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Fabrizio Mejía Madrid

06/09/2023 - 12:05 am

Proyecto Xóchitl

«¿Qué nos dice que cada coalición sin importar el candidato, sigue obteniendo más o menos el triunfo por más de la mitad de los votantes y la derrota del PRIANX que nunca supera el 25 por ciento de la intención de voto?»

Una de las cosas que llaman la atención de cualquiera es cómo el triunfo de Morena en la elección presidencial de 2024 y la derrota del Frente del PRIANX —añado la “X” por Claudio, no por Xóchitl— tiene las mismas cifras desde hace varios meses, sin importar quién sea la candidata o candidato. Así, por ejemplo, la encuesta levantada por Enkoll entre el 24 y el 28 de agosto pasado en vivienda, registra la intención de voto por Morena para Presidente de la República en un 65 por ciento, mientras que Acción Nacional cuenta con un 15 por ciento, seguido del 9 por ciento del PRI y 3 por ciento del partido de Dante Delgado. El PRI tiene un rechazo bruto de 51 por ciento, es decir, de gente que declara que nunca votaría por él, mientras que Morena tiene la misma cifra, 51 por ciento, de personas que se identifican políticamente con ese proyecto. Si es Claudia Sheinbaum o, incluso, Manuel Velasco del siniestro Partido Verde, la 4T gana con casi la misma ventaja frente al PRIANX, sea Xóchitl o Beatriz Paredes. Xóchitl no le aumenta nada a las intenciones de voto del Frente Opositor. De hecho, en la misma encuesta de Enkol, a Beatriz Paredes daba el mismo 24 por ciento que Xóchitl Gálvez frente a Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard. Pero, ¿qué nos dice que cada coalición sin importar el candidato, sigue obteniendo más o menos el triunfo por más de la mitad de los votantes y la derrota del PRIANX que nunca supera el 25 por ciento de la intención de voto?

Para responder a esta pregunta es necesario reconocer que es una elección, no de candidatos sino de proyectos. Ahí, Claudio X. González, el Consejo Mexicano de Negocios, y los catedráticos de la UNAM se equivocaron por tercera ocasión. La primera fue, cuando creyeron que los porcentajes de votación por PRI, Acción Nacional y PRD se podían sumar como chiles en la báscula. El resultado fue un fracaso: la oposición, ahora aliada, ha perdido en 22 estados que gobernó antes de 2018. La segunda torpeza fue la llamada “moratoria legislativa” en el Congreso para rechazar, sin siquiera leer, las iniciativas del Presidente López Obrador. A esta iniciativa se sumó el Movimiento Ciudadano. Si uno mira la aprobación del McPRIAN se verá que es después de abril de 2022, es decir, cuando la oposición votó en contra de la soberanía eléctrica de México, que comenzó una debacle sin retorno: la intención de no votar por ninguno de los candidatos del Frente Opositor aumentó de 38 a 45. Movimiento Ciudadano se fue del 6 por ciento al 3 por ciento. Este es el tercer error del PRIANX: pensar que una candidatura, la de la “desparpajada” Xóchitl, puede deslindarse de sus partidos e, incluso, del proyecto de nación que, primero, lo iba a redactar Claudio X. González bajo el título de “El México ganador”, luego, iba a salir de una supuesta “Sociedad Civil” o “Marea Rosa”, que preside una exdiputada de Acción Nacional en Michoacán, para terminar en que los buenos para hacer la propuesta del Frente eran José Ángel Gurría, el autor del Fobaproa, y Francisco Javier García Cabeza de Vaca, acusado a ambos lados de la frontera de crimen organizado y de poseer un rancho con fosas clandestinas.

Cuando Enrique Krauze, director de la revista beneficiada durante cuatro sexenios por la publicidad gubernamental —sólo en el de Peña Nieto recibió 88 millones— escribe en el diario Reforma, cito: “El carisma ha cambiado de polo. El Presidente no podrá usar el suyo porque su nombre no está en la boleta y porque el carisma, por esencia es intransferible. En este sentido, sea quien sea la contraparte de Xóchitl Gálvez en la contienda, los términos históricos se han invertido”. Pues nomás porque Krauze lo dice, él, que presuntamente dirigió la fábrica de mentiras contra AMLO desde la Operación Berlín, porque no hay ningún dato que sostenga su temeraria aseveración. Todas las encuestas serias dan una ventaja a cualquier candidato de Morena frente a cualquier candidato del PRIANX de más de 20 puntos. Es más, la perorata de Krauze aparece un día después de que Xóchitl Gálvez y el PRIAN en la ciudad de México no pudieron ni siquiera llenar la rotonda del Ángel de la Independencia para entregarle su “constancia” de que fue la candidata cuya debilidad ante Beatriz Paredes forzó al Frente Opositor a retractarse de hacer una elección para la que se habían apuntado, según sus propios datos, 2 millones de votantes, y que es producto más que de la democracia interna, de presionar a los demás aspirantes a salirse o declinar.

