En la conmemoración de la Revolución y el preámbulo del regreso del PRI, los historiadores analizan si es conveniente derrumbar los mitos y leyendas de nuestro pasado. Cuando gobernó, ese partido cimentó una Historia de Bronce
Susana, de 29 años, es periodista. Poco antes de elegir la carrera, pensó en estudiar Historia. Desde pequeña se interesó por las aventuras de los personajes históricos. “Recuerdo algunas anécdotas que mi padre me contaba sobre los romanos. En especial sobre emperadores”, rememora Susana. Pero si eligió el Periodismo, tampoco quiere decir que ahora se arrepienta. A través de la investigación “he podido conocer la Historia. El Periodismo es alimento para la Historia”, dice.
A veces suele ir a las hemerotecas y fotocopia en las bibliotecas algunas biografías que ya no editan. Está al pendiente del sistema político mexicano. “Pienso que dentro de algunas décadas nuestro presente será contado como ahora contamos lo que pasó, por ejemplo, en 1968 (se refiere a la represión al movimiento estudiantil).
No está de acuerdo con la Historia que se cuenta en las escuelas. Recuerda sus años en la Primaria y Secundaria. Asegura que en las aulas de este país, la Historia oficial se queda corta. Su padre, médico de oficio y lector voraz en sus ratos libres, le dio “otras versiones de la Historia. Yo pienso que debemos desmitificarla para comprenderla bien”.
Otro es el caso de Luis Fernando, de 36 años. Él estudió Actuación y luego Ingeniería. ¿Qué tiene que ver con la Historia? Mucho. A los seis años vio cómo su padre fue agredido por unos granaderos. “Mi padre era un luchador social en Ecatepec. En aquel tiempo, los servicios de agua que daba el estado de México, no eran potables. Mi padre luchó contra eso y fue reprendido”, platica.
Por eso, dice Luis Fernando, es importante que para entender la Historia, no sólo se hable del pasado remoto, sino de ese pasado inminente, de las matanzas a luchadores sociales, a estudiantes y a la sociedad en general. Que en las aulas, se comience a hablar de estos temas. “La Historia oficial dista mucho de la verdadera Historia del país”, piensa.
Sin embargo, historiadores consultados coinciden en que es natural que el Estado cuente con una “Historia oficial” y que sea a través de la educación pública y textos gratuitos. Que sea dentro de las aulas y a través del adoctrinamiento de profesores.
Aunque para el historiador Alfredo Ávila existe otra Historia, “esa que mitifica y ensalza a los grandes héroes. Por eso es importante contar con una más compresiva, que contextualice los hechos”, asegura.
Y es que mucha de la indignación de Susana y Luis Fernando la explica el doctor en Historia, Sergio Miranda Pacheco: “El problema de eso que conocemos como Historia oficial, es que durante mucho tiempo fue un instrumento para legitimar las prácticas y acciones de muchos gobiernos, en especial del partido oficial en México”.
HÉROES NACIONALES Y VILLANOS REDIMIDOS
Para muchos historiadores mexicanos el nombre de Luis González es muy significativo. Y lo es porque, además de ser un gran pensador, aportó a la historiografía un concepto que hasta la fecha ayuda a comprender cuál es la Historia que promueve y proporciona el Estado mexicano, a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Él creó el término Historia de Bronce.
“Es una narrativa historiográfica muy simple. Trata de ensalzar a los grandes héroes contra los villanos. Tiene que ver con la secularización de la cultura católica. Y describe muy bien, a través de esta metáfora, lo que se conoce como la Historia oficial. Es decir, la Iglesia tiene sus santos, vírgenes y divinidades. Pues el Estado también crea sus propias imágenes, como estatuillas a las que se les rinde honor”, explica Alfredo Ávila, investigador y profesor del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Para el doctor Ávila, todos los países del mundo cuentan con su propia Historia de bronce. Asegura que el Estado mexicano tiene la obligación de difundir y promover la Historia a través de la educación, aunque “el gran problema de la Historia de bronce es que muy simplista. No explica por qué sucedieron tales acontecimientos. No ayuda a que se comprendan los hechos. Ese es el principal problema”, dice.
