, esperando un despertar que nunca llegará.
A pesar de este panorama desolador, la humanidad también muestra su lado más noble. En medio de la guerra, hay personas dispuestas a arriesgarlo todo para ayudar a los animales. Un ejemplo es el veterinario palestino Aid Abu Naym, quien estableció un refugio para gatos en el sur de Gaza. Abu Naym afirma que los animales son víctimas de las peores injusticias en los conflictos armados.
En Israel, voluntarios se han unido para salvar vidas, ayudando tanto a humanos como a animales tras los ataques. En Siria, el Santuario de Gatos Ernesto, fundado por Alaa Alijaleel, ha rescatado y protegido a miles de gatos heridos en medio de la devastación.
Otro ejemplo inspirador es Andrea Cisternino, un italiano que vive en Ucrania y dirige el Santuario KJ2. Ante los bombardeos rusos, Cisternino se negó a evacuar, optando por quedarse con sus 400 animales rescatados. Su decisión refleja un compromiso admirable: si perecer era el destino, lo haría junto a los seres que ha dedicado su vida a proteger.
No todo es desolación. En Jordania, un refugio de animales rescatados de Gaza, Siria e Irak ha brindado una segunda oportunidad a osos, leones, tigres, lobos y otros animales que llegaron en condiciones extremas. Incluso un zoológico en Siria, destruido por los bombardeos, fue fuente de esperanza gracias a organizaciones que rescataron a los animales confinados que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir por sí mismos.
Los animales, aunque con frecuencia olvidados, son víctimas directas de la violencia humana. Sin embargo, en medio de la oscuridad que traen las guerras, también encontramos destellos de esperanza, personificados en aquellos héroes que arriesgan sus vidas para proteger a los seres más vulnerables. Este compromiso con la vida, sin importar la especie, nos recuerda que aún queda “humanidad” en el mundo.
Proteger a los animales en tiempos de guerra no sólo es un acto de compasión, sino también una reafirmación de nuestra responsabilidad hacia todas las formas de vida con las que compartimos este planeta.