Pero el error, el tercero en secuencia declinante, es pensar que, como en el caso de Vicente Fox y de Enrique Peña Nieto, las elecciones todavía se ganan creando una marca y no, como nos dicen todas las evidencias, de que ésta no es una contienda de “carismas” o de “personalidades”, sino de proyectos de nación. Desde la izquierda unida se ha planteado como “profundización de la 4T” contra el “regreso de los corruptos”. Para saber de qué va el Frente Opositor, bastaría con pensar a un artífice del neoliberalismo salvaje como Gurría Ordóñez y a un delincuente como Cabeza de Vaca para confirmarlo. Pero, de entre los muchos disfraces bufonescos de la Senadora X. —“indígena” o “pueblo natural” como la llama Krauze, “mujer víctima de violencia política de género”, vendedora de gelatinas que firma contratos con el Gobierno por mil 400 millones siendo, al mismo tiempo, funcionaria pública, esforzada del éxito de la nada—, de todos esas marcas y etiquetas, supongo que vale la pena escuchar lo que dice. Es importante lo que lee, porque, desde que propuso quitarle la constitucionalidad a los programas sociales, terminar con la delincuencia prohibiendo las “micheladas”, o que los trabajadores pagaran su seguridad social de su bolsillo porque es como pagarte tu coche y la gasolina, desde entonces y, bueno, sin olvidar que dijo que el sureste no tenía gas natural, que el Presidente de Cuba era Elías Canetti o que saludó su acto de cierre de campaña interno en Yucatán: “Qué gusto saludarles a todos y todas aquí en Michoacán”, es decir, cuando todos empezamos a ver que Xóchitl no podía decidir entre ser Fox o errar Peña Nieto, alguien empezó a redactarle lo que dice. Desde entonces, todo lo lee y suponemos que lo lee es el planteamiento del “México ganador”, esa obra inédita que tanto nos prometió Claudio X. González.

Empecemos con su intervención, también por la fuerza, en la tribuna de la Cámara de Diputados, ella que es Senadora y que, la verdad, tuvo que haber renunciado a esa cargo plurinominal hace ya varios meses, usó el micrófono en lugar del designado por Acción Nacional, que era originalmente, el Diputado Elías Lixa. Me preocupa que Xóchitl haya entrado a su propia candidatura y a su primer acto de campaña en la Cámara de Diputados a codazos. Eso dice mucho del porrismo del Frente Opositor.

Pero, veamos el discurso al que entró a codazos y mordidas. Dice la Senadora X:

“En 2018, Andrés Manuel López Obrador convocó a un cambio y a muchos los esperanzó con la promesa de terminar con la corrupción, la desigualdad, la pobreza y la violencia. Lamentamos profundamente que haya traicionado la esperanza de millones de mexicanos que anhelaban un México mejor”. Aquí la Senadora Gálvez se equivoca de personaje. Está hablando de Fox, en cuyo gabinete ella misma trabajó. Al que nombra, Andrés Manuel López Obrador ha hecho hasta lo que no prometió, como fue el caso del combate al huachicol, que recuperó para la nación 137 mil millones de pesos, es decir, un año de pensiones a adultos mayores. El combate a la corrupción ha ahorrado al país 2.4 billones de pesos. La desigualdad que ahora le importa tanto a la ex funcionaria de Vicente Fox, ha disminuido de 21 veces lo que los más ricos ganan con respecto a los más pobres, a 15 veces. Los ingresos de los más pobres han aumentado 20 por ciento. Han salido de la pobreza 5 millones de mexicanos. La pobreza disminuyó del 41 al 36 por ciento de la población. Hay 21 millones de empleos formales, un millón y medio más que en 2020. La tasa de desempleo se encuentra en su nivel histórico más bajo: 2.7 por ciento. La brecha de salario entre mujeres y hombres se redujo de 14 a 7.5. El salario mínimo ha subido 90 por ciento. La inflación ha bajado a 5 por ciento anual. El peso se ha fortalecido en casi 18 por ciento frente al dólar. 20 mil millones de dólares han sido invertidos por las empresas extranjeras en México. Y el crecimiento económico es de 3.6 por ciento anual. La deuda es la más baja desde 2005. ¿Por qué, entonces, la Senadora sigue insistiendo en que no ha bajado la pobreza y la desigualdad? Es un misterio porque los millones de mexicanos se dan cuenta de que no han aumentado los impuestos ni los servicios públicos, y que nos hemos recuperado de la economía cerrada y pasmada de la pandemia. En lo de la inseguridad que sembró su partido con Felipe Calderón, la Senadora también miente: los homicidios han bajado 17 por ciento, salvo en Guanajuato, gobernado por Acción Nacional. El secuestro ha disminuido 73 por ciento y el robo de coches en 45.7 por ciento. Pero sigue la Senadora Gálvez tratando de sostener una mentira. Dice: “No hubo transformación, hubo destrucción”. A qué se podría estar refiriendo justo en los días en que se echa a andar la refinería Olmeca en Dos Bocas, el primer ensayo del Tren Maya, y se tiene construido y operando ya uno de los tres aeropuertos nuevos. ¿Por qué dirá “destrucción” cuando se ha construido a tal grado que es la industria más boyante en creación de empleos? Sólo en el Interocéanico se han generado 210 mil empleos.