Por su parte, Susana recuerda que en la Primaria le tocó personificar a la Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez. Su madre le hizo un chongo y le colocó una peineta, le compró un vestido como de sevillana y así se presentó al homenaje a la Bandera. “A mi madre no le gustaba que mi papá me hablara de los héroes de la patria. Porque siempre les hacía preguntas. Mi papá, supongo, se inventaba algunas historias para que no preguntara más. Por ejemplo, me dijo que Josefa Ortiz de Domínguez tenía muchos esposos”. Susana ríe.
Aquel recuerdo viene a colación porque Susana, poco después de terminar sus estudios de Periodismo, leyó un libro sobre la biografía de la Corregidora. Quedó deslumbrada. “Tenía 14 hijos y tenía mucho carácter. Ser mujer en esa época y tener ideas revolucionarias, era una bomba”, platica con entusiasmo. Y añade: “Yo creo que es necesario volver reales a las personas de la Historia. Son seres humanos ante todo”.
No obstante, para Alfredo Ávila, el investigador de la UNAM, no basta con desmitificar a la Historia y sus personajes. Insiste en que debemos evitar la Historia simplista, sin contextos ni justificaciones. “Ahora, muchos supuestos biógrafos, escritores e historiadores quieren dar una vuelta de tuerca. Como la Historia de bronce negó a los supuestos villanos, ahora se les quiere reivindicar. Como si fuera un melodrama. Pancho Villa, por ejemplo, de ser un bandido, ahora se le reivindica por sus hazañas”, dice el especialista.
Y pone como ejemplo a dos personajes notables en la biografía de Pancho Villa: Paco Ignacio Taibo II y Friedrich Katz. El primero, según el historiador Alfredo Ávila, reafirma todos los hechos y mitos alrededor de Pancho Villa. “Hacemos refritos y lo tomamos como la mejor Historia. Presentan novelas o biografías con hechos inéditos e investigación, pero luego nos damos cuenta que otros lo habían contado antes”, advierte el catedrático.
HAY UN MERCADO DE LA HISTORIA
¿Que Pancho Villa se casó 28 veces y tuvo 27 hijos? ¿Es cierto que Sor Juana Inés de la Cruz tenía relaciones amorosas con una virreina? ¿Verdad o mentira que el hijo de Carlota no era de Maximiliano? ¿Que Porfirio Díaz tenía 58 años cuando se casó con Carmelita Romero Rubio, quien cumpliría 17?
Preguntas respondidas por algunos biógrafos, escritores y novelistas. Títulos como Los arrebatos carnales, que en su primer volumen (de tres en total), vendió 170 mil libros en 2011, según José Calafell, presidente de Grupo Planeta. Lo que convirtió enseguida a Francisco Martín Moreno en uno de los escritores más exitosos en México. Entonces, ¿la Historia es económicamente redituable?
“A la gente le gustan los héroes y aún más cuando se vuelven humanos. Por eso se venden estas novelas, tienen mucho éxito y aceptación. Pero no hay investigación como tal. Quienes sabemos de Historia, notamos cuando alguien hace un refrito de un persona o hecho histórico”, argumenta el doctor Ávila, quien no considera como Historia la vida personal de ciertos personajes, que hoy son éxito editorial. Pone el ejemplo de Miguel Hidalgo, quien tenía pareja y varios hijos. El historiador deduce: “Lo histórico no está en que el cura Hidalgo llevara una vida así, sino en preguntarnos por qué si tenía ese estilo de vida, muchos lo siguieron. ¿Qué veían en él?”.
