Mario Campa
12/12/2024 - 12:05 am
Las remesas son intocables hasta para Trump
Tocar las remesas podría ser una raya roja hasta para Donald Trump, quien no parece tener filtros y tiene por rutina retar los fondos y las formas consensuadas en Washington. Y es que una negociación luce improbable.
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En estos días aciagos para la diplomacia norteamericana, donde humillar a Trudeau compite con el béisbol por ser el pasatiempo nacional de los Estados Unidos, es palpable también la zozobra de los migrantes y sus familiares sobre el futuro de las remesas. Y es que crece el clamor entre los republicanos de sumar a los aranceles y las deportaciones masivas un impuesto a la salida de envíos transfronterizos como medida de seguridad. El garrote sin zanahoria es el espíritu del MAGA recargado.
Pero los nubarrones no siempre traen lluvia. Tocar las remesas podría ser una raya roja hasta para Donald Trump, quien no parece tener filtros y tiene por rutina retar los fondos y las formas consensuadas en Washington. Y es que una negociación luce improbable.
Los migrantes enviaron a México 65 mil millones de dólares en 2023, equivalente a casi cuatro puntos porcentuales del PIB y a 29 por ciento de los envíos personales desde los Estados Unidos. Para los hogares mexicanos puede ser mundos, pero para los propósitos republicanos la ganancia recaudatoria potencial se diluye en la insignificancia económica.
El Banco Mundial considera los impuestos a las remesas “una mala idea” por diversos motivos. En primer lugar, representan una tributación doble frente a los impuestos al ingreso que pagan los migrantes, además de ser regresivos al tener como víctima habitual los hogares de ingreso bajo. En segundo sitio y como corolario, desafía la agenda del G20 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas que buscan reducir los costos de envío de las remesas y elevar la inclusión financiera.
Como tercera objeción, la elusión del impuesto mediante rutas informales elevaría los costos de administración tributaria. Para dimensionar, la Oficina de Rendición de Cuentas (Accountability) estima que una penalización del siete por ciento a los indocumentados recaudaría menos de mil millones de dólares, cifra microscópica que con alta probabilidad estaría por debajo de los costos de administración y fiscalización. Encima, al afectar los volúmenes de transacción de empresas como Western Union o MoneyGram, la tributación de los canales tradicionales caería.
Otro contraargumento de peso es la experiencia acumulada. En el pasado, los impuestos a las remesas de Gabón (2008) y Palaos (2013) recaudaron cacahuates. En cambio, países como Vietnam (1997) o Tayikistán (2003) que eliminaron las multas a los envíos internacionales vieron dispararse los flujos transfronterizos por las rutas formales.
Los republicanos ensayaron ya iniciativas para tributar las remesas, sin éxito alguno. La propuesta original de Trump buscaba gravar al dos por ciento todo envío personal a México y al resto de América Latina (Border Wall Funding Act, 2017). Antes, una iniciativa en el Senado pretendió imponer una multa de siete por ciento sólo a los envíos de indocumentados. Y hace un año, JD Vance y Kevin Hern propusieron una tasa del 10 por ciento acompañada de un crédito fiscal reembolsable para ciudadanos estadounidenses (WIRED Act, 2023). Todas las propuestas enfrentaron resistencias y un destino común: la congeladora.
Allende iniciativas marginales, los envíos de los migrantes a México parecen políticamente intocables por tres razones. En primera, los republicanos aborrecen los impuestos. Incluso propuestas dedicadas a migrantes indocumentados enfrentan disenso. A diferencia de los aranceles, las remesas son ingresos generados en territorio estadounidense y gravarlas sería una intervención más directa al ahorro y al trabajo: potencial mancha ideológica para los pregoneros del esfuerzo individual.
El segundo motivo sustancial es que el voto latino está por cambiar de dueño. Aunque permanece en brazos demócratas, la brecha se comprime. La encuesta de salida de Edison Research encontró que Trump obtuvo 46 por ciento del voto latino en el 2024 desde 32 por ciento en 2020: crecimiento de 14 puntos que responde en parte a un salto en la abstención de quienes suelen votar a los demócratas pero que dieron la espalda a Harris y Biden. Gravar las remesas sería una bofetada para un grupo de votantes que podrían convulsionar la oferta electoral bipartidista, en particular en estados bisagra, pero también en refugios seguros como Nueva Jersey o Nueva York que podrían girar en un descuido.
El tercer escudo de tranquilidad para los migrantes es el cambio tecnológico. Proliferan nuevas aplicaciones digitales que transfieren dinero entre países al instante y sin comisiones. Muchas de estas innovaciones liberan al usuario de números de cuenta, correos electrónicos e información personal, pero se anclan al sistema bancario de cada país y posibilitan evadir la clasificación de transacción transfronteriza. El Gobierno mexicano podría acelerar la aprobación de retadores de mercado sólo por aquello de las moscas distractoras.
Estas y otras razones de peso hacen pensar que los republicanos se empantanarán en la discusión y se extraviarán en los detalles, donde el diablo descansa y desde ahí protege a los migrantes. Las propuestas de gravar las remesas fracasaron antes y ahora volverán a morder el polvo. Ni Trump se atreve a tanto.
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