Aquí, vuelve al tema de la inseguridad y tantea una posible marca de campaña: “Déjenme decirlo con toda claridad: en materia de seguridad, por el bien de todos, primero las víctimas”. Pero, se olvida pronto de su prueba de focus group y entra de lleno a su propuesta: “Firmeza. Poner orden en México implica necesariamente empezar por dejar muy claro que le pese a quien le pese, la ley sí es la ley”. Ella misma, antes de que la obligaran a leer, improvisó, el dos de agosto pasado, diciendo que retomaría la experiencia de la “guerra contra el crimen” de Calderón. Declaró literalmente: “Me parece que hay experiencias exitosas en el Gobierno de Calderón que podríamos retomar, obviamente lo que más se le critica a Calderón es la rapidez con la que quiso enfrentarse y tener la estrategia”. No, Senadora Gálvez, lo que se le critica es que su secretario de Seguridad Pública era un narcotraficante, Genaro García Luna, sobornado por el Cartel de Sinaloa. Pero, ahora, ya no reivindica a Calderón y su delincuente secretario, sino que sólo dice el trillado “la ley es la ley”, que tan bien han aplicado los jueces liberando criminales a destajo. Lo que siguió de su discurso de campaña desde la tribuna de la Cámara de Diputados, fue una colección de lemas publicitarios que se robó de la “república amorosa” que López Obrador enunció en La Jornada el 6 de diciembre de 2011. Gálvez se la expropió al Presidente cuando cerró su palabrería sin mucho sentido de proyecto:

“Señoras y señores:

“Odiar es el verbo de este viejo régimen de un solo hombre. Amar debe ser el verbo de un nuevo Gobierno encabezado por una mujer”. Aquí la Senadora Gálvez comete violencia política de género porque le despoja a las mujeres de la capacidad de odiar, de indignarse, de responder, y reduce lo femenino al puro amor maternal. Pero sigue: “Es el momento de construir un México sin límites”. Bueno, si sabe algo de geografía, la Senadora sabrá que tiene límites en los dos océanos y con Estados Unidos, Belice y Guatemala. Agregó, también: “Debemos arrebatarle el poder a unos cuantos para dárselo a todos los ciudadanos”. Bueno, a Andrés Manuel lo votaron 30 millones de mexicanos, el 53 por ciento de la votación. A ella, la eligieron los Claudios, Alito y Marko Cortés, así que vamos viendo cuál es el grupito de señorones que deciden en su Frente.La Senadora plurinominal, sin atender a cómo llegó ella a la candidatura, sintió apropiado exclamar: “Acabemos con la autocracia, la polarización. Abracemos la democracia y la reconciliación. Hoy la esperanza ya no le pertenece a la 4T. Ha cambiado de manos. Está de nuestro lado y no la vamos a soltar hasta lograr el sueño mexicano”. Esa frase, “el sueño mexicano”, la dijo también López Obrador en el aniversario del 5 de mayo en Puebla y la atribuyó a dos inmigrantes en San Francisco que se alegraban de la pensión universal a los adultos mayores, que se hizo constitucional, no por Fox, como dicen los despistados apoyadores de Gálvez, sino el 5 de mayo, otro 5 de mayo, de 2020.

Hasta aquí tenemos una Xóchitl que copia lemas y que encubre que su proyecto es el regreso de los neoliberales con sus programas públicos para apoyar a las élites, sus guerras contra el crimen, y la idea de ocupar un centro ideológico que no existe más. Pero vendría su gran toma de la candidatura en la que ni el PRI ni el PAN ni el PRD de la capital mexicana lograron llenar el círculo del Ángel de la Independencia, el pasado domingo.