¿Pero todas las novelas, ensayos y biografías históricas carecen de seriedad e investigación, así sean éxitos editoriales? Quien responde esta pregunta es el hermano de uno de los escritores más reconocidos, entre otros títulos, por la biografía novelada de Pancho Villa, Benito Taibo: “La novela histórica y narrativa tienen el poder de entrar a través de la ficción. La buena novela histórica no cambia los hechos, pero por medio de la narrativa, te da una atmósfera, un ambiente, sensaciones que la historiografía muchas veces no te permite. Aunque también existe novela histórica mala, es decir, que como novela no está bien contada”.
Benito Taibo no sólo es novelista, también se ha desempeñado como difusor nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es investigador y creyente acérrimo de que la ficción también es una forma para entender la realidad. El autor de Polvo considera oportuna la novela histórica frente a la que se enseña en las escuelas. “Hay muchas manos metidas en esa historia. Desde los 50, no se mencionaban a Villa ni a Emiliano Zapata. Por ejemplo, la Guerra Cristera es casi nula en la llamada Historia oficial. Siempre hay un sesgo”, comenta.
El también poeta considera que no toda la literatura, de ficción o no, es simple mercado. Incluso, puede ser un puente para acercar a la gente a la Historia que las escuelas muestran con datos y acontecimientos simples. Cuando se le cuestiona cómo debería leerse una novela histórica, si como ficción o realidad, Benito Taibo no lo piensa dos veces: “La Historia se alimenta de Literatura”.
Entonces surge el nombre de Herodoto y La batalla de las Termópilas, una reyerta durante la Segunda Guerra Médica donde se enfrentaron los espartanos contra el Imperio Persa. “Herodoto es el padre de la Historia y cuenta este suceso, a pesar de que él no había nacido. Utiliza cierta imaginación, de cómo los espartanos lucharon contra los persas. Es una muestra de que la Historia se nutre de la Literatura. No es nuevo. Insisto, hay novelas buenas y malas. Son las buenas historias las que quedan”.
SESGO EN LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITO
En 1982, Luis Fernando vivía en la colonia San Agustín, en el municipio de Ecatepec. Debido a que el municipio quería cobrar a las familias agua que ni siquiera era potable, además incrementar el transporte público, en un área dominada por la familia Hank González, “mi padre era uno de los organizadores del movimiento. Junto a otras personas, se lograron cosas para los colonos, pero el gobierno no se quedaría así”, relata. Aún recuerda un camión verde, y detrás de él varios hombres con cascos y toletes en mano. “Mi padre salió de entre el humo del camión y entonces comenzaron a golpearlo, fue detenido y “desapareció” unos días. Bajo amenazas de muerte a él o alguien de su familia, días después el padre de Luis Fernando volvió a casa.
Y aunque nadie hablaba del tema, Luis Fernando recuerda que en sus clases de Historia se hablaban de héroes y batallas gloriosas. Los buenos sobre los malos. La patria enaltecida y la victoria de la democracia. “Yo hubiera querido, ya más grande, que en la escuela nos hablaran sobre Historia contemporánea. Sobre todo a partir de los años 60. Nadie me dijo nada. Pero yo sabía que esa historia era muy sesgada”, dice Luis Fernando.
Para el historiador y catedrático Sergio Miranda Pacheco, lo que refiere Luis Fernando tiene otro análisis. Por ejemplo, él fue miembro del Consejo Consultivo Interinstitucional de Historia (CCIH), cuya función fue revisar los programas de la SEP en esa disciplina. Además de que fue coautor de Historia. Quinto grado y Sexto grado, editados bajos la Dirección General de Materiales Educativos, de la Subsecretaría de Educación Básica.
Si el doctor Miranda Pacheco fue consejero de dicha organización, fue a raíz de que en marzo de 2004 el entonces subsecretario de Educación Básica y Normal, Lorenzo Gómez Morín, respaldó una reforma curricular que pretendía desaparecer contenidos históricos anteriores al siglo XV. “Es decir, el México prehispánico se ve en diez horas”, declaró el funcionario. Así que a partir de esa fecha y hasta 2010, se creó dicho Consejo y Sergio Miranda fue uno de ellos.
El balance sobre el sesgo histórico en los libros de texto gratuito del también integrante del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM es: “Considero que a partir de entonces, el Estado dejó de ser el monopolizador de qué y cómo enseñar la Historia en las escuelas”.
Para entender la inconformidad de Luis Fernando, respecto a ciertos temas que en las clases de Historia no se tocaban, Miranda Pacheco asegura que con el CCIH esta asignatura fue revisada por profesionales y especialistas. Si Luis Fernando fuera estudiante de quinto o sexto grado, por ejemplo, encontraría su libro de Historia algunos temas, antes impensables, como la Guerra Cristera, el voto de la mujer, el movimiento estudiantil de 1968, el Ejército Zapatista y un apartado sobre arte popular, entre otros temas. Pero, ¿qué tratamiento se le dieron a estos tópicos?
“Por parte de las autoridades –de la SEP– hay reticencias para hablar con claridad de estos temas. Sobre todo aquello relacionado a la Guerra Sucia. Puedo decir que los libros que elaboramos los historiadores para quinto año, fueron sujetos a censura”, revela Sergio Miranda. Asegura que no hubo comunicación directa con los responsables de esas áreas. “La justificación fue que como no eran libros de autor, estaban sujetos a revisión. Cuando los vimos publicados, estaban cambiadas algunas partes. Se respetó el 90 por ciento de lo que entregamos”, dice.
-Usted dice que durante el partido oficial –predominantemente el PRI– utilizaba la Historia oficial como instrumento para legitimar sus acciones e ideas. Pero el partido regresa en diciembre, ¿cómo ve el panorama de la Historia en la educación básica?
-No lo veo muy alentador. Aunque si saben canalizar políticamente esto, podrían darle seguimiento a los temas pendientes, como profesionalizar a los maestros. No sólo depende de los contenidos en los libros, sino también de quienes lo ejecutan. Pero sinceramente lo veo poco alentador en este gobierno que viene.
EL PRESENTE SIN HISTORIA
Luis Fernando añora que en las escuelas se toquen aquellos temas que en su niñez nadie le explicaba. Espera que “las grandes mentiras” de la educación en México se desvanezcan, porque “al gobierno le conviene esparcir estas mentiras para hacerla una verdad única y absoluta”.
Susana, en cambio, insiste en encontrarle interés a la Historia. “Lo importante es quitarnos de la cabeza, esa idea que nos enseñaron en la Primaria, de que la Historia son datos y fechas. La Historia es una gran aventura”, dice. Y la respalda Benito Taibo cuando asegura: “Si me preguntan cómo me gustaría que se lea la Historia, respondería que como una gran novela de aventuras”.
Para Sergio Miranda quedan muchos temas pendientes. Lo importante, dice, es que los profesores sean evaluados, “aunque habría que revisar el método de evaluación”. También le gustaría ver una Historia por regiones, para entender el mundo indígena, el urbano, el étnico. “Para mí un libro de texto ideal sería aquél que esté integrado por especialistas que tengan libertad y una agenda. Trabajar con pedagogos. Que lo elaboren diseñadores y artistas plásticos. Y también que sea gente dedicada a la investigación y a la divulgación, para hacer de la Historia una asignatura accesible”, confiesa.
Lo importante, comenta el doctor Alfredo Ávila, es que la gente conozca una historia más comprensiva y bien contada. “Cuando ves a un personaje histórico como un héroe, lo elevas tanto que ya nadie puede asemejarse a ellos. Por ejemplo Benito Juárez. Conozcamos la Historia para que en el presente no pensemos que por culpa de unos cuantos estamos mal o que dos o tres políticos nos van a salvar. La Historia nos dice que no es así”, finaliza.