Aquí, ella dijo recurrió a evocar, acaso con nostalgia, el momento en que se fotografió tocando la puerta Marianna del palacio nacional, como que no la abrían a la Senadora que tenía a los medios de comunicación abiertos de par en par, la tribuna de la Cámara de Senadores, y el poder judicial, incluido sus amigos en el Tribunal Electoral. Se olvida, de pronto, que no es que no le abrieran, sino que no realizó el trámite para ingresar a la conferencia de prensa, que es, como su nombre indica, para los periodistas de los medios que se acreditan para entrar. Ella, no siendo un medio de comunicación fue a sacarse una foto, pero la rememoró con añoranza cuando dijo: “La meta es muy clara, vamos a abrir las puertas de Palacio Nacional. Esa puerta lleva cinco años cerrada, la cerraron con mentiras, la cerraron con insultos, la cerraron con odio, la cerraron para todos los que no piensan como ellos. No sólo me la cerraron a mí, sino a ustedes, a millones de mexicanos, pero los ciudadanos vamos a volver a abrir esa puerta, la abriremos con la verdad, la abriremos con la esperanza, porque la esperanza ya cambió de manos, la esperanza ahora es nuestra”. Se olvida, también, de que sus amigos del Tribunal Electoral y de Quejas del INE le han prohibido al Presidente de la República hablar de ella, siquiera mencionarla. Eso no es alguien que no le abrieron la puerta y la dejaron, pobre, en la intemperie cruel del invierno callejero. Luego, directamente pasó a mentir. Dijo: “Este momento tan importante no es obra de una, dos o tres personas, llegamos aquí con el apoyo de más de 2 millones de ciudadanos”. Es una vil mentira porque, según el PRI y el PAN, había una plataforma en la que se inscribieron para votar 2 millones de personas. Esas 2 millones de personas no votaron por ella porque se cancelaron las elecciones primarias. Es, además, una plataforma que fue denunciada por el Diputado José Luis Preciado de estar manipulada a favor de Xóchitl Gálvez. Eso lo denunció desde el 13 de agosto. La Senadora Gálvez, de pronto, se inventó otro disfraz bufionesco, el del amor. Dijo: “No vamos a recurrir a la ofensa, al insulto, a la descalificación, México necesita una presidenta que respete a todas y a todos”. Ya se le olvidó que, entre otras muchas ofensas, ha llamado “huevones” a los que reciben programas sociales del Gobierno o sostener, en su darwinismo social del siglo XIX que el sureste del país no tiene cultura laboral de 8 horas diarias. Si eso no son insultos que crean divisiones sociales y hasta geográficas, ya no sé de qué está hablando. Dijo su frase que fue celebrada por los medios corporativos: “Y recuerden mi regla de oro, ni huevones ni rateros ni pendejos”. Se agarró de un cliché que inventó Mario di Constanzo: que el Presidente, no obstante las evidencias, no trabaja y sólo hace “mañaneras”. Agregó la candidata: “Quiero un México libre de ataduras para quien se esfuerza y se levanta en la mañana no sólo a hablar, sino a chambear”. Dijo la Senadora Gálvez: “Se acabó el hablar, hablar y sólo hablar, llegó el momento de hablar menos, escuchar y hacer más”. Luego quiso engañar a los que agitaban en su cara banderas del PRI, del PAN y del PRD: “Yo no tengo formalmente un partido, no tengo filias ni fobias, soy políticamente daltónica, sólo veo un color, el color de México”. El problema con la frase del daltonismo es que, si la piensas un segundo, caes en cuenta de que no es buena frase porque, si los daltónicos ven blanco y negro, entonces, tienes “polarizada” tu visión de las cosas, y si ese es el “color de México”, entonces, ese país es gris, gris, gris, como la celebración desangelada que hemos estado comentando. Al final, las frases publicitarias cometieron violencia política contra quien las expulsaba: “La historia no se hace dividiendo, no se hace inculcando el odio entre los mexicanos, sino sumando, haciendo la historia se hace en la discordia, sino en la reconciliación”, sostuvo sin miedo al desmentido histórico. Pero continiuó: “A Hidalgo, Morelos, Leona Vicario, que descansan en esta Columna de la Independencia un recuerdo para ellos de gloria”. Alguien avísele a la Senadora que esos tres personajes llamaron a una revolución armada contra los españoles. No vaya a creer que los 10 años de guerra de Independencia México se la pasó en la pura reconciliación.

Y es que el Proyecto Xóchitl no es nada, más que una serie de lemas publicitarios